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    Nova era una estudiante promedio, aplicada más no brillante. Lograba memorizar frases y efectuar fórmulas matemáticas de forma autómata, pero era incapaz de analizar o innovar. Su futuro no incluiría una universidad de prestigio o un célebre premio científico; estaba consciente de ello, de sus limitaciones; y por eso, algunas veces, recurría a ese don que al nacer le había sido concedido, para lograr tener notas más elevadas. La seducción siempre funcionaba, en especial con profesores cuarentones regordetes o con maestras solteronas con tendencias lésbicas. Aunque existían sus excepciones, aquellos profesionales que poseían virtudes raras en la era moderna, como lo eran el honor y la ética. El profesor Ramírez parecía ser uno de esos extraños especímenes.

—¡Una C! —gritó la jovencita con histerismo—. Por favor, Sr. Ramírez. Deme una oportunidad para mejorar. Esta C, baja todo mi promedio. Haré lo que sea... —ofreció inclinándose sobre el escritorio de su maestro—. Lo que usted quiera.

Aarón sonrió; estaba acostumbrado a esa clase de berrinches y ofrecimientos. Normalmente no cedía ante los berrinches de sus alumnas, pero había algo sobre la señorita Campbell, sus picarescos ojos, que le llevó a ablandarse.

—De acuerdo. Tendrá que elaborar un ensayo de al menos 15 páginas (letra 11. Times New Roman) sobre uno de los libros que integran la lista de lectura de la cátedra. Se llama, ¨Expiación¨, el autor es Ian McEwan. No es una lectura fácil; sin embargo, considero que un estudiante de último año, como lo es usted, debe tener la capacidad de analizar una obra de este nivel. Le daré una semana para elaborar ese ensayo, señorita Campbell; el próximo lunes a primera hora deberá entregármelo personalmente y por escrito —expresó el docente.

—Gracias, Sr. Ramírez. Muchas gracias —dijo Nova, dando par de brinquitos; y la falda que esta llevaba puesta se subió un poco, exponiendo la piel pálida de sus muslos, así como el elaborado encaje de sus medias.

Aarón lo notó, y su pulso se aceleró. La muchacha le generaba una lujuriosa atracción.

—Será mejor que se dirija a la biblioteca y de comienzo a su asignación —le apremió él, muy nervioso.

*

     Nova salió del aula y en el pasillo fue que comprendió la magnitud de su problema. No era muy dada a la lectura. Lo hacía esporádicamente y podía tomarle semanas, incluso meses el leer una novela de principio a fin; también tenía dificultad para llevar a cabo ensayos y redacciones complejas.

¨Estoy embarrada hasta la cabeza de mierda. ¨

¡Tal vez no! —bramó al tener una repentina idea. Conocía a alguien que era muy bueno en todas aquellas cosas en las que ella no lo era. Sonrió maliciosa, porque con ello podría matar dos pájaros de un solo tiro. Obtendría la tan deseada B+, y podría relacionarse con Perry.

Desde la fiesta en casa de Alex, ocurrida hacía varias semanas, no había vuelto a interactuar con el sujeto, pero el recuerdo de su autoritaria voz y de sus fríos ojos, aún le atormentaba.

La biblioteca de la escuela se ubicaba al final del pasillo, cruzando a la izquierda; sin embargo, la jovencita tomó la dirección contraria. Se dirigió al patio, que era donde Perry se hallaba. Estaba sentado en una banqueta. Como era habitual, se encontraba solo; mordisqueando un grasiento trozo de pizza mientras escuchaba algo de música, a través de aquellos caricaturescos audífonos suyos.

—Hola —le saludó, meneando su mano derecha de forma robótica. Se sentía nerviosa, él siempre le hacía sentir así, y por eso, le costaba actuar con naturalidad en su presencia.

Al verla, el homicida se quitó los audífonos, y los colgó sobre su cuello.

—Hola —respondió sin alterarse, aunque en sus ojos ella notó su entusiasmo.

—¿Puedo sentarme junto a ti?

—Si no tienes a nadie más a quien molestar hoy... —dijo grosero y eso la enfureció.

—¿Por qué eres así? Tan jodidamente hostil.

Perry se echó a reír; le divertía notar que bajo su patraña de niñita sumisa existía una mujer temperamental.

—Es el molde en el que nací; no soy un sujeto agradable.

—Ni mucho menos educado —continuó insultándole, pero entonces recordó el motivo por el que estaba allí—. Será mejor que me deje de tonterías y vaya al grano. Necesito algo de ti, que me hagas un favor.

Perry se mostró suspicaz; una de sus cejas se elevó ligeramente y sus labios se curvaron.

—¿Qué clase de favor?

—Necesito subir mi calificación en literatura. El profesor Ramírez me ha asignado un trabajo extra. Un ensayo de 15 páginas (mínimo) sobre un libro que va de espiar, espías...

—¿Expiación de Ian McEwan?

—Sí, ha de ser ese. Y bien, ¿vas a ayudarme? —espetó cruzando ambos brazos sobre su pecho.

—Depende. ¿Qué obtendré a cambio?

Los ojos avellana le recorrieron las piernas sin disimulo y a Nova se le cortó la respiración. Había algo en aquel sujeto tan insufrible que le calentaba como ningún otro. Lo deseaba, y si en aquel momento se hubiesen encontrado a solas, probablemente le hubiera aferrado por la sudadera gris y callado su insolente boca con un beso.

—¿Estar un paso más cerca del cielo? —bromeó ella.

—Prefiero ir a parar a aquel otro lugar, lleno de súcubos y llamas. Suena menos aburrido. —Perry le siguió el juego.

Nova contuvo una carcajada, pero sus ojos se arrugaron en las comisuras y su rostro se mostró menos rígido.

—¿Qué te parece esto? Estaré en deuda contigo y podrás cobrártelo de la forma en que gustes, y cuando quieras. Será como un comodín sin límite de tiempo —le propuso.

—De acuerdo.

*

     ¨ ¿En qué carajos estabas pensando? ¨ —Perry se recriminó a sí mismo.

Por poco lo había arruinado. Se había comportado como un cretino con Nova, cuando su intención era ganar su confianza para así poder tenerle a solas. Por suerte, las cosas habían acabado bien, y tendría una oportunidad para matarla. En un par de días se llevaría a cabo la sesión de estudios; él se aseguraría de que fuese en su casa. Su tío trabajaba hasta tarde y la señora de limpieza solo aparecía tres días a la semana. Le llevaría a la biblioteca de la mansión; entonces le empotraría de cara contra una de las mesas de madera, y desde atrás, la poseería. Quería correrse dentro de ella; luego, la prendería por el cuello y la asfixiaría. El acto sería rápido e higiénico, no habría sangre que limpiar.

Oscura RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora