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    El dueño de la tienda de disfraces les indicó cuales trajes ya habían sido rentados por sus compañeros de curso. Las opciones que tenían a su disposición eran muy pocas; Lindsay estaba disgustada.

—Si tan solo hubieras venido conmigo la semana pasada, cuando te lo pedí.

Le desesperaba sobremanera, y si pronto no cerraba la boca acabaría muerta. Fantaseó con eso; con asfixiarla en el callejón adyacente a la tienda y dejar su cuerpo dentro de un basurero. No sería la primera ni la última porrista que falleciese de una manera trágica...

—¡Es solo un estúpido baile de instituto! —gritó el homicida al acabársele la paciencia—, aunque tal vez sea lo único excitante que ocurra en toda tu patética vida.

Nadie nunca le había contestado de una manera tan desafiante. Lindsay estaba acostumbrada a gobernar, someter y a recibir halagos, por lo que la reacción de Perry le sorprendió; ella no supo que decir ni cómo actuar ante él.

—Creo que lo mejor es que busques a alguien más para que te acompañe; algún idiota de esos que dejan baba sobre el suelo en el que caminas, y que por follarte estarían dispuestos a tolerar tu personalidad de mierda. —Se dirigió a la salida, pero ella le siguió el paso.

—No, Perry. ¡No te vayas!, espera... —le suplicó, aferrándole por un brazo—. He sido una tonta, perdóname. —Estaba dispuesta hasta arrodillarse ante él, porque prefería aquella humillación a tener que reconocer su fracaso ante todo el estudiantado; siendo que llevaba semanas jactándose sobre la ‟apasionada relación" que sostenían, y de cómo había sido la mujer capaz de conquistar al único chico malo en Redemption Valley. El poblado más aburrido del mundo, donde Perry era como una atracción de circo; algo extraño y peligroso, que despertaba la curiosidad de todos los ciudadanos; porque además de ser un tipo rudo, era guapo; con esa piel cubierta de tatuajes que contrastaban con sus facciones celestiales. Es que hasta tenía estilo al vestirse, y era muy fotogénico. Ella estaba segura que de abrir una cuenta en Instagram podría convertirse en un influencer. ¡Oh!, tenía tantos planes para ellos, como pareja, pero no le estaba siendo fácil el hacerse con su corazón, cuando él no parecía interesarse en su cuerpo; al menos no del modo en que los otros varones lo hacían.

—De acuerdo —cedió Perry—, pero si me vuelves a gritar...

—No lo haré. Lo prometo —dijo haciéndole ojitos y pronunciando su escote al cruzar los brazos. Él no le dedicó mayor atención; nunca había sido fan de las tetas grandes, prefería lo traseros. Respingones, redondeados, pero no extremadamente grandes... ¡culos bonitos!, como lo era el de Nova. Al pensar en su chica sonrió, y el gesto fue malinterpretado por la pelirroja, quien creyó haber logrado alguna clase de victoria sobre él.

Después, regresaron a la tienda...

*

   Más tarde, al llegar a casa, el homicida se encontró con una escena subida de tono. Alex James estaba sin camisa y con los pantalones a medio desabrochar, montado encima de Nova; quien, aunque conservaba su falda puesta, tenía el torso al descubierto, con sus pequeños pezones erguidos por el frío, cual si fuesen unos capullos.

Depositó las bolsas sobre una mesa, y de forma grosera, denotó su presencia.

—Si quieren follar. Tenemos bastantes cuartos, también un jacuzzi. Cualquier sitio es más apto que EN EL MEDIO DE NUESTRA MALDITA SALA.

Estaba celoso; era tan obvio que hasta Alex lo notaba.

Nova se rio maliciosamente; había armado aquel numerito porque supo que pasaría la tarde con Lindsay y, ¡perdió la cabeza!, llamó a Alex y le propuso coger; esa pretendía ser su forma de desquitarse. Que la encontrase en plena faena sexual; sudada, desnuda y teniendo un orgasmo mediocre que exageraría con alaridos; Perry llegó antes de lo esperado...

—Si no te gusta, no tienes que quedarte a vernos —le respondió—. Aunque tal vez tengas un fetiche...

—Si quisiera ver a una ramera ser empalada, me bastaría con usar el internet. Esas al menos no lucen como un esqueleto —apuntó a su autoestima, y fue un golpe bajo. A Nova se le aguaron los ojos, de la rabia, y también de algo más, que se sintió como una daga clavada en su corazón.

Alex se levantó del sofá, y le confrontó; no iba a permitir que insultasen a su novia.

—¿Quién te crees que eres, para hablarle de ese modo? Te vas a disculpar con ella, o te juro que...

—No hagas más el ridículo, ¿quieres?... Solo lárgate de mi casa, ¡lárgate!, antes de que acabe contigo —le amenazó Perry, y hablaba en serio; en ese momento estaba dispuesto a matarlo, aunque luego le costase encubrirlo y pudiese acabar en la cárcel.

Alex se tensó; conocía la reputación del tipo y aunque no lo admitiese, sentía miedo al estar cerca de él. Apresurado, se despidió de Nova, y se marchó de aquella mansión tan tenebrosa.

—Lo hiciste adrede, ¿cierto?... Trajiste a ese idiota a la casa para que yo te encontrase follando con él.

—Te crees el ombligo del mundo, pero es hora de que te bajes de la nube en la que vives... Me la habrás metido varias veces, pero no ha significado nada para mí; así como me corro contigo puedo hacerlo con Alex, o con cualquier otro... Incluso me alcanzaría con un falo de plástico.

Energúmeno, Perry se arrojó sobre ella. Le tomó por el cuello y le empujó contra una pared.

—Tú eres mía. ¡Maldita sea!, por supuesto que lo eres.

Le besó la boca y le alzó del suelo; aferrándola por el culo. Hubo lengua y forcejeo. Nova le apretó la espalda y le mordió el labio con fuerza, clavándole los dientes; y al advertir su sangre, chupó y tragó, obrando como si fuese miembro de algún culto satánico; aunque su propósito no era invocar al diablo, sino marcarlo de algún modo. Era tan posesiva como lo era él, y esa era precisamente la fuente de su conflicto; ambos querían avasallar y ninguno estaba dispuesto a ceder el poder en la relación.

—¡Quieres dominarme!, que viva y respire por ti; pero eso nunca va a pasar.

Perry estaba perdiendo, no solo en aquel juego de seducción, sino su propia autonomía, porque la necesitaba, con locura, al punto de que vivir sin follarla ya le era inconcebible.

¨ ¡Demonios! ¨ —quiso dar de golpes a todos los muebles de aquella casa; pero al final manifestó su rabia de otro modo.

Impulsó sus caderas contra las de Nova; restregándosele con violencia. Le subió la falda e hizo tirones su ropa interior. Ella jadeó; encaramó una pierna a su alrededor y le desabrochó la bragueta. Consintió que la tomara a mitad del pasillo, mientras le oprimía el cuello con fuerza; encajándole los dedos al punto de que casi le cortaba la respiración.

—Perry...

El orgasmo que le provocó minutos después fue como una explosión que la hizo trizas. Tan agudo que le costó sostenerse en pie; sus piernas temblaban, al igual que sus manos, y su corazón martilleaba como loco; su mente desvarió, pero aún lo sentía en su interior, desfogándose con su cuerpo mientras respiraba contra su cuello. No tenían condón, y él eyaculó dentro; su chorro cálido fue suficiente para hacerla venir de nuevo.   

Oscura RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora