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   Atravesaron el estrecho corredor hasta el cuarto de Perry. Era la primera vez que Nova entraba a aquella habitación, y no pudo evitar curiosear. Las paredes eran de color rojo, no había afiches ni cuadros, pero si infinidad de libros.

—¿Cuántos posees? —indagó—. En la biblioteca hay centenares y aquí tienes al menos una docena más.

—Los de la biblioteca son de Raymond, estos son míos. Mis favoritos —respondió Perry.

Ella tomó uno de los ejemplares, aquel cuya portada le llamó más la atención.

—El silencio de los corderos de Thomas Harris —recitó—, ¿de qué va este?

—De la relación entre una joven detective y un homicida llamado Hannibal Lecter, a quien le gusta practicar el canibalismo.

—Vaya, ahora lo entiendo todo —bromeó Nova—, por leer esta clase de mierda es que estás así de chiflado.

Perry sonrió. Luego, con sus brazos le envolvió la cadera. Le estrechó contra su pecho, mientras la besaba en su mejilla derecha; ella cerró los ojos, se dejó tocar mientras el corazón le latía muy rápido.

—Qué hay de ti, ¿te gusta leer?

—No, realmente. Pero me gusta el cine, puedes preguntarme por cualquier película y te aseguro que ya la habré visto. Me encanta el viejo Hollywood, y la moda de los años 50's.... También amo la música.

Se estaba abriendo con él, contándole cosas que no le había dicho nunca a nadie. Porque, ¡jamás se habían interesado en preguntar!; sus otros amantes solo pretendían escucharla, y rápidamente pasaban a la actividad sexual. Eso representaba para ellos; una boquita cálida, un estrecho agujero, un medio para descargar sus perversiones...Aunque no podía considerarse una víctima, porque también los usaba.

—¿Qué clase de música?

Le habló sobre su obsesión por Harry Styles, también de su lazo espiritual con Cigarettes After Sex; y Perry se mantuvo quieto, observándola con detenimiento como si lo que decía fuera lo más interesante que él hubiese escuchado jamás.

—¿Los hiciste tú? —se atrevió a preguntar, tras notar los bocetos dispuestos por las paredes del cuarto.

Perry asintió con un movimiento tenue de su cabeza, y ella pasó sus ojos por los dibujos, algunos hechos con bolígrafo, otros con lápiz; de lugares, de animales, también de una mujer de cabellos oscuros y facciones bellas que se perdían por la cantidad de piercings que tenía en la cara; y por ese flequillo tan espeso que caía sobre sus ojos.

—¿Es tu madre, cierto? —expresó al detectar el parecido físico.

—No quiero hablar sobre eso... —respondió él, obrando a la defensiva.

—De acuerdo, no tenemos que hablar en lo absoluto —dijo subiéndosele encima. Le rodeó con sus piernas y esparció caricias por su cuello pecoso. Después, lo besó en la boca. Su exploración fue profunda y pronto, Perry se encontró perdido. La pasión que sentía por ella le ofuscaba, le hacía comportarse como un completo tonto. Emitió un suspiro, largo y profundo, y la tomó de la cadera, posicionándola sobre su miembro. Nova se refregó sobre él; llevaban la ropa puesta, pero igualmente se sintió rico, el friccionar su vagina contra aquel bulto suyo tan turgente. Quería coger, más no quería arruinar el momento; ¡el sexo siempre lo cambiaba todo!, lo complicaba, y lo que tenían era más que un calentón hormonal, existía una conexión entre ambos, forjada en la mutua soledad y la oscuridad de sus almas rotas.

—¿Qué sucede? —cuestionó cuando ella dejó de moverse.

—Lo siento, es solo que...¿Podemos esperar un poco más?

Oscura RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora