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Nova estaba enojada; habían hecho un trato, ¨morir juntos¨, eso se habían prometido, y a último minuto él había irrespetado su acuerdo y tomado aquella arma con la que le había apuntado en la cabeza. Perry Valentine se había ido, dejándole completamente sola y ella lo odiaba por eso. Se encontraba rota, era un cúmulo de carne y huesos sin corazón ni alma, y varias veces se le pasó por la cabeza el cometer suicidio, para así reencontrarse con él en el infierno. Pero no lo hizo; se mantuvo con vida y respondió a cada pregunta que le hizo la policía. Pretendió ser una víctima, y no una cómplice; su actuación fue perfecta.
—Perry era encantador. Atractivo, astuto y altanero, ¿cómo no iba a enamorarme de él? Sí, era violento conmigo. Varias veces intentó asfixiarme y se excitaba al golpearme, pero, ¡yo era una virgen!, no tenía nada más con que compararlo. Creí que así se suponía debía ser el amor. Pero luego, ocurrió lo de mi profesor de Literatura, quien...me secuestró y violó. Creí que moriría esa noche hasta que Perry apareció, ¡me salvó la vida!, y yo me sentía agradecida. Le veía como si fuese un dios. Por eso guardé silencio, por eso hice cada cosa que me pidió... Hasta que llegamos a esa cabaña. Intenté escapar, regresar con mi madre, pero él me lo impidió. Me mantuvo como prisionera, decía que ¨yo era suya y de nadie más¨, entonces, me tomó por el pelo y me apuntó a la cabeza con esa arma... —Rompió en llanto en frente de los miembros del jurado; y el juez le permitió bajar del estrado, para sentarse junto a su abogado.
El resultado del juicio fue el esperado. Le declararon inocente, justificando su conducta en el trauma vivido; trastorno de estrés postraumático (TEPT) y síndrome de Estocolmo, fue el diagnostico dado por el respetado psiquiatra que la analizó.
Tras ser absuelta, se propuso retomar su vida. Aún podía acudir a la universidad o hacer ese viaje alrededor del mundo; ¡podía hacer lo que quisiera!, era una ciudadana libre, pero ¿por qué se sentía como una prisionera dentro de su propia vida?
No había día en que no pensara en Perry, que no llorara o maldijese su nombre. Dolía, cuanto dolía. Aquello era un suplicio interminable.
Comenzó a sufrir de mareos y náuseas, así que una tarde acudió a la clínica comunitaria, y se realizó un chequeo.
—Estás embarazada, tienes alrededor de 8 semanas. Aún estás a tiempo de interrumpirlo, el proceso es sencillo, y si así lo decides, podemos hacerlo mañana mismo —le dijo el especialista.
—¿Puedo pensarlo?
—Sí, por supuesto, pero solo por unos días más. Si alcanzas a la novena semana de gestación, el embarazo ya no podrá ser interrumpido.
Regresó a casa. Vivian le recibió con cariño; le besó y abrazó por largo rato, y a Nova le embargó el remordimiento. Le había hecho atravesar, por tanto, aunque al menos no había arruinado su relación con Raymond; la tragedia les había unido y su vínculo era ahora mucho más fuerte que antes. Ellos planeaban casarse el próximo año.
Tras comer un aperitivo, subió a su cuarto. Se tendió sobre la cama e instintivamente se tocó el vientre.
—No puedo tenerte —habló a la semilla en su interior—, pero quiero hacerlo, porque eres lo único que me queda de él.
Sus mejillas se humedecieron y sollozó contra la almohada. Era tan jodidamente injusto todo aquello, pero así era la forma en que la vida obraba; te concedía felicidad y después, te la arrebataba, ¡era una perra cruel!
*
Lo intentó, condujo hasta la clínica, pero no pudo salir del vehículo. La novena semana de gestación llegó velozmente, y supo que no habría marcha atrás. Tendría a ese bebé.
Dar la noticia a su madre no le resultó fácil, lo postergó hasta que la panza le fue imposible de disimular.
—No tienes que conservarlo —le dijo Vivian con mucha preocupación; no sabía la verdad de lo ocurrido, del gran amor que había existido entre ella y el padre de la criatura. A sus ojos, su hija había atravesado por infinidad de traumas, y no merecía malgastar sus años de juventud criando al hijo de un lunático.
—Es tarde para un aborto, mamá.
—Esa no es la única opción que tienes. Podrías...darlo en adopción tras nacer. Hay muchas parejas estériles que ansían tener hijos.
No descartó esa idea, incluso acudió al centro de adopciones. Allí una mujer le explicó en qué consistía el proceso y le entregó una serie de planillas.
Estaba indecisa.
—Si tan solo estuvieras aquí —recriminó a Perry. Siempre hablaba con él, para reprocharle; también para suplicarle que se manifestará—. ¡Maldito seas! Porque no puedes ser un fantasma. Eras un homicida, deberías ser ahora un alma en pena, pero no, de seguro hallaste la paz por tu cuenta. Me abandonaste, eso hiciste. ¡Eres un cabrón! y te odio. Así como también odio a tu bebé —gritó en un arranque de cólera, mientras daba golpes a los objetos y muebles que se encontraban dentro de aquel cuarto; el que fuera el cuarto de Perry. De improvisto, sintió a la criatura patear. Tal vez aquel acto no significase nada, pero lo tomó como una señal—. Lo siento. No lo decía en serio —se disculpó con el feto, mientras se sobaba el vientre—. No me dejes tú también, ¿quieres? Mantente allá dentro, seguro y calientito, un par de meses más.
Las últimas semanas del embarazo transcurrieron velozmente, y se limitó a comer a sus anchas porque por primera vez en su vida su peso no le importaba. En algún punto se encariñó con la criatura. Le leía libros y a veces, colocaba los audífonos sobre su vientre y dichosa, le sentía moverse. Era varón, eso luego reveló un ultrasonido. Había heredado la pija grande del padre y también sus inusuales gustos musicales.
—Te gusta, jah —dijo al advertir los duros golpes de su hijo mientras el viejo Bob decía sentir que ¨tocaba la puerta de entrada al cielo¨. Sonrió y en ese momento, decidió concederle al niño aquel nombre—, así te llamaras: Dylan Keith Valentine.
El nacimiento llegó, rompió fuente una tarde mientras deambulaba por los jardines de la mansión. Invocó a Raymond a gritos y al aparecer, este le tomó en brazos y le trasladó al hospital. El parto dolió. Nova no paró de chillar y retorcerse. Dylan era tan tozudo como lo fuera su padre y se rehusaba a abandonar el vientre materno. Tras ocho horas de intensa agonía, le dio a luz. Al acabar, estaba agotada, pero al sostener a su hijo en brazos sintió la más absoluta dicha.
—Te pareces a Perry —susurró risueña mientras contemplaba a aquel nene tan lindo—, aunque la nariz definitivamente la heredaste de mí. —le dio un beso, y la criatura emitió un sonido gracioso. Entonces lo decidió, que iba conservarlo, porque deseaba ser su madre.
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Oscura Redención
Misterio / SuspensoUn joven solitario y torturado, se obsesiona con una chica misteriosa. Lo que comienza como una rivalidad, se convertirá en un profundo entendimiento. Ellos experimentarán el primer amor, con toda su intensidad y angustia. ❝¿Qué estás dispuesto a h...