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    Los dos principales sospechosos de su caso habían desaparecido sin dejar rastro alguno. La frontera del Estado había sido reforzada y una patrulla pernotaba frente la propiedad de los Valentine. Además, los teléfonos móviles de Raymond y Vivian, estaban siendo intervenidos. ¨Solo necesitaban ser pacientes¨, eso le decía el agente Banks a la detective Porter cada día, pero ella no era tan optimista como él y se esperaba lo peor. Así transcurrieron dos semanas, hasta ese momento de debilidad de los criminales, que fue decisivo. Nova Campbell llamó a su madre desde la caseta telefónica de una gasolinera, ubicada en la entrada del parque nacional de las Grandes Montañas Humeantes.

—Estoy bien, mamá. No, no puedo decirte donde estoy...Por favor, no me busques más y, ¡no alertes a la policía!... Te amo —dijo la jovencita antes de colgar; aunque no fue el único error que estos cometieron. Perry Valentine compró una serie de objetos (alimentos enlatados y productos de higiene) en un supermercado local. Usó una tarjeta de crédito y la operación quedó registrada en el sistema.

Tras el hallazgo, la policía desplegó varios equipos en la zona boscosa. El área era amplia y copiosa. Les tomó días dar con ellos, pero finalmente lo hicieron. A las 3:00 pm de un jueves del mes de agosto, quince agentes de la policía rodearon la cabaña y siguiendo el protocolo, les ordenaron a los sospechosos salir con las manos sobre la cabeza. Pero estos no obedecieron de inmediato. Desde el lente de sus fusiles, los francotiradores les vieron conversar, besarse, discutir, golpearse y besarse de nuevo. La relación de aquellos dos chicos era errática y a los detectives no les fue claro si la jovencita era una cómplice del homicida o tan solo, otra víctima más. Tras 1 hora y 15 minutos de negociación, Perry Valentine salió al exterior. Llevaba un arma consigo y con esta apunto a Nova Campbell en la cabeza.

—Perry, no hagas esto. ¡No le disparen!... Por favor.... ¡No! —chilló ella, pero los francotiradores de igual forma hicieron su trabajo. El homicida estaba en un ángulo perfecto y solo bastó un disparó para así perforarle el pecho.

—Esta era la única manera —pronunció al desfallecer. Su mirada se halló fija en Nova mientras la sangre se escurría por su boca y en cuestión de segundos, sus labios palidecieron y sus ojos color avellana se quedaron sin vida.

*

    Se hallaban rodeados, y sus opciones eran pocas.

—Hay que salir de la cabaña, entregarnos a la policía.

—¡No! —contestó aferrándole por el cuello, buscó su boca y al encontrarla le consumió. Perry le aferró por el pelo y se entregó a aquel momento, su último momento; probó el sabor de sus labios hasta fatigarse.

—Aún hay una salida —persuadió Nova—. Sé que trajiste un arma, podríamos...Terminarlo por nuestra cuenta. En nuestros propios términos, y juntos. —Apoyó su frente contra la de él y cerró los ojos—. Eres todo lo que me importa y si no puedo estar contigo entonces prefiero que se acabe, aquí y ahora. ¡Toma el arma, Perry! Apúntame y dispara. —Él lo intentó. Aferró la pistola entre los dedos y le oprimió contra su corazón—. Hazlo mi amor, no tengo miedo a morir.

Pero tras varios intentos por presionar el gatillo, admitió su fracaso.

—No puedo hacer eso —le dijo y tras escucharlo, ella le abofeteó. Por largos minutos, se enfrascaron en una lucha hasta acabar besándose de nuevo.

La jovencita lloraba y el homicida advertía la sal de sus lágrimas.

¨Eres lo más precioso que he tenido, Nova; lo único que fue verdadero.¨

Tomó una decisión, pero sabía que ella no lo aceptaría; por eso, recurrió al engaño.

—Dejemos que lo hagan los francotiradores. Saldremos con el arma, les confrontaremos y ellos tendrán que dispararnos.

Le tomó de la mano y de ese modo le guio al exterior de la cabaña, pero una vez estuvieron expuestos, le aferró con rudeza por el pelo y le apuntó a la cabeza con su arma; pretendiendo que era su rehén.

—Perry, no hagas esto. ¡No le disparen!... Por favor... ¡No!

Los agentes actuaron. Una bala le perforó el pecho, fue letal y pronto, la muerte vino a por él.

—Esta era la única manera —susurró mientras miraba a aquellos hermosos ojos azules, que eran lo más cerca que jamás podría hallarse del cielo.

Oscura RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora