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     Raymond Valentine seguía siendo un tipo optimista, a pesar de todas las calamidades que habían ocurrido en su vida. No se había vuelto a casar y cada tanto, cuando la soledad le era insoportable, acudía a un bar y tenía una aventura. Era aún un sujeto joven y atractivo, además poseía inteligencia y mucho dinero, conquistar a las damas no le resultaba difícil, pero ninguna había logrado llenar ese vacío en su pecho, aquel que se abrió al morir su hijo y que, al suicidarse su esposa, se volvió infinito. Así fue, hasta que conoció a Vivian Campbell. Una rubia, de curvas despampanantes y rostro de muñeca; aunque no solo le atraía su apariencia, también lo hacía su espíritu fuerte y sentido del humor. Ella le había devuelto la risa y las ganas de vivir. Aunque llevaban solo dos meses saliendo, Raymond se crecía enamorado y quería llevar la relación a otro nivel. Deseaba enseriarse, convertirla en su esposa. Pero primero debían presentar a sus familias. Vivian tenía una hija adolescente, al igual que lo era su sobrino Perry. Antes de mudarse juntos y planear la boda, querían asegurarse de que los chicos pudieran llevarse bien. Por eso, acordaron tener una cena.

Perry se encontraba en su cuarto, escuchando música mientras hacía garabatos en su libreta, figuras amorfas y desordenadas, como también lo eran sus pensamientos. Cuando su tío apareció de repente, y le dio la desagradable noticia.

—Estoy saliendo con alguien —declaró muy sonriente—. Ella y su hija vendrán a cenar con nosotros mañana.

*

     Vivian estaba actuando de forma rara; se había cambiado el peinado y comprado unos conjuntitos bastante provocativos. Nova le había cachado sonriendo cual boba sin motivo aparente; también estaban esas extrañas llamadas que recibía a diario, que de inmediato le ponían nerviosa e inventaba excusas para salir al patio y desde allí poder contestar. Sospechaba que su madre estaba teniendo un romance, y no le molestaba; por el contrario, le parecía justo y merecido que esta encontrase el amor, tras años de aguantar las infidelidades y malos tratos del cabrón de su padre.

—Hay algo que te he estado ocultando —reveló una noche mientras cenaban—. He conocido a alguien.

—Lo sé —contestó Nova, empleando un tono casual—. Eres la peor mentirosa del mundo.

Madre e hija se rieron.

—Me alegro por ti, Ma. Mereces ser feliz —afirmó tomándole de las manos—, pero dime, ¿de quién se trata?

—Se llama Raymond. Es paciente del Dr. Foster (mi jefe). Le conocí en el consultorio médico y encajamos al instante. Ese mismo día me invitó a tomar un café y.... ¡Me gusta mucho! Es un sujeto fantástico, te va a agradar. ¡Ya verás!, además tiene un sobrino de tu misma edad; creo que va al instituto contigo. Se llama: Perry.

¨ ¡No!, esto no puede estarme pasando¨ —pensó Nova horrorizada.

—Nos ha invitado a cenar mañana en su casa.

*

    No estaba a gusto con la situación, pero no le quedaba más opción. Debía presentarse a aquella estúpida cena, para ser amable con la noviecita de Raymond y con la hija de esta, que de seguro habría de ser una niñata sosa y superficial; una de las tantas que cursaban en aquel instituto de mierda, que él tanto odiaba.

Se vistió bien, porque su tío le pidió hacerlo.

—Será una cena elegante —este le dijo.

Perry se aplicó algo de gel en el pelo, para que así no luciera tan desprolijo; también se calzó una camisa blanca de lino, un pantalón negro y lustrosos zapatos.

Oscura RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora