Sinestesia | SEKS #1

29.

CAPÍTULO VEINTINUEVE

El fin de semana llega nuevamente y Demian me busca el viernes por la tarde en la universidad.

—Pensé que podríamos ir al club— Demian deja caer el comentario como si nada mientras conduce.

—Supongo que sí— dejo mi teléfono luego de escribirle a Brass—. Mañana no trabajo, tienes que fumigar la cafetería por protocolo, así que no se abrirá hasta el lunes— murmuro.

—¿Eso significa que mañana podemos dormir hasta tarde?

—Yo jamás hice que madrugaras, Demian— pongo una mano en mi pecho, fingiendo dolor—. Siempre te levantas porque quieres.

—Tienes un punto ahí— él sonríe.

—De todos modos... Brass dijo que él y Sam irán a tomar algunas cervezas al mismo bar de la última vez y que estamos invitados— digo—. Podemos ir y luego ir al club.

—Sí, podemos hacer eso— Demian dobla en una esquina—, pero si vamos a hacerlo, desde ahora deberías saber que dos cervezas es el límite— él me da un vistazo rápido—. Para ir a Seks ambos debemos estar lo suficientemente conscientes.

—Solo dos cervezas, nada más— hago un saludo de boy scout y Demian sonríe.

—¿Alguna noticia de tu padre?

El estómago se me contrae.

—No, nada— carraspeo— supongo que todavía no quiere hablar.

—Él se lo pierde— Demian tiene un tono de voz ronco.

—Sí, supongo que sí—tomo una respiración profunda y alejo cualquier pensamiento sobre mi padre—. ¿Qué hay de tu padre y tu hermano?

—Bien... Viktor está trabajando en una empresa de construcción y mi padre... supongo que está bien.

—¿Estás peleado con él?

—No, pero... él dejó de vivir desde que mi madre murió— Demian suspira—. A todos nos golpeó pero a él... sintió que perdió al amor de su vida, así que fue un poco más duro.

—Eso es horrible.

—Se encerró en la casa y... no dijo una palabra por un mes o más, tampoco hablaba en español porque hasta eso le traía recuerdos de mi madre—suspira—. La última vez que hablé con mi hermano lo único que pudo decirme es que el viejo estaba enfrascado en el alcohol y prostitutas.

—Algunas personas hacen eso para no enfrentar sus problemas— murmuro—. ¿Hace mucho no lo ves?

—Un tiempo— Demian carraspea—, pasamos las fiestas en Rusia y luego regresé. Así que casi cinco meses.

—¿Los extrañas?

—A veces— me da una sonrisa triste—. Son mi familia, los amo y me encantaría estar con ellos pero... no podía ser siempre el hijo, ¿Sabes?

—Entiendo.

—De todos modos iré a verlo dentro de poco— suspira—, tampoco es justo que mi hermano cargue con un padre depresivo.

—¿Intentaron llevarlo con algún terapeuta?

Demian se ríe.

—Es un ruso, Lianna, ¿Sabes lo terco que pueden llegar a ser los rusos? Es un viejo hijo de puta— sin embargo, no hay enojo en sus palabras, hasta suena cariñoso—. Supongo que lo ayudará tenernos a mi hermano y a mí ahí.

—Supongo que también fue un duelo para él cuando tú... dejaste de ser el hijo en el formato familiar.

—No lo había pensado así, pero sí, tal vez— Demian detiene el auto—. ¿Cómo te fue con la tesis?