Capítulo 4: El perjuicio de los prejuicios

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-El apellido Malfoy ahora depende ti, hijo.

Los labios de su madre presionaron su frente con dulzura. Todo lo que Scorpius Malfoy pudo sentir fue una abrumadora presión recorrer todo su pecho y producirle una mueca que quiso hacerse pasar por una sonrisa.

No sabía con certeza a qué se refería su madre con aquellas palabras. ¿Por qué se esmeraba en que su hijo recordara que él sería el reflejo de su familia para el público en Hogwarts? El Profeta no había llegado a la Mansión Malfoy desde que su padre murió -principalmente para evitar disgustos a su madre y artículos que recordaban las peores decisiones de su padre -, pero presentía que su madre había estado disfrazando algo bajo la pretensión de ser una familia ejemplar. Las visitas de Hugo Weasley en su sótano no habían aclarado nada, en tanto que acudía a su deseo de no entrometerse en los asuntos de Astoria Malfoy. La estancia de Peter Greenwood de una semana en la Mansión Malfoy aquel verano tampoco le fue de ayuda en ese ámbito, pues en su casa solo se leía The Guardian.

Tenía la corazonada de que se trataba de su abuelo. Lucius Malfoy. Era el único motivo por el que su madre debería sentirse en la necesidad de subsanar daños causados por el apellido que acarreaba. Debía ser aquello. Pero no habían oído hablar de él desde el funeral de su padre en el que le pidió que acceso a la colección de su padre. ¿Qué habría hecho Lucius para que su madre tuviera que reparar daños? ¿O qué creía la comunidad mágica que había hecho?

Suspiró.

Miró a su alrededor y supo que aquel sería un año muy largo. Siempre había sentido las miradas penetrantes en su nuca cada vez que acudía a King's Cross con su familia. Su nombre susurrado. Los flashes de los periodistas que querrían obtener algún jugoso rumor de una antigua familia de mortífagos reformada. La viuda de Draco Malfoy con la hija de dos años y el «apuesto y galán Gryffindor que robaría corazones en su quinto curso». Peter podía no tener El Profeta, pero ¿Corazón de Bruja? Era un ferviente suscriptor.

Dejó su baúl en el suelo cuando su madre se lo indicó con un gesto. Le tendió a su hermana en los brazos. Scorpius la acogió y su tensión se disipó en cuestión de segundos. Theia podía ser el único ser humano en el planeta que podía hacerle olvidar que el mundo era un cruel lugar para los Malfoy.

-Copi -Le llamó su hermana. Un ser inteligente que había comenzado a hablar al mismo tiempo que su primo lejano Remus, lo cual era un logro, teniendo en cuenta que ella era más joven. Peter había aplaudido y dijo que él había traído suerte. Scorpius se había sentido sumamente afortunado al escuchar que las primeras palabras fueron una especie de vocablos que imitaban su nombre. Por supuesto, era imposible que le llamara Scorpius. -Copi -Su hermana imitó la risa que se le escapó a Scorpius.

Vigiló por el rabillo del ojo a su madre, quien recolocaba bien el baúl de su hijo y ponía la escoba en una mejor posición -aunque él después la tirara donde pudiera, teniendo en cuenta que el Express de Hogwarts no iba a considerar el orden de su madre. Su madre puso las manos sobre sus caderas. Estaba agotada. Lo que fuera que la preocupaba estaba drenando sus fuerzas. Entornó sus ojos cuando esbozó la sonrisa cordial y educada que Astoria Malfoy utilizaba con sus invitados cuando hacía de anfitriona, y la dirigió hacia un punto por encima del hombro de Scorpius.

Su madre apretó el brazo de Scorpius. «El apellido Malfoy depende ti». Y eso significaba que debía ser el joven encantador que le había pedido que fuera. Incluso si aquello significaba tragarse el orgullo Gryffindor que había ido naciendo en su interior conforme se acostumbrada al escudo del león que tenía grabado al uniforme de la capa que llevaba puesta.

Scorpius exhaló una bocanada de aire y apretó fuertemente a su hermana sobre sus brazos. No podían ser los Potter, pues sabía que ya estaban en el tren -habían llegado tarde por una urgencia de última hora de su hermana Theia. Y tampoco era Greenwood, pues estaba con los Potter desde el día anterior. Cerró los ojos deseando que fuera cualquier amiga de la infancia de su madre.

La tercera generación VWhere stories live. Discover now