-¡Deje de gritar a mis pacientes que se están desangrando o que están a punto de caer inconscientes, James Sirius Potter! -Escuchó una réplica en vano. -¡Aléjese de la señorita Brooks! Ya tendrás tiempo de explicaciones cuando la cure...
Quiso abrir los ojos para saber dónde estaba. La inconciencia la arropó de nuevo.
-¡Señorito Carter! ¡Deja de intentar seducir a mis ayudantes! ¡Esto no es Hogsmeade! -Otros sonidos la despertaron de nuevo.
-¡Pero Madame Longbotton! ¡Es Heather quien se me está insinuando...!
Antes de escuchar el carcajeo bobo femenino, Gwendoline Cross volvió a no poder resistirse a las pociones que la mantenían sedada.
-¿Cómo te llamas? -Era la voz de Bastien Lebouf. Amortiguada por la distancia.
Intentó abrir los ojos. En vano.
-¿Qué? -Preguntó alguien. Una voz conocida para Gwendoline.
-Tu nombre -Repitió Bastien Lebouf.
-Sabes mi nombre -Respondió Lola Brooks.
-Bien, quiero que me lo digas.
-Lola... Emm... ¿Lucrecia Brooks?
-¿Sabes tu fecha de cumpleaños?
-¡Claro que lo sé! ¿Por qué me preguntas cosas tan estúpidas? ¿Tenéis amnesia?
Escuchó a otra persona suspirar exasperadamente.
-Creo que está bien -Era Frank Longbotton.
Gwendoline Cross abrió los ojos finalmente. Se vio a sí misma postrada en una camilla de hospital. Miró el techo. Mierda. Mierda. Mierda. No podía estar en Hogwarts. ¡NO! Tenía que salir de allí. Se quitó las vendas. Se dio cuenta de que las heridas aún le escocían. La sábana estaba manchada de sangre reciente. Y aún estaban abiertas. Se miró todos los arañazos por la piel descubierta. La habían cambiado a una camisa que había manchado con su sangre. Con el escudo de Hufflepuff. Mierda. Frank. Tenía que salir de Hogwarts cuanto antes. Pero sabía que no saldría bien parada si se Aparecía en ese instante.
Abrió las cortinas de la Enfermería. Mierda. Debían haber pasado días. ¿La habrían escondido allí? Descalza. Vestida solo en la camisa de Frank -porque era de Hufflepuff y olía a él. Se deslizó por detrás de las camillas. Y escapó de la Enfermería. No sin antes coger uno de los uniformes de Madame Pomfrey. Oh, esa Sanadora estaba muerta. Mierda. Ahora era Madame Longbotton. Mucho peor.
Conforme se vistió, recordó todo lo que había pasado en la Batalla de Londres. Encajó su mandíbula. Su padre. El Imperio. Herir a Frank. Herir a los lobos. Recibir todos los hechizos del Ojo. De Octavio. De su padre. Se sorprendió que pudiera haber salido de allí con vida. Mierda, ¿por qué no la había dejado Frank que muriera allí? Su madre había dejado claro que era lo que ella esperaba. Estaba jodida. Era muy probable que si había sobrevivido la batalla, solo fuera para morir en Hogwarts.
Tenía que buscar a alguien que la sacara de allí. Rose Weasley podría ayudarla. Otra vez. Odiaba pedirle un favor a esa muchacha... Pero intuía que lo haría por sus valores y esas chorradas en las que creían. No tenía a Cornelia Brooks a mano aquella vez. E intuía que Frank no la dejaría escapar hasta que se encontrara sana. Bueno, el hechizo que le lanzó Octavio Onlamein iba a encargarse de aquello. De que nunca estuviera sana. Cuando una herida se cerraba, otra se abría. Había sido invento de Zahra Onlamein. Era firma de su familia desde entonces. Y la cojera. Tampoco le habían dado nada para curársela. Era como si quisieran que siguiera viviendo, pero no del todo. No les culpaba.
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La tercera generación V
RandomLa nueva generación se enfrenta una guerra que se acaba de desatar. Las profecías se están cumpliendo y están favoreciendo a la oscuridad. ¿Les espera un mundo oscuro? ¿O podrán cambiarlo?