Epílogo

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El olor a muerte hinundó las fosas nasales de Zoe McOrez. No era un olor al que no estaba acostumbrada. Pero, ¿en su propia casa? Sintió una desazón en lo más hondo de su estómago. El silencio en su casa nunca había sido una buena señal.

Retiró el caldero del fuego y olió a una poción que podía esperar unos minutos en reposo. La poción matalobos tenía su complejidad, pero ella siempre había sido una experta en el arte de la química mágica. Se limpió las manos en sus pantalones y salió de su habitación.

Había puesto a unos de sus magos encargados de vigilar todos los pasos de Remus Lupin. Intuía que el Señor mandaría asesinarlo en cuanto estrujaran todo su conocimiento. Zoe McOrez no pretendía evitar lo inevitable. Y, mucho menos, contradecir órdenes superiores a ella. Más Lupin la conocía. Sabía cuáles eran sus demonios internos. Sus miedos. Y sus verdades. Y aquello le hacía peligroso. Porque, por más que quisiera matarlo ella misma, vio admiración en los ojos de Remus hacia ella. Admiración pura. Como si ella fuera alguien importante. Admiración sincera. Le había conmovido la primera vez.

Corrió por sus pasillos siguiendo el hedor a muerte.

Era una admiración que le hacía recordar a la expresión de su inocente hermano cuando era aún un niño. Antes de que asesinaran despiadadamente su alma mandándole misiones imposibles de las que solo podía salir él vivo. Antes de que sus demonios lo devoraran por dentro y no dejaran ni un rastro de humanidad. Desde que le dijeron que pretendían matarlo para utilizar a Lily Luna Potter como cebo, su hermano había enloquecido. Lo habían criado diciéndole que sería el mago más oscuro de todos los tiempos. El que haría temblar la tierra al poner sus pies sobre el campo de batalla. Y había descubierto que todo era mentira. Que solo querían convertirle en el monstruo que era.

Desde que Lupin tuvo contacto con él, había empeorado más si era posible. El viajero le aseguraba que su ambición se reduciría a cenizas si seguía creyendo que sería un mago oscuro importante. El que alababan las antiguas profecías. El que pondría la semilla de oscuridad en el mundo. Frank McOrez siempre había pensado que sería él. El Señor, personalmente, le había prometido que sería él. Había pensado que se convertiría en el mago más oscuro si asesinaba a Lily Potter. Más, quizás, aquella era una interpretación errónea. Lupin aseguraba que lo era. ¿Y qué tenía que perder aquel muchacho? Aunque, ¿y si estaba protegiendo a Potter? Fuera como fuere, el mago oscuro del que hablaban las profecías podría ser perfectamente su hermano. Nadie se preocupó en decirle lo contrario. Todo el mundo siempre había pensado en Frank McOrez cuando la leían.

"La guerrera tratará de limpiar el alma de su hermano. Pero el mago oscuro plantará la semilla de maldad para que jamás se extinga".

Esa era ella. Tratando de salvar a su hermano. Y aquel era su hermano. Siendo un sociópata sin corazón. Era una de las últimas profecías. De las profecías que, incluso si el Temple vencía en un caso hipotético, se seguiría cumpliendo. La oscuridad ganaba en cualquier futuro.

Por eso corría por su casa.

Zoe McOrez no sabía hasta qué punto podía llegar su hermano para convertirse en aquel mago oscuro. ¿Qué pensaba que debía hacer? Además de asesinar a Lily Potter y que esta le diera ese poder que anhelaba con un beso. Algo que seguía buscando a base de Amortencia y cuerpos acumulados en el sótano. Había avisado de su comportamiento a su tío Tristán, pero, antes de que pudiera remediar aquello, fue asesinado por el estúpido de Malfoy. ¿Pensaba acabar con la estirpe de los McOrez? ¿Ese era el objetivo de Lucius? ¿Por eso se paseaba tanto por la sede del Temple y suplicaba visitar al Señor? Había encontrado un aliado en Loring. Chasqueó la lengua al recordarlo. Zoe McOrez tenía demasiadas cosas de las que preocuparse.

La tercera generación VWhere stories live. Discover now