Estar de nuevo en Hogwarts era lo más parecido a una pesadilla. Llevaba simplemente dos segundos allí y ya se estaba arrepintiendo de pisar un pie en el despacho del director. Porque sabía que la juzgaría. Después de todo, ella había asesinado a la antigua dueña de aquel lugar.
-El Ministro requiere su ayuda y la de los alumnos -Anunció.
No temía que Neville Longbotton le lanzara ninguna maldición, pero había aprendido a ser precavida. Además, su propia hija estaba dentro del Ojo en ese instante. ¿En serio iba a juzgarla a ella por estar en una situación superficialmente similar? Ya, ya, ella era una asesina y había asesinado. Y, ¿qué esperaba? ¿Qué a su hija la estuvieran entrenando para lanzar Desmaius?
La expresión de Neville Longbotton se había tensado al verla entrar. Y al decir aquellas palabras. Fue entonces cuando vio por el rabillo del ojo a Frank en el otro extremo del despacho. El muchacho llevaba una ropa muggle que ella conocía demasiado bien. Y la miró por encima del hombro. No era el momento de hablar con Frank Longbotton.
-Frank, hijo, ya sabes lo que debes hacer -Indicó Neville Longbotton.
-No -Soltó, de repente, sorprendiéndose a sí misma. -No va a mandarlo a él -No hacía falta que especificara de quién estaba hablando. -No está preparado, señor Longbotton... Necesitamos a magos que puedan lanzar hechizos y detener a las criaturas mágicas que se están haciendo con la ciudad de Londres... Es todo un caos... Necesitamos a sus magos...
-Es mi decisión, señorita Cross -Dijo, irritado, Neville Longbotton.
-¿Piensa perder a dos hijos a manos del Ojo? -Espetó Cross, de nuevo, sin mirar a Frank.
No quería decir en voz alta lo evidente. Lo que llevaba temiendo tantos meses. Si Frank Longbotton estaba presente en cualquiera de sus misiones, las prioridades de Gwendoline Cross no serían las mismas. No podía dejar que el joven fuera y chafara, no solo su reputación, sino la seguridad del resto.
-Frank, avisa a todos tus compañeros y dile a Albus que ha llegado su momento...
-Espero que sepa lo que está haciendo, Longbotton -Insistió Gwendoline Cross. Estaba irritada porque aquel hombre no entrara en razón.
-... Whitehall habrá retirado a muchos Aurores de Akzaban -Concluyó Neville Longbotton. -Señorita Cross, ayude al resto de Aurores en Londres... Ya hemos recibido su mensaje y Hogwarts estará a disposición de la ciudad.
Lanzó una única mirada a Frank. Entrecerró los ojos y materializó su amenaza en una elevación de ceja. Frank Longbotton, quien sabía que había estado preguntando por ella a menudo por las cartas que leía de Victoire Weasley cuando se iba a dar un paseo, la ignoró por completo.
-Llámame si estás en peligro -Le dijo finalmente.
No podría haberse olvidado de que a ella -¡a ella! -podía llamarla porque Ivonne Donovan le había enseñado a hacer aquello.
-No te necesito, Cross -Siseó Frank.
El director se aclaró la garganta.
Gwendoline Cross siguió clavando su mirada en Frank Longbotton. Su enfado hacia ella la abrasó. Podría haber sentido el fuego maligno sobre su piel en alguna ocasión. Pero aquella rabia hacia ella era completamente una nueva experiencia que la incomodó. Se vio a sí misma echando de menos los hoyuelos de Frank. Se odió por eso. Pero Weasley tenía razón. No podría luchar contra su propia mente todo el tiempo.
-Pero yo a ti sí -Dijo Gwendoline Cross, antes de desaparecer.
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La tercera generación V
RandomLa nueva generación se enfrenta una guerra que se acaba de desatar. Las profecías se están cumpliendo y están favoreciendo a la oscuridad. ¿Les espera un mundo oscuro? ¿O podrán cambiarlo?