Capítulo 2: La guarida del lobo

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Un dolor punzante en su cabeza la despertó. Pero no abrió los ojos. Sintió un sonido zumbante. Tardó dos segundos en reconocer el eco de la resaca. El olor a sudor seco. El mal sabor de boca y el recuerdo del whiskey de fuego en su paladal. Arrastró su mano por unas sábanas ásperas hasta llevarla a su frente y arrugó sus dedos por ellas. Godric, cuánto tiempo sin una resaca así.

Rozó de nuevo, sin llegar a abrir los ojos, las sábanas.

Dejó escapar un suspiro. No las reconocía. No eran las sábanas de seda del castillo de Aurel en el que se había quedado gran parte del verano. Tampoco eran las sábanas de la casa de su tía abuela veela en Francia en el que había pasado días intentado convencer a la comunidad de aquellas criaturas mágicas para que se unieran al Temple. Ni las sábanas ligeras de Luperca. Ni las del piso de su tío Charlie, ni las de El Refugio ni las de la casa de sus padres. Palpó con urgencia al otro lado de la cama con miedo de encontrar a un cuerpo a su lado. Soltó una bocanada de aire al encontrar un vacío.

No obstante, no estaba en ningún lugar familiar. No olía a ningún lugar que hubiera estado antes. Había amanecido en una cama ajena. Con resaca. Oliendo a sudor. Y a whiskey de fuego. ¿Qué demonios había ocurrido la noche anterior? Dejó escapar un gemido. Le vinieron memorias que quiso olvidarlas al instante. Suspiró.

Abrió los ojos y vio que la oscuridad la acogió. Perfecto, ni siquiera podía distinguir la decoración del cuarto para siquiera darle una pista de dónde había acabado. ¿Y si la habían secuestrado? Entonces, tuvo el impulso de comprobar si estaba desnuda. Alzó las sábanas y se sintió aliviada al encontrar su cuerpo cubierto. Suspiró. No obstante, frunció el ceño. No era su ropa la que llevaba puesta. Dejó escapar un chillido. Llevaba una camiseta que le quedaba extremadamente grande. No identificaba el color debido a la falta de luz pero debía ser oscura. Se llevó la tela a su nariz. Olía a limpio en contraste con su piel. Arrugó su nariz. Escéptica. ¿Se había cambiado de ropa? Cambió su rostro a un gesto de horror. ¿Le habrían cambiado de ropa? O. Peor aún. ¿Qué había hecho para tener que cambiarse de ropa? Oh. Godric.

Se llevo las palmas de sus manos a sus ojos y se estiró en la cama.

¿Hasta qué punto podía haber arruinado su reputación aquella noche Dominique Weasley? ¿Y por qué sólo recordaba borrones?

Tenía que poner sus recuerdos en orden. Para empezar, ¿por qué había salido el día anterior? Oh. La reunión de antiguos alumnos de Gryffindor en el Caldero Chorreante. ¿Cómo seguían haciendo esas reuniones? Sabía que su padre y sus tíos habían acudido a ellas de jóvenes y servían para buscar trabajo y era el único motivo por el que su tío Percy había encontrado esposa. Pobre tío Percy. Ahora entendía por qué, de todos modos. Eran reuniones quinquenales que servían para estar al día de los contactos. Su tío Charlie le había pedido que fuera para transmitir un mensaje al dueño de la taberna y a otro par de Gryffindor con el objetivo de que se unieran a la causa. Ella iba allí como misión. Por supuesto, se había encontrado con sus antiguos compañeros de clase pero, sinceramente, nunca había sido buena amiga con ninguno.

Excepto con uno. Oh. Godric. No. No. No podía ser. ¿No? Tenía una maldita orden de distanciamiento con él. No. ¡No podía haberse acostado con su ex! ¡No podía haberla cagado de aquella manera! ¡Wakanda iba a rebanarle la cabeza cuando se enterara! ¡No podía haber acabado la noche con el maldito Nicholas Woods! ¡Porque era la única cara que recordaba de aquella noche!

Godric, perdona a Dominique Weasley por ser una completa imbécil y ser la peor Gryffindor en siglos.

Se dio una palmada en la frente de desperación.

El bullicio de la gente se le había metido en los oídos y, si alguien la estaba llamando, tendría que hacer contacto físico con ella para poder enterarse. Nadó entre la gente sin un rumbo en concreto. Todos estaban felices. Como si la guerra que había justo al otro lado de la puerta del Caldero Chorreante no fuera una preocupación inmediata. Ellos no habían presenciado la Asamblea del Temple. Ni se habían pasado el verano reclutando a criaturas mágicas. ¿Era irresponsable ser feliz? Era irresponsable ser ignorante, no feliz.

La tercera generación VWhere stories live. Discover now