No era el típico Gryffindor que se saltaba el toque de queda para perseguir a una chica. De verdad, no lo era. No solía obsesionarse con mujeres que jamás habían mostrado un poco de interés en él. Excepto por dos personas. A una la había olvidado. Y la otra no supo por qué se sentía atraído hacia ella. Rick Carter no era el típico Gryffindor cuyas rodillas flaquearían por una Slytherin. Y, sin embargo, sí que lo era.
Vio a Albus Severus Potter salir del aula de Pociones. Se fijó en su reciente adquirido temperamento y mal humor. Que estaba directamente relacionado con la herida que ocultaba la venda sobre sus nudillos. ¿Le habría pegado otro puñetazo en la nariz a McGregor? Su amigo James no se lo iba a desvelar. Ni Scorpius Malfoy ni Rose Weasley ni Camrin Trust.
Se escondió detrás de un tapiz para que no le viera. Y para que no rebajaran puntos a Gryffindor por su incursión nocturna. Esperó a que sus pasos se hicieran inaudibles para aproximarse a la clase de Slughorn. Se acomodó la corbata del uniforme. Los colores de Gryffindor le indujeron valor.
Hizo notar su presencia con una disimulada tos al entrar al aula. La joven que alzó una ceja intrigada le hizo sentir un nudo en el estómago. Había hablado muchas veces con Camrin Trust, su mejor amiga y -por Godric -lo que tenía que aguantar con sus dilemas, sobre cómo Carter hacía crecer sus sentimientos sin que la otra persona le correspondiera de algún modo. Camrin Trust creía firmemente que procedía del sorprendente bajo autoestima que podía llegar a tener. Según su amiga, se ponía retos imposibles porque sabía que no los alcanzaría. Una excusa para seguir creyéndose un desdichado en ese campo -en el resto de áreas como la amistad, los estudios y el deporte sobresalía, era evidente. Camrin lo había llamado "problemas maternales". Problemas de confianza derivados de la ausencia de una figura materna. Su madre, una muggle que se había casado con un mago, había muerto por una enfermedad muggle cuando Carter tenía unos doce años. Había sido su persona favorita en el mundo. Camrin Trust creía que debía encontrar a una persona que se le pareciera a ella. Una mujer fuerte, independiente y noble. Bueno, aquel psicoanálisis no lo había pedido. Y estaba claro que Camrin estaba remotamente equivocada.
Era un estúpido. Un romántico empedernido. Un enamoradizo. Y no podía evitarlo. Incluso con su construcción física, su atractivo y su seguridad en sí mismo... Cuando se trataba de mujeres, estaba perdido.
Había besado a otras chicas antes. ¡Tenía dieciséis años! Pero no lo había hecho nunca por que sintiera algo más que atracción por ellas. Lo había hecho porque sintió que podía en el momento. En una fiesta de Gryffindor o de Hufflepuff. Y, sí, recordaba sus nombres. Por supuesto, él no tenía una reputación como la había tenido Alexander Moonlight o Monique Jordan. Él las recordaba a todas al día siguiente -pues sus interacciones jamás habían sido fruto del alcohol. Y no era un arrogante que se creyera superior. Les había dicho -en caso de que le preguntaran -que él nunca quería nada serio con ellas. Porque Carter era un romántico y quería una relación con una mujer a la que admirara, conociera y que creyera que era perfecta para él. Desde luego, ni Camrin ni James compartían su opinión. Mucho menos cuando una de esas mujeres había sido Rose Weasley. Aunque no pudo evitar haberse "enamorado" de ella en cuarto curso. Era Rose Weasley.
Tampoco pudo evitar sentirse atraído por aquella Slytherin. Era cierto que siempre la había encontrado atractiva. Pero, desde que Albus Potter comenzó a decirles que fueran amables con ella, Carter descubrió que era una mujer fuerte, independiente y que se preocupaba por los suyos. No cabía lugar a dudas que aquel era el tipo de mujer de Carter. Y el hecho de que fuera simpatizante del Ojo agrandaba su atractivo. Aunque Camrin tenía otra palabra para eso. "Morbo". Tampoco había pedido a un psicoanalista para ello.
Se acercó a ella y esbozó una sonrisa de suficiencia apropiada del diseño del mismísimo James Sirius Potter. Como esperaba, no causó ninguna expresión en Isabella Zabini. Era impenetrable. Siempre había estado en la clase de Carter al estar en el mismo curso académico. Y nunca la había visto con pareja. También podía ser porque todos eran del Ojo y aquello le hacía sospechar de ellos, más que buscar una excusa para integrarse.
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La tercera generación V
RandomLa nueva generación se enfrenta una guerra que se acaba de desatar. Las profecías se están cumpliendo y están favoreciendo a la oscuridad. ¿Les espera un mundo oscuro? ¿O podrán cambiarlo?