Sus ojos eran avellana.
La contemplaban con el mismo temor que lo habían hecho otras veces. Pero aquel temor era diferente al resto. No la temía a ella. Sino a las consecuencias de lo que él estaba a punto de hacer. Vio que dudó. Y su mano fue más rápida. Su voz fue más alta. Su varita apuntó hacia el joven sagaz. Quitándole la vida, antes de que él clavara aquella lengua de hierro sobre su corazón.
No contempló cómo su cuerpo cayó sobre la fría piedra. Ni cómo la batalla se detuvo por un momento. Pero sonrió. Uno de sus magos dio un grito de júbilo. Le habían matado. Habían ganado. Daba igual lo que hicieran en aquella batalla, ella era Invencible.
Lanzó Maldiciones Imperdonables que acabaron con la vida del resto de magos que trepaban por aquella piedra para detenerla. Pero ya era tarde. Alzó las manos al cielo. Lo cubrió de nubes negras. Había llegado su momento.
Saboreó la lluvia que limpiaría, para siempre, toda la suciedad del mundo.
Se despertó con un sobresalto.
Jadeando, se sentó sobre la cama. Buscó frenéticamente la fuente de la voz que ocupaba su cabeza en la tormenta de sus visiones. Jadeaba tanto que sus hombros casi le rozaban los oídos con cada bocanada de aire. Sus manos agarraron las sábanas. Con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos y comenzó a aparecer manchas que nublaron su visión.
Sus visiones nunca la afectaban así. Nunca eran tan devastadoras. Sabía que eran visiones. Aunque le doliera admitirlo. Incluso cuando no se las quería contar a nadie -y solo lo había hecho delante de Ivonne Donovan. La sensación de intranquilidad se había acomodado en su estómago desde que llegó a Hogwarts. Era tan sofocante. Era una advertencia. Siempre lo había sido. Era una advertencia del futuro.
-Lía -Escuchó a su hermana Lola susurrar en la oscuridad del dormitorio.
De repente, otro movimiento en otra cama.
-Lumos -Conjuró Alyssa Finch-Fletchley.
La luz inundó el dormitorio. Una luz cálida que brillaba a través de las diferentes lámparas. Lola y Finch-Fletchley aparecieron detrás de la varita. La presencia de Lola, por desgracia, no hizo nada para calmarla. La puso más nerviosa cuando sacudió sus hombros. Cuando gritó su nombre, al darse cuenta de que estaba en trance. Entre la visión y la realidad.
Sus hombros continuaron subiendo y bajando a un ritmo alarmante. Sus ojos empezaron a sobresalir. Intentó ver más allá de las manchas que deformaron su visión. Y esperó no tener otra maldita de aquellas visiones. De aquella oscuridad. De aquellas muertes. Torturas. Sangre. Lágrimas. Súplicas. Ejecuciones.
-Brooks, ¿estás bien?
No podía responder. Seguía jadeando. Su aliento traqueteaba en su gargante mientras luchaba por conseguir suficiente aire para mantenerse consciente. Pues no quería volver a revivir nada de aquello.
En aquello consistían las torturas de Ivonne Donovan. En hacerle vivir cada detalle de aquel futuro. Para convencerla de que debía morir. Y cada minuto que pasaba viva, debía recordarse que su madre se había sacrificado por ella. No podía caer en la tentación de acabar con todo como le pedía Ivonne Donovan. Aún no sabía si era un acto de cobardía o de valentía. Ivonne Donovan le había enseñado el futuro que podía producir Cornelia Brooks. Cornelia Brooks aún no sabía qué hacer al respecto.
Pero cada vez que lo vivía... Cada vez era más difícil saber qué fácil podría ser detenerlo.
-Lía, ¿qué ocurre? -Preguntaba Lola frenéticamente.
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La tercera generación V
De TodoLa nueva generación se enfrenta una guerra que se acaba de desatar. Las profecías se están cumpliendo y están favoreciendo a la oscuridad. ¿Les espera un mundo oscuro? ¿O podrán cambiarlo?