Capítulo 5: Carne de mi carne

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-¿Qué? ¿Qué pasa? -Janet Rossen sonaba preocupada.

No era como si no estuviera montando un drama por todo aquello, ¿no? Le había cogido de la muñeca y la había retirado de Coleman y de Trust para acercarla hacia ella y hacia la salida de la Sala Común. Podía también añadirse el hecho de que Rose Weasley sintiera los nervios a flor de piel. En cualquier otra circunstancia, habría acudido corriendo a Alice. Pero su mejor amiga ya no estaba en Hogwarts. Y no era una situación que podía debatir con Albus. Y, bueno, el otro primo en el que podía confiar para ese tipo de cosas -James -estaba bastante ocupado como para molestarle con sus tonterías.

Por eso había acudido a Janet Rossen. Había sido, después de todo, la única amiga que tenía en Gryffindor. Pese a que no eran verdaderamente amigas. No era su mejor amiga. Y seguramente Janet prefería estar con Coleman y Trust a sucumir a los dramas de Rose Weasley. Y, sin embargo, nunca le había negado tiempo.

-Es mi primera ronda nocturna con Malfoy -Silbó entre dientes.

No había que ser un genio para saber que aquello significaba que un conflicto de la talla de la Batalla de Hogwarts podría desencadenarse en las próximas horas. O al menos eso era lo que Rose pensaba desde que Malfoy le dejó bastante claro que pensaba que era la peor persona en pisar Hogwarts desde Tom Ryddle.

-Oh, es verdad -Dijo Janet. Con entusiasmo. -Suerte que puedes compartir horas y horas con el chico más guapo de nuestro año... -Murmuró, haciendo pucheros.

-Va a terminar en un baño de sangre -Gimió desconsolada Rose, frotando su frente.

Janet Rossen rodó los ojos. Olvidaba por completo que era una de las personas más desepseradamente optimistas del universo. ¿Por qué era su amiga?

-Estarás bien -Le prometió, frotándole el brazo. -Es agradable y todos los de primer curso le han adorado.

Su razonamiento no ayudó en absoluto, pues no quería recordar cómo Malfoy había manejado con suma naturalidad a los irritables niños de primero que se perdían cada dos por tres en los pasillos y acudían a ellos entre lágrimas. Rose nunca había tenido problemas con aquello y supo lo ensimismada en sí misma que había estado desde que llegó al castillo. Scorpius Malfoy, por el contrario, parecía simpatizar con todos ellos y simular una perfecta figura paternal -pues, como recordaba a diestro y siniestro Albus, tenía una hermana de dos años, después de todo. Por ese motivo, Rose siempre huía de los de Primero y maldecía el día en el que tuvo que ser Prefecta con Malfoy. Era evidente que estaba demostrando que Rose Weasley no estaba tan preparada para ser Prefecta.

-¡Pero me odia! ¡Lo sé! ¡Preferiría morir abrasada por el fuego infernal a tener que hacer rondas hoy con él!

Janet se estremeció. No miraba a Rose. Más bien a un punto detrás de ella. Hizo una mueca de disculpa. Y se encogió levemente de hombros. Era como si quería que se la tragara el universo.

Fue entonces cuando alguien se aclaró la garganta detrás de Rose Weasley. Se giró para ver a Scorpius Malfoy erguido sobre ella. Con los brazos cruzados sobre su uniforme de Gryffindor del que sobresalía su insignia de Prefecto. Tenía una expresión indescifrable. La que quería hundirse en las profundidades del universo en ese instante era ella.

-Bien -Dijo Malfoy simplemente. -Es hora de nuestras rondas -Anunció, señalando con la cabeza la salida de la Sala Común. Rose miró hacia Coleman y Trust, quienes habían dejado de hablar para fijarse en el intercambio de los mundialmente conocidos archienemigos de Gryffindor. -A menos que prefieres morir abrasada por fuego infernal.

Salió por el Retrato de la Dama gorda antes de que siquiera Rose pudiera contestar con algún contraargumento ingenioso -afortunadamente, pues no tenía ninguno en mente.

La tercera generación VWhere stories live. Discover now