Cuando despierto, Tom no está a mi lado. Miro a mi alrededor y de repente me siento como si hubiese regresado a mi infancia, entre aquellas noches que pasaba con mis primos, y con el tiempo, lo mucho que nos hemos perdido los unos de los otros.
Veo que se abre la puerta y entra Tom con una bandeja que me deja encima de la cama.
—¡Felicidades, Elise! —dice alegremente—. ¿Qué mejor manera de empezar el día que con un desayuno en la cama?
—No me lo esperaba, muchas gracias, Tom —le digo sorprendida. Me da un abrazo enorme y sonrío.
—Diecinueve, ¿no? —me dice—. Pero que sepas que siempre seguirás siendo más pequeña que yo, prima. —Me gusta tener a mi lado al Tom bromista que sin proponérselo me hace sonreír.
—¿Qué te parece si después de desayunar vamos a ver a Pablo?
—Estaría genial, y ya que nos viene de paso podríamos ir por los huertos antes de llegar al bosque.
—Hoy es tu día, así que iremos donde quieras —dice sentándose a mi lado.
—Echaré de menos ir en bici —miro hacia la silla de ruedas y, con todo, sonrío.
Desayunamos y después salimos de casa. Apenas son las nueve de la mañana y ayer me quedé viendo la película hasta tarde, ¡hasta me llegué a emocionar en el final de la película! Aunque ahora tengo mucho sueño, pero la alegría de volver a ver a Pablo es mayor que el cansancio.
El aire fresco de la mañana me ayuda a despertarme. Vamos pasando por las calles a medida que voy recordando caminos que había dejado atrás. Todo está como en mis recuerdos, ahora hay más árboles que nos rodean, pero el camino es el mismo.
A estas horas, el pueblo aún está despertándose, todavía recuerdo todas las mañanas en las que con el amanecer salía de casa para ver el despertar del pueblo.
La gente me mira, algunas personas me recuerdan, otras simplemente no saben quién soy. En un pueblo, la mayoría de gente se acostumbra a conocer entre sí, y por ello no me sorprende que teniendo en cuenta mi estado actual la gente que me conocía se sorprenda al verme.
Oigo algunos murmullos, la gente y sus chismes habituales. Aunque no quiero, no puedo evitar escuchar algunas conversaciones ajenas, que dicen cosas como: ¿Esa no es Elise, la chica de la ciudad que siempre pasaba los veranos con sus tíos? O también: ¿Qué le habrá pasado?
Paro de escuchar las conversaciones de la gente que pasa por mi lado, algunas de las cuales me saludan, otras simplemente me ignoran, algunas por vergüenza, pero principalmente porque ha pasado mucho tiempo.
En unos minutos llegamos a casa de Pablo y cuando sale de casa no se cree a quién está viendo.
—¿Elise? —pregunta confundido cuando abre la puerta.
—¿Quién esperabas que fuera, Pablo? —le recrimina Tom cuando ve su reacción.
—Perdón, pero es que... ¡estás muy cambiada! Apenas te he reconocido. —Y cuando finalmente reacciona me abraza y me invita a pasar a la casa. Tom va detrás de mí y le llama la atención.
—¿Y a mí no me saludas?
—Lo siento, es que no esperaba verla de vuelta —dice—. Aún no creo haberte vuelto a ver. —Repito una vez más la historia y después me pregunta—: ¿Durante cuánto tiempo irás en silla de ruedas?
Tom se apresura a responder por mí:
—Seguramente hoy no prefiere hablar de ello —y a continuación le dice con un gesto que calle.
ESTÁS LEYENDO
365 días para cambiar (Vuelta a Wattpad por tiempo indefinido)
SpiritualNo llores por lo que perdiste, lucha por lo que te queda. No llores por lo que ha muerto en ti, lucha por volver a renacer. No llores por quien se ha marchado, lucha por quien está contigo. No llores por quien te odia, lucha por quien te quier...