A Jotaro le llegaron las risitas antes del aviso. Que una pareja de modelos había ido a visitar a su esposa. Que el hombre llevaba un atuendo con las mangas abullonada y pequeñas borlas en ellos negro que solamente hacía brillar más un rizado cabello dorado le hizo saber en el acto de quien era la visita, no conocía a mucha gente capaz de mezclar ese estilismo y sonrojos femeninos.
Llevaba un par de meses trabajando en un proyecto conjunto en la Fundación Speedwagon y Seaworld, lo cual era estupendo porque le daba la oportunidad de pasar más tiempo con Anne. Volver a vivir en Florida después de tantos años vagando por el mundo era raro, pero se estaba acostumbrando. Su vida habría sido algo así de no haber sido por vampiros locos y stands. Se levantó y fue buscando la fuente de las risitas y les preguntó directamente por su hija y el novio de esta. Sí, la chica guapa alta y el rubio extraño, no guapo. Sí, era su hija, aunque la fotografía que tenía en la mesa era de cuando tenía siete. En el despacho de Anne, ya sé donde cae, no hace falta que nadie me acompañe.
También había risas dentro de ese despacho, solamente que esas risas no le resultaban irritantes y le hicieron suavizar la propia expresión de su rostro. Su hija se encontraba tirada en un mar de risas junto a su mujer, el italiano sonreía cómodamente apoyado contra su hija. La ligera esperanza de que fueran a comunicarle que Jolyne volvía a Florida después de terminar sus estudios en Italia se desvanecía.
Llevaba ya cuatro años esperando eso, pero no había manera. Cada vez que la veía, a pesar de que su humor mutase, sus sentimientos parecían inalterables. Su lado racional le decía que su hija estaba feliz y que desde el infierno que los estuviera viendo, Dio tenía que estar rabiando viendo como su perfecto proyecto había convertido una mafia en poco más que una asociación de caridad y bienestar de sus vecinos y protegía a los indefensos. Como poco a poco estaba acabando con el crimen organizado desde dentro con mayor eficacia que ninguna institución legal había hecho. Su parte racional le decía que Giorno era una buena persona y que si le diese una oportunidad le caería estupendamente. Pero eso era hasta que veía como sus ojos no dejaban a su hija, claro.
-Papá -Jolyne se levantó y fue derecha a subirse sobre él en un abrazo, algún día le iba a hacer daño en la espalda, pero aun no era ese día- Íbamos a llamar, pero al final preferimos dar la sorpresa. Mamá me estaba diciendo que puedo ir a ver el nuevo delfín que nació el mes pasado.
Con los ojos verdes brillantes de entusiasmo por un pequeño delfín, en sus brazos, Jolyne volvió a tener de nuevo siete años. Incluso llevaba una enorme camiseta de la tienda de regalos. Claro, no sabía que era porque en el último minuto se había dado cuenta de que quizás su camisa transparente con una bralette no era algo que su padre apreciaría demasiado, pero eso él no tenía porque saberlo. La persona que la iba a llevar a ver el delfín fue y cuando Jotaro iba a seguirla, Anne le pidió que esperase. Giorno al parecer tenía que hablar con ellos.
-Quería hablar con ustedes antes de hacer lo que tengo planeado y pedirle ayuda a usted, Anne -comenzó Giorno haciendo que la bióloga diese una saltito emocionado desde su asiento- En el último año la conversación sobre el matrimonio ha empezado a surgir y creo que ya va siendo hora de dejar las palabras vacías y proponérselo.
-¿Y si me niego? -le respondió Jotaro.
-Bene, es una suerte que se lo esté proponiendo a Jolyne, no a usted -bebió un sorbo del horrible café instantáneo en ese vaso desechable con la misma expresión que lo haría con una deliciosa taza de capuccino- Estoy informando, no pidiendo permiso, docttore Cujoh. Y ambos sabemos que en el fondo irá felizmente a entregarla en el altar. Con respecto a usted, mi querida Anne, necesito ayuda para comprar un anillo pues me ha dejado caer que si es espantosamente caro no lo aceptará y no veo nada digno que no lo sea, osea que quizás un consejo materno...
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El bello y la bestia (Giorno x Jolyne)
FantasíaPuedes ser el jefe de la mafia y aun así tener miedo de tu suegro. Aunque primero debes conseguir que la dama acepte, claro. No puede ser más difícil que ser el jefe de Passione, ¿verdad?