―Chapter Twenty Four―

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CHAPTER TWENTY // FOUR

▶ 𝘊𝘢𝘵𝘩𝘦𝘳𝘪𝘯𝘦 𝘙𝘰𝘭𝘭𝘪𝘯𝘴 ◀

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La alarma sonaba con insistencia dando aviso de que un nuevo día estaba a punto de comenzar.

A duras penas, estiro el brazo, por debajo de las cobijas, hasta llegar a aquel ruidoso aparato y apagarlo. Cerró los ojos nuevamente con claras intenciones de continuar en brazos de Morfeo, pero su plan fue rápidamente saboteado por el ronquido que un mastodonte estaba dándole directamente en el tímpano.

Abrió los ojos y volteo para ver detenidamente el cuerpo, desperdigado, de aquella horripilante criatura, las cobijas solo tapaban la mitad de su cuerpo haciéndole ver que se encontraba en ropa interior, otro ronquido salió de su boca aturdiéndola.

Bufo

Quería seguir durmiendo porque hoy debía trabajar en la noche cosa que, habitualmente, no le molestaría tanto si no fuese porque debía cubrir la horas de aquel que estaba roncando en su oído.  

—¿Qué pasaría si tan solo?—se acerco sosteniendo la almohada dispuesta a asfixiarlo—No, no—se aparto—Bueno...no, no, no—suspiro dejando la almohada en su lugar

Tras prepararse, y tomar a Malta, salió de la casa y subió al auto para dirigirse a su sendero favorito dispuesta a hacer sus ejercicios matutinos, un nuevo habito que el Dr. Robinss había exigido que tomase. Corría cada vez que podía, adoraba el aire fresco, la playa, el sol y, sobre todo, la compañía de su hiperactiva bola de pelos.

Malta, la revoltosa mestiza, había comenzado su adiestramiento hacía un par de días y, al ser muy hiperactiva, sus entrenadores le aconsejaron que saliera a correr con ella, ya que aquello les facilitaría mucho más las cosas cuando quisiera enseñarle algún truco nuevo.

Se detuvo claramente exhausta, tras estar corriendo por un buen rato, apoyo las manos sobre sus rodillas intentando recuperarse para continuar, pero al no conseguirlo suspiro frustrada. Coloco su dedo anular y medio bajo el ángulo de su mentón mientras observaba el reloj de su muñeca cronometrando, así, sus latidos.

—Bien, creo que es momento de sentarnos un rato—viendo a su cachorra

Camino hacia el auto para sacar su bolso, volvió y se sentó sobre la arena a unos metros del agua para aventarle la pelota a Malta quien corría para alcanzarla sin importarle, en absoluto, quien o que se atravesará en su camino, aun le costaba devolverla y hasta gruñía cuando se la sacaban, pero con el tiempo aprendería a ser dócil.

Lex se la saco de un tirón y la aventó una última vez sin percatarse de que una joven pelinegra, que corría por la orilla, estaba en su camino.

THE OCEAN - Steve Mcgarrett - [EN EDICION/ 2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora