—¿Estás bien?
La voz. Esa maravillosa voz que lo había arrullado por noche enteras y le permitía conciliar el sueño nuevamente, lo despertó. Una serie de pesadillas que no eran más que crueles recuerdos, lo habían tenido al borde y Harry estaba junto a él acunándolo en sus brazos.
—¿Lou?
No dijo nada. Se aferró a él y se permitió sentirse pequeño, sostenido. Se permitió sentirse querido.
Tal vez sólo fue la bruma del sueño que lo hizo apegarse más al cuerpo cálido que lo sostenía en medio de la noche.
—No dejes que vengan por mí.
Su ruego, al igual que su voz, estaba roto. Era casi desgarrador para cualquiera que lo escuchara.
Harry lo abrazó con más fuerza, dejando que su cuerpo meciera el del más delgado.
—Ellos vienen por mí. Sé que lo harán. —Repetía una y otra vez. Como un mantra que debía recordar. Una verdad que no tenía permitida olvidar.
—Nadie vendrá, Lou. Yo estoy aquí. —Trató de calmarlo. Los sollozos disminuyeron paulatinamente mientras él acariciaba el suave cabello de Louis, quien había dejado de temblar—. Nadie va a hacerte daño, lo prometo.
Louis no supo cuando volvió a caer rendido por el sueño, pero despertar entre los brazos de Harry fue algo totalmente diferente. Miró como su pecho se elevaba al ritmo de su respiración calmada. Los rizos caían sobre su cara, cubriendo su ojo derecho.
Pensó que fácil sería para cualquiera acabar con él en ese estado.
De repente, se sintió paranoico.
Él no iba a matarlo. Simplemente no podría. Sería en vano.
Pero tenía que decírselo.
Harry salía todos los días de casa, creyendo estar a salvo cuando lo más seguro es que existían ojos acechantes que vigilaban cada paso que daba. Armas cargadas y dedos deseosos por presionar el gatillo, cegado su vida.
Louis no iba a permitirlo.
—Buenos días. —La voz ronca de Harry lo hizo volver a la realidad. Sonrió en respuesta, consciente de su cercanía.
—Buenos días.
—¿Domiste mejor? —La preocupación no estuvo presenta solo en su voz sino también en su rostro y Louis no pudo ignorar ese hecho.
—Mucho mejor, gracias a ti.
No esperaba el rubor suave en las pálidas mejillas del magnate.
—No hay de qué. —Sonrió de lado, un hoyuelo revelándose sólo para él. Se giró para comprobar la hora en su teléfono y miró a Louis—. Es hora del desayuno, ¿vienes o prefieres tomarlo aquí?
Louis negó de inmediato.
—Voy contigo.
—Bien, yo uhm, iré a mi habitación a cambiarme.
—Sí, está bien.
Una vez Harry abandonó el lugar, Louis tomó una ducha esperando que el agua se lleara consigo los malos recuerdos convertidos en pesadillas. Cuando bajó al comedor, vestía pantalones de chándal y una camiseta igual de holgada en contraste con el traje que llevaba Harry.
—Por cierto, ¿qué hace tu empresa? —Preguntó Louis durante el desayuno—. Sé que fabricas armas y es algo completamente diferente a lo que hace tu padre. Pero ¿a quién se las vendes?
—¿De dónde salió tanto interés? —Le preguntó Harry con diversión.
—Es sólo que nunca hemos hablado de eso y tenía curiosidad. —Louis se encogió de hombros y tomó un sorbo de su café—. Está bien si no quieres decirme, de todos modos.
—No es eso. —Harry negó casi tan pronto como la frase abandonó los labios de Louis—. Es solo que fue inesperado.
—Bien.
—Yo, uhm, sí fabrico armas. Normalmente las vendo a distintos gobiernos.
—¿Normalmente?
—Sí. —Su ceño se frunció, pensando su siguiente frase con cuidado—. Yo no estoy del todo inmerso en las contrataciones o las ventas, sabes. De eso se encarga Hector.
—¿Quién es?
—El vicepresidente. Ha sido un buen amigo desde que comenzamos en este negocio.
—Ya veo...—Asintió Louis mirando la tostada a medio comer de Harry, que había sido abandonada hace un rato—. ¿Te vas a comer eso?
Harry rió, y Louis encontró su risa encantadora a esa hora de la mañana.
—Toda tuya. —Aceptó Harry, extendiendo el plato hacia él—. Ya tengo que irme, Lou. Nos vemos en la noche.
—Sí, hasta luego. —Se despidió antes de darle un mordisco a la tostada. A Harry le pareció la escena más tierna que había visto así que se acercó y besó la mejilla del chico.
—Adiós.
Louis lo vio alejarse, y recordó sus pensamientos de la mañana.
Luego de un largo de día de prácticamente no hacer nada, comenzaba a aburrirse de su nueva rutina. Entonces decidió usar el teléfono que Harry le había dado y comenzó a investigar sobre la empresa del rizado. Sabía que había algo sucediendo en particular que había provocado a Mendes en primer lugar.
Si algo sabía Louis, era que el mafioso no asesinaba a nadie al azar. ¿Qué era aquello que lo hacía querer que acabara con él? Louis sabía que podía hacerlo él mismo, pero necesitaba mantenerse lejos de los federales que ya estaban pisándole los talones.
Necesitaba un chivo expiatorio. Y Louis era perfecto.
Navegando por la página encontró varias fotos. Una en particular llamó su atención. Estaba Harry en medio de un numeroso grupos de hombres trajeados. Se veía hermoso, pensó Louis. Sin embargo, no fue Harry quien hizo que se detuviera para mirar la fotografía con más detalle.
A su lado, un hombre de tez pálida y ojos marrones sonreía a la cámara. Louis lo había visto varias veces hablando con Mendes. No solo en el bar, también había ido a la mansión.
Leyó la descripción de la foto que nombraba uno a uno los socios de la empresa de Styles.
Hector Jones, vicepresidente.
Recordó la conversación que tuvo en la mañana. Y recordó también la primera vez que escuchó ese nombre, no de manera directa.
Todavía caminaba con cierta libertad por los pasillos de la gran casa cuando pasó cerca de la puerta entreabierta de la oficina de Jason. Discutía con alguien por teléfono y Louis se apresuró a esconderse.
Un nombre atravesó la puerta en medio de frases encolerizadas.
—No me interesa si no te da el acceso, Jones. ¡Consigue lo que quiero o tendremos problemas!
Louis se alejó tan rápido como pudo de ahí. Había aprendido que era mucho el mejor no saber ciertas cosas. Sin embargo, el robo que sucedió días después a dos camiones blindados orquestado por Mendes, tenía una particularidad.
Nuevas armas.
Más poderosas. Más eficientes. Indetectables.
Lo escuchó de Mariana cuando conversaba con Elena en la cocina.
Volviendo al presente y con los ojos puestos en la fotografía, Louis supo por qué Mendes deseaba terminar con Styles. O más bien, por qué Jones quería terminar con la vida de su amigo.
Y más que nunca, deseó que llegara la noche. Sin importar las consecuencias, Louis tendría que advertirle a Harry.
Alguien tenía que cuidar su espalda.

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Gold Price |L. S.|
Fiksi PenggemarLouis Tomlinson, experto en el arte de la manipulación, ha conseguido todo lo que alguna vez pudo desear. Sin embargo, el precio por ello ha sido muy alto. Las joyas le han costado su vida en manos del tratante de blancas que lo compró, hace ya diez...