Capítulo 26

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— ¿Me acompañarás?

— Estamos en noviembre ¿no crees que es pronto?

— Tal vez, pero una tarde pase por ese lugar y apenas la vi, sentí que era perfecta para él. — Hace unas semanas, luego de mis entrenamientos. Estaba caminando por las calles y pare en una tienda de música donde me enamore de una guitarra eléctrica de color rojo. Cuando mis ojos la vieron, sentí una punzada en mi corazón que me decía lo perfecta que sería como regalo de cumpleaños para Ethan.

— Está bien. — Sam no dejaba de tocarse la panza—. Siento que cada segundo crece más y más.

Me acerqué a ella y acaricié su tripa.

— Espero que no seas igual que tú madre. — Susurre cerca de ella.

— Escuché eso, zorra. — me golpeó en la cabeza—. No ha nacido y tú ya eres una mala influencia para ella.

— Será la influencia más sensata que esa cosa pueda tener.

— No es una cosa, Kat. — me corrigió, levantándose y agarrando su bolso—. Es un monstruo.

Me reí por la forma en que se refería a su parasito.

— Será un bello monstruo. — Confesé con ternura.

— Que sentimental te has vuelto. Vamos.

Tomamos un taxi para llegar a la tienda de música porque Sam ya se estaba quejando de tener que caminar con una persona diminuta dentro de ella.

Al entrar, corrí como una niña pequeña para encontrar la guitarra y agarrarla con mis manos.

Al verla solo podía imaginar la cara de Ethan cuando se la entregara. Como inundaría el apartamento con sus canciones y su voz. Imaginar su silueta en el suelo de la sala, con los pies descalzos y el cabello revuelto. Cantando y escribiendo en su cuaderno frases que se le ocurrían en momentos que después convertía en rimas para sus canciones.

Esa imagen era todo lo que necesitaba en mi vida.

— ¿Es esa? — Preguntó Sam al aparecer junto a mí.

— Si ¿Qué tal?

— Cuesta una fortuna.

— Es por la marca, pero no importa.

Era una Reverend Reeves, pero me encantaba su color, su forma, todo. La necesitaba para él, sin importar el precio.

— Quebraras.

— No exageres. — le dije—. Tengo ahorros suficientes y él ha hecho mucho por mí, esto es lo menos que puedo hacer.

— Amiga mía, te perdí. — Su mano palmeó mi hombro.

Tomé la guitarra y pagué en la caja. El chico que me atendió me explico unas cuántas cosas sobre el cuidado y yo le respondí que era un regalo así que no entendía nada de lo que me decía. Se burló y luego me aseguro que podría volver si tenía alguna duda sobre el funcionamiento. Ambas le agradecimos y salimos del lugar.

— ¿Algo más que le compraras antes de quedar en bancarrota?

— Yo soy la exagerada de la amistad. — Le recordé.

— Pues exageraste con ese regalo.

— Cállate. — era el regalo perfecto—. También llevo algunos días escribiéndole una carta ¿muy cursi?

— No. Es lo que quieres expresar.

— Si.

— Puedes escribirle como te sentiste desde el primer segundo junto a él.

Lejos de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora