Epílogo

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Sam gritaba a causa del dolor y las contracciones.

George tenía su rostro más pálido que de costumbre. Cargábamos al elefante rubio desde la carretera hasta la sala de urgencias del hospital.

— ¡Voy a morir! — Gritó en medio de quejidos.

— No seas exagerada rubia.

Me lanzo dagas con sus ojos.

— ¡Malditos! ¿Por qué no son ustedes los de la vagina?

Reprimí alguna estupidez porque estaba en un momento crucial para su vida.

Ella apretaba la mano de su esposo con tanta fuerza que George hacía muecas mientras caminábamos con prisa.

— Tranquila cariño. — beso la frente de Sam antes de que una enfermera se la llevara en silla de ruedas hasta la sala de parto y yo podía partirme de risa viendo la cara de mi amigo.

— Imbécil. — Me dijo.

— Calma, hermano. — le di una palmada en su hombro—. Estarán bien.

— ¡Mierda! Seré padre.

— Eso ya no es una novedad. — Respondí entre risas.

— Cállate. — Me ordenó.

— Estoy intentando despejar el ambiente.

Aunque George no controlaba sus nervios. Se levantaba cada quince segundos de la silla y corría por todos lados.

— George, para. Ya me tiene mareado.

En ese momento apareció una enfermera.

— ¿El esposo?

Me miro a mí, pero yo señalé de inmediato al rubio.

— Señor, acompáñeme. Su esposa quiere que esté presente.

— Me voy a desmayar.

Tome a George por los hombros para que me mirara fijamente.

— No seas un estúpido y entra ahí con la rubia. Te necesita, tú puedes. Además, tu pequeño monstruo está a punto de ver la luz

Asintió y corrió detrás de la enfermera.

Yo me quede en ese pasillo. Creando suposiciones.

¿Cómo sería si estuvieras aquí? ¿Qué dirías?

Estaba solo en ese pasillo pensando en ti.

Me encantaría poder estar hablando contigo en este momento. Pensando en nombres tontos para él o ella. Teniendo una de nuestras tantas extrañas conversaciones sobre el destino, la vida y la muerte.

Quiero estar contigo, Kat.

Hace poco termine de ver Gilmore Gilrs y llore por el final, por no haberlo visto contigo. Cuando lo veíamos juntos, la mayoría del tiempo terminaba viéndote a ti. Tu sonrisa y la forma en que arrugabas tu nariz cuando reías.

Decías que no eras perfecta, pero ante mis ojos te sobraba perfección.

No cambiaría nada de lo que pasamos juntos porque aprendimos. Cometimos errores juntos y salimos de ellos. Yo estoy intentando salir de ellos.

Sé que siempre estarás conmigo y tú amor es todo lo que necesito.

Mi cama en Melbourne se siente vacía sin ti. Pero pronto terminaré la universidad y viajaré por el mundo, tomaré fotografías de todo lo que vea, dejaré una marca que nos identifique en cada lugar y superaré todo, Kat.

Lo haré por nosotros, por nuestro presente, por mi futuro y nuestro destino de reencontrarnos.

Estoy cumpliendo todo lo que te prometí un día. Recuerdo tus besos cada mañana y no paro de ver tus fotografías, pero tú sabes que ya no estoy sufriendo. Resisto por ti y por mí.

Porque no quiero decepcionarte.

— ¡Ethan! — mis pensamientos son interrumpidos por los gritos de George—. Ven que ya nació.

Me levanté y corrí hacia él. Me guío hasta la habitación en donde se encontraban.

— ¿Qué es? — Pregunté antes de entrar.

— Debes verlo por ti mismo. — Estaba tan feliz y yo me sentía feliz por verlos. Me empujó a dentro.

Mis ojos viajaron por el rostro de la pequeña con el ceño fruncido y ojos azules. Me recordó tanto a ti.

— ¿Cómo se llama?

La pequeña criatura tomaba con su manito el cabello de Sam, quien estaba con sus mejillas sonrojadas tal vez por lo que tuve que aguantar, pero con una gran sonrisa en sus labios. Sus ojos le brillaban, igual que los de George.

— Kat. Se llama Kat. — Respondió.

Algunas lágrimas se deslizaron por el rostro de Sam, quien no dejaba de ver a su pequeña. Estaban creando una gran conexión en ese instante. Una conexión como la tu y yo. Como Sam y tú. Como George y yo

— Es el nombre perfecto para ella. — Respondí, George se acercó y palmeó mi espalda, sonriéndole a su esposa y mirando a su hija.

Los ojos azules de Kat encontraron los míos. Era la bebe más hermosa que había visto y sus ojos me recordaban tanto a ti.

Me sentía entre una familia y estaba feliz. Todos lo estábamos. No había razones para sufrir en ese momento porque cómo lo dijiste alguna vez:

Todos estamos rotos en algún punto de nuestra vida, pero eso no te hace menos importante. Corre, llora y sonríe. Logra todo lo que tienes en la mente y en algún momento tus pedazos brillarán con tanta intensidad, que las personas se enamorarán de aquel espejo roto... como yo me enamore de ti.

Y ahí. En esa habitación de hospital, te recordamos con alegría, te extrañamos con cariño y yo estaba aprendió a vivir teniéndote lejos de mí.

Lejos de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora