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—¿Crees que despierte? —le pregunto a Justin, mientras él observa con sus cejas fruncidas a su amigo. Parecía estar durmiendo por su aspecto tan tranquilo, pero la sonda que trabajaba por sus pulmones rompía cualquier ilusión de que Bryce estaba bien.

¿Estaría él vivo? ¿Consciente? ¿Qué sentiría? ¿Podría escucharnos a nosotros hablarle?

—No lo sé —niega con la cabeza —. ¿De verdad él... estaba cambiando?

—Tú y yo somos los que más lo conocíamos, realmente debes creerme cuando te digo que he conocido un nuevo Bryce —le explico nuevamente —. Uno que me recuerda mucho a cuando éramos niños, a cuando prácticamente decidió que te adoptemos o cuando estuve con el yeso y cuidó de mí día y noche.

—Ese maldito Bryce —dice sonriendo, mientras apoya su mentón en una de sus manos. 

—¿Cómo está Jess? —pregunto con curiosidad —. Digo, si sabe que estás aquí.

—No está contenta, pero entendió por qué quería venir —responde él.

—¿Crees que me perdone? Con todo esto que pasó, yo fingí ante ella no querer saber nada más con Bryce y la realidad es que él y yo estábamos trabajando juntos con un terapeuta.

—Jess es especial, se mete en las causas que le parecen justas —comienza a hablar, mientras vuelve a observar a mi hermano —. Creo que finalmente entenderá lo que tú pensabas en ese momento, quizás te perdone o quizás no realmente eso no puedo garantizarlo. Pero, sí déjame decirte que si puede convivir conmigo visitando a Bryce, también podrá hacerlo contigo.

—No, no creo que me perdone —murmuro —. Jess jamás me perdonaría haberle ocultado esto, ahora ya no hay vuelta atrás. En fin, no quiero seguir deprimiéndome, ¿vamos por un café?

—Claro.

Justin y yo bajamos a la cafetería. Ésta estaba provista de un carrito de café que deambulaba en todo el hospital en horas de visita, sillones cómodos para las familias numerosas, una pequeña área de juegos para los niños, y una docena de mesas.

—Tráeme uno americano, por favor.

—A tus órdenes —responde, mientras recibe el dinero que le extiendo —. ¿Nada más?

—Sí, quizás algo con mucha azúcar para pasar la tarde.

Justin asiente ante mi pedido y se aleja hasta el carrito, que era atendido por una señora con el cabello gris de las canas y una sonrisa muy amable. Él volvió pocos minutos después, por lo que ambos nos tomamos todo el tiempo del mundo para poder merendar sin ningún remordimiento y sin hablar sobre el tema Bryce.

Una vez que terminamos de ponernos al día entre sus materias y temas triviales para distraernos, volvemos hacia el primer piso ya que Justin debía irse. El horario de visitas había terminado, y si bien podía pedirle a las enfermeras que me dejaran tener compañía, no sería tan egoísta.

—Aquí nos separamos, Clay no sabe que estoy aquí y creo que debería decírselo —se despide, mientras bajamos las escaleras para llegar a la planta baja del enorme edificio.

—Espero que no se moleste —le respondo, para luego abrazarlo —. Gracias por venir, Justin, mi madre está más metida con las denuncias para saber qué pasó y me dejó sola en el hospital. 

—Sabes que siempre puedes contar conmigo, engendro del demonio —ríe él en cuanto nos separamos —. Trataré de mantenerte al tanto con la tarea. ¿Segura que vas a estar bien sola? ¿Por qué no le dices a Jeff o a Zach que vengan a quedarse contigo?

Game Over - Zach DempseyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora