MI BEBÉ

EL FIN ESTA CERCA

                                CAPÍTULO 29

Piper

Llego a mi auto y subo mi maleta. Estoy por subir al asiento de piloto, y escucho un estruendoso sonido, como de un saco de papas cayendo al suelo.

We never learn, we been here before
Why are we always stuck and running from
The bullets?
The bullets

( Nunca aprendemos, hemos estado aquí antes
¿Por qué siempre estamos atascados y huyendo de
¿Las balas?
Las balas ).

Pero no siempre le hacemos caso a nuestro corazón, y dejamos todo de lado.  No siempre perdonamos a quien más amamos.

Finalmente decido girar, y el amor de mi vida está en el suelo, totalmente desconectada del mundo. Todos los vellos de mi cuerpo se erizan, y un terrible miedo de perderla inunda mi ser.

No puedo perderla. No a ella, es lo único que tengo, y la amo con todo mi jodido corazón.

El mundo se detiene, ya siento que mis ojos no botan agua, si no que lloran sangre.

Doy un grito de espanto, reaccionando a la imagen del cuerpo de Alex en el suelo.

Su cuerpo flácido yace desganado en mis brazos y siento que mis cuerdas vocales se partirán.

¿Su corazón no soportó todo ese dolor desgarrador?

Algunos vecinos salen de sus casas, curiosos por los gritos.

Alex tiene sus ojos cerrados como, si estuviese soñando.

Como quisiera que esto sea un sueño.

— Señorita. — Una voz masculina, junto a una mano que sacude mi hombro lentamente, me despiertan.

Abro los ojos lentamente encontrándome con una luz blanca y una persona vestida de igual forma. Es el doctor que está tratando a Alex.

— Doctor.– Me acomodo rápidamente.– ¿Cómo está Alex?— Mis estómago es un manojo de nervios, nuevamente.

— Srta. Chapman, lamento decirle que su amiga está en grave peligro. — Algo dentro de mi explotó, y no de alegría.

— ¡Qué!– Grito, ¿Éste tipo me está tomando el pelo?– No entiendo.— Me siento nuevamente, con la mirada puesta en él.

Sólo fue un desmayo, eso fue lo que me explicaron, y gracias a eso me tranquilicé. No me cabe en la cabeza, el hecho de que me diga esto ahora.

— Verá, la Srta. Vause, tiene un pequeño tumor maligno creciendo en su cerebro. — ¡Joder!, Esto no me puedo estar pasando a mi.

Caigo en el asiento desplomada.

— ¿Desde cuándo?— Llevo las manos a mi cara, mis ojos ya no soportan más la tristeza que caen de ellos.

— Es de más o menos unos meses. — El hombre de expresión seria y seca, se sienta a mi lado al verme caer.  — De casualidad ¿A tenido algunos síntomas como mareos u otros?—Recuerdo la primera vez que se desmayó, pero ella me dijo que iría al médico.