I. Encargo

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Desde el momento en que decidí desviarme del camino y adentrarme de lleno en este negocio, donde no tendría retorno o una vida normal, estaba consciente de los riesgos que esto traería consigo. Todo lo que me rodea es oscuridad, sangre, traiciones y mentiras. Dicen que todo lo malo que se hace, tarde o temprano se paga. Ahora me toca vivir en el infierno, en el que probablemente me queden menos de 24 horas de vida. 

Dos semanas antes:

Al bajarme del camión me encuentro con un pasillo que tiene dos verjas muy altas a cada lado y al frente varios portones con cerraduras electrónicas. La oficial que me estaba escoltando toca el botón de comunicación remota en la pared, notificando que tiene a una confinada nueva y que me llevará a la celda y, automáticamente el portón se abre. El interior está repleto de cámaras de seguridad y solo se perciben dos colores: blanco y gris, los techos y los barrotes de cada celda son blancos, mientras que las paredes y el piso son de color gris. Pasamos por varios lugares, infiero que uno de ellos se trataba del cuarto de recreación, había demasiada iluminación y un solo televisor rodeado de una especie de jaula para que nadie logre tocarlo, luego pasamos por el área de alimentos donde hay muchas mesas de metal y también tiene el mismo color monótono del resto del edificio. Cuando llegamos al área de las celdas fue cuando realmente sentí el peso de toda la situación, en algunas celdas no se ve a nadie, en otras hay mujeres acostadas en sus catres y otras están abrazadas a los barrotes de la entrada, pendientes de quién entra o quién sale. Las pocas caras que pude ver tras los barrotes gritan en silencio, se puede percibir la falta de fe y de esperanza que poseen. Muchos de los rostros han perdido su feminidad y se nota que se han rendido. La oficial se detiene delante de una celda y le hace seña a la cámara para que abran la puerta. 

—Llegaste a tu nuevo hogar, ahora ponte cómoda — de un empujón, me hace entrar a tropiezos dentro. 

Jamás hubiera imaginado que una celda era tan pequeña. De la pared del fondo a los barrotes de la entrada, estimo que podría dar algunos diez pasos y de pared a pared lateral podría dar algunos seis. En la pared del fondo hay una ventana demasiado estrecha; tan estrecha que no podría pasar una mano por ella y eso sin mencionar que está bastante alta, solamente se puede apreciar la claridad del día. La cama era una litera y es la cama más incómoda que he probado en la vida; el colchón es muy duro y la almohada está integrada en el mismo, queriendo decir que no hay manera de ajustarla. La peor parte de todo esto es que en ese espacio tan pequeño hay un inodoro de metal brillante, que está justamente al lado de mi cama, no hay ningún tipo de privacidad en caso de que tenga que utilizarlo y ya la cama de arriba tiene dueña, así que tendré que dormir con mi cabeza a solo centímetros de desperdicios humanos.

La mirada fija de mí compañera de celda, me da la sensación de que no está muy contenta de tenerme aquí. No puedo cerrar los ojos, debo mantenerme atenta a todo a mi alrededor. No dudo que esa gente para la que trabajaba, envíe a alguien a cortarme el cuello después de enterarse que he sido atrapada con la mercancía en el aeropuerto. Alguien debió delatarme, estoy totalmente segura. No era la primera vez que lo hacía y jamás habían tenido forma de atraparme. Debo buscar la forma de salir de aquí o vendrán a matarme pensando que voy a delatar a Manuel. ¿Por qué tuvo que ocurrir esto justo cuando había decidido que esta vez sería la última para retirarme y así poder vivir una vida pacífica al lado de mi prometido? Teníamos planes de casarnos tan pronto lograra mi objetivo.

—¿Qué te trae por este Hotel cinco estrellas? — ella rompe el silencio. 

—Quería tomar una siesta luego del largo viaje, ¿y qué mejor que este lugar para hacerlo? 

—Cuidadito de cómo me hablas, no vaya a ser que tenga un pasaje a la mano para mandarte derechita al infierno. 

—Creo que me he equivocado de lugar. Pensé que este ya era el infierno. 

—Aún no has conocido nada. Acabas de llegar, pero te aseguro que no tardarás en conocerlo. 

—Gracias por el dato. 

No sé con exactitud cuánto tiempo ha transcurrido, pero los golpes de la macana en los barrotes alborotaron el gallinero y mi compañera de celda se bajó de la litera. Las puertas se abrieron y ella salió sin decir nada. De hecho, todas lo hicieron. No tengo de otra, tal vez si salgo me permitan hacer una llamada. Necesito avisarle a Arturo de que nada salió como se esperaba y que contacte a un buen abogado. Con el dinero que íbamos a utilizar para mudarnos y casarnos, me temo que tendrá que utilizarse en un abogado para que me saque. Esos abogados que te asignan mayormente son unos corruptos y aquí definitivamente hay una mano negra envuelta. No puedo permitir que logren derrotarme y me hundan aquí dentro. Debo investigar quién se atrevió a hacerme esto. 

Nos dirigen al comedor, cada quien lleva su bandeja consigo esperando a que sirvan, por lo que hago lo mismo. El aspecto de lo que me sirven en la bandeja era extremadamente grotesco, parecía excremento y el olor ni se diga. ¿Cómo pueden comer todas como si nada? Bueno, no es como que tengan opciones y yo tampoco las tengo. Si quiero salir de este lugar, debo soportarlo. Busco una mesa donde no había nadie, sentía todas las miradas sobre mí, por lo que intento mantenerme alerta por si acaso. La comida tenía un sabor fatal, no podía descifrar qué era lo que estaba tragando. Trataba de no cogerle el sabor, pero era inevitable, era tan fuerte que estaba teniendo náuseas. Noté que había un grupo de cuatro mujeres que se estaban acercando a la mesa y para evitar problemas, me levanté ligero para llevar la bandeja a su sitio. Procuré no mirarlas, para que piensen que no me di cuenta de sus intenciones. No puedo hacer más enemistades, ya tengo suficiente con las de ahí fuera. 

Salgo del comedor por el pasillo, pasando por el lado de varias mujeres y siguiendo el camino para estudiar cada lugar. Debo mantenerme en un lugar donde haya guardias, por si acaso alguien tiene intenciones de hacerme algo. Aunque tenía eso en mente, vi a dos de esas mujeres a las que evité en el comedor caminando hacia mí, notando eso me voltee, pero me encontré a las otras dos detrás de mí. 

—¿A dónde vas tan apurada? ¿Alguien te está esperando? — preguntó la morena.

—Le estaba dando una vuelta a mi nuevo hogar— respondo.

—No tenemos nada qué hacer. ¿Por qué no le mostramos los alrededores a esta señorita? 

Son más que yo, no puedo hacer una tontería o tendría todas las de perder. Tengo que zafarme de esto de alguna manera. 

—No tienen que molestarse, puedo hacerlo por mi cuenta, pero les agradezco mucho su ofrecimiento.

Siento el roce de una de ellas detrás de mí y mi cuerpo se paraliza.

—Veo que es cierto lo que dicen de las mujeres latinas. Tienen unas caderas y un trasero sabroso. Dime una cosa, guapa. ¿Es cierto que en la cama son candela? — su nalgueada inesperada me llenó de mucha rabia, estuve a punto de perder el control y arrastrarla por el suelo. 

—A mí se me hace muy gorda, pero no se equivocaron al decir que tiene unos ojos muy lindos. ¿Me los prestas, Sarita? — levantó una parte de su camisa, dejando visible un destornillador y sonrió. 

Todo lo entendí en ese momento que pronunció mi nombre. Debí imaginar que se trataba de un encargo. Las noticias vuelan muy rápido. Por lo que veo, Manuel me quiere bien muerta, pero no pienso darle el gusto. No es justo luego de todo lo que hice por él y su maldito negocio, que ahora me pague de esta forma. Si logro salir de aquí, iré por la cabeza de ese bastardo.  

Desde Las Sombras [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora