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—Y esa es la historia.

Es un tranquilo viernes por la noche. Aproveché apenas terminó mi celo para trabajar las horas necesarias y evitar sermones o regaños, por ello no estuve tan al pendiente de Manolo como me hubiese gustado, pero por suerte termine de acomodar mi vida ésta misma mañana; me encargué de mi hijo, dándole el día libre a Lara.

Ya en la noche llegó Mónica, entre tantas preguntas indiscretas al igual que acusadoras, terminé contándole absolutamente todo, desde ésa primera noche en la exposición y como lo conocí, hasta lo último que pasó. Ella, como siempre, sólo escuchó mientras Lolo terminaba de guardar sus juguetes para irse a acostar.

—Wow—. Dijo al fin, acomodándose mejor en el sofá que queda justo al frente mío. —¿Y cómo estas… Con él? ¿Lo has llamado?

—No—. Evite su mirada cuando noté su ceño fruncido. —No sé qué decirle si lo llamo, ¡No sé ni siquiera para qué quiere que lo llame, Mónica!

—Hey, ya Gustabo, tranquilo—. Ella me  mostró una sonrisa un poco más relajada y comprensiva. —Lo siento, me sentí en una telenovela por un instante, olvidé que la vida es más difícil y sin libretos, no quiero que te rompas la cabeza pensando, ya te veo lo suficientemente cansado, ¿estás durmiendo bien?

—Tampoco—. Suspiré. —He tenido que ponerme al día en el maldito trabajo, también quería pasar todo el día con Manolo hoy, así que desperté temprano, apenas mañana después de la visita de mamá estaré tranquilo.

—Éso esperó, Gustabo, no te veo bien. Estás más pálido de lo normal y tienes ojeras ¿Dónde quedó mi hermano con piel como trasero de bebé?

—Tonta—. Reí, recordando que siempre me molestaba por mi piel suave, de hecho mi madre la adoraba, decía que yo era un omega muy, muy bonito. Claro, eso antes del nacimiento de Manolo, o de que se enterara de que estaba esperando un bebé. —Tengo miedo de que esté enojado porque no le he llamado hasta ahora.

—Pero si sigues sin llamarle se enojara más, lo sabes.

—Sólo no quiero escuchar algo que sé que dolerá. Ya sabes, como el dicho, no busques respuestas si no podrás soportarlas, o algo así.

—¿Y si está preocupado por ti?

—Llamaría.

—Pero te dijo que quiere que tú lo llames primero.

—Joder, ya lo sé Móni ¿De qué lado estás?

—Lo siento, lo siento—. Ella bufo, dejando caer todo su peso en el respaldar del mueble. —Es muy raro para ti todo ésto ¿Verdad? No planeo criticar tus acciones o las suyas, pero definitivamente tu vida ha dado un buen giro desde que lo conociste.

—Sí, es verdad—. Agradezco que Mónica no me ataque por, básicamente, haber aceptado darle mi siempre sucio a Jack para complacernos mutuamente, ya por mi cuenta me estoy castigando mentalmente por ello. —A Manolo le agrada.

—Éso me dijiste, quién lo diría—. Ella se acomodó de nuevo al borde del mueble, volteando hacia donde se encuentra mi pequeño. —Hey Lolo, ¿Vienes un momento, por favor?

—¡Sip!

Manolo, tan rápido como oyó a mi hermana, se levantó para luego correr a toda velocidad que sus cortas piernitas se lo permiten. Se lanzó hacia mí, sabiendo que lo sostendría y lo sostendría sobre mis muslos, tal y como lo hice. Mónica entonces me miró, negando con la cabeza con un gesto lleno de resignación, probablemente ante el modo como mi hijo y yo estamos conectados, o más seguramente por cuan mimado lo tengo.

𝒯𝒽ℯ 𝓅ℯ𝓇𝒻ℯ𝒸𝓉 ℴ𝓂ℯℊ𝒶  (editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora