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─¡Jack! Conway, ¿estás escuchándome?

Despegue mis ojos de la laptop cuando observé el rostro de Volkov tan cerca de mi, que un cabezazo seguro podría romperle la nariz. Me aleje para evitar hacerlo y aunque siempre me ha molestado cuando me saca de mis momentos de concentración, no quiero iniciar otra pelea con el capullo de los cojones, mi familia ya está cansada de nuestros arrebatos y de tener que arreglar mi oficina por como la dejabamos después de éso.

Viktor es mi mejor amigo, aunque nunca se lo diga, nos conocimos iniciando la secundaria, él es un alfa como yo, sin embargo de algún modo logramos encajar después de agarrarnos a puñetazos un par de veces, no es que me queje, así eran las clases debido al constante deseo de ser el puto amo de todos tus compañeros de género, Volkov y yo comprendimos que no había necesidad de llegar a éso, hemos sido amigos desde entonces, cuando no compartimos pensamiento nos vamos a los golpes, aquí el que gana la pelea tiene razón, fin de la historia... Aunque yo gano más que ese capullo.

Mi familia lo contrató para que sea como mi ayudante, mi mano derecha. Ellos se la pasan la mayor parte de sus años viajando y todo lo que sea en Los Santos queda en mis manos, así que me trasladaron a su oficina hace un año, no me quejo, es mucho más grande que la anterior. Ser el único heredero de una de las empresas más conocidas a nivel nacional e internacional puede ser algo demasiado estresante para cualquiera, yo que nací en una cuna de oro ya estoy completamente acostumbrado, sé cuando permitirme vagar e ignorar el trabajo y cuando no.

Por ejemplo, cuando llevó a Gustabin a su casa o escuela, ahí me puedo permitir ignorar el trabajo sólo para después esforzarme el doble,  no dejaría que todo se me junte como aquel jueves donde las cosas se salieron de mis manos, aún me hierve la sangre de sólo pensar en que no acabé con la vida de ése hijo de perra.

─Volkov, ¿exactamente a dónde les gusta ir a los capullos de tres años?

─¿Nani?

─A ver, a mi no me vengas con tus palabras raras, otaku de los cojones.

─Bien... ¿Cómo mierda voy a saber yo de eso?

─No lo sabes, perfecto. Entonces deja de joder y deja que la máquina me responda, anormal.

Él rodó los ojos y se sentó en la silla corrediza frente mía, separados por mi gran escritorio, continúe buscando entre las páginas las actividades favoritas para pequeños de esa edad, aunque todas me parecen tan cliché que quise mandarle una maldita carta a los usuarios de yahoo para que se vayan a la misma mierda con sus respuestas tan obvias e inútiles, anormales de mierda.

Es muy importante agradarle a Manolo, no tengo experiencia con niños o con cortejos, pero Gustabo ama a su hijo y realmente deseo llegar a algo con él, así que necesito poder agradarle a lo más importante de su vida, esa bola con piernas y brazos que responde al nombre de Manolo.

Sonreí al recordar aquel día que lo conocí, ese temor creció en mi pecho cuando el capullo con ojos azules me abrió parte de su vida y me contó parte de su historia, pero por sobre todo, recordé esas ganas que tuve de seguirlo apenas tres minutos después de que se fue, yo no voy a renunciar a mi omega solo por un pasado oscuro, no sería igual que los anormales esos, porque necesito al omega rubio en mi vida tanto como necesito respirar. Así es, he oído de ésas historias tantas veces, pero nunca pensé vivir una.

Como a cualquier capullo, las historias que me contaban antes de dormir trataban sobre dragones, príncipes y princesas amándose para siempre por tener un lazo destinado a existir, uno no suele creer en esas historias, cuando creces, ves que la realidad se basa en morder a alguien y ya, pero cuando yo lo vi aquél día en el baño, me di cuenta de que quizá los cuentos no siempre son sólo cuentos.

𝒯𝒽ℯ 𝓅ℯ𝓇𝒻ℯ𝒸𝓉 ℴ𝓂ℯℊ𝒶  (editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora