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Solté un largo suspiro al notar que por fin los estúpidos alfas salen de la oficina de mis padres. No he contado los minutos ni tampoco me importa hacerlo, pero he esperado que esa reunión termine por más de media hora y al fin podré hablar con mi madre sin ser interrumpidos. Ella tiene que escucharme, mas allá de la discusión que tuvimos la última vez, no puedo dejar de sentirme enojado y traicionado con la situación de Julia, aunque para Gustabo y para mi ese ya es un tema cerrado.

—Oh, Jack, tu madre ya está-.

—Sí, lo sé—. Interrumpí a su secretaria y entre a la oficina, observando rápidamente el asiento principal, con la cabecera dándome la cara, mostrándome la silla de espalas. Bufe, caminando dentro para cerrar la puerta, apoyándome luego en ésta, cruzándome de brazos. Sé que ella me ha sentido, incluso olido, no es que me esté preocupando por controlar mis emociones en este momento.

—¿Por qué tan enojado, hijo mío?—. Giró su silla, mostrándome su perfecta y cínica sonrisa.

—¿Preguntas "por qué"? Oh, déjame decirte la razón—. Mis uñas se presionaron más contra la piel de mis brazos, mirándola directamente, sin inmutarme ante su ahora serio gesto. —Le dijeron a Volkov que me diga que ambos estarían fuera de la ciudad para que acepte ir a ese estúpido viaje, ahora que me informan que estas aquí desde ayer en la noche ¿Qué estas planeando, Michelle?

El gesto sorprendido de mi madre no duro ni dos segundos antes de convertirse en uno serio y frio. Sé lo que estoy haciendo, reto a una alfa en su territorio, e incluso ella puede ser capaz de romperme la mandíbula por mi falta de respeto, mas sin embargo, no hizo nada. Solo me sonrió, abrió uno de sus cajones, sacando su caja de cigarrillos para posteriormente tomar uno y encenderlo.

—¿Ves lo que hace ese estúpido omega?—. Dijo, soltando el uno del cigarro. —Nos separa, hijo mío.

—No—. Gruñí. —Tú me separas del amor de mi vida, eso haces—. Di un paso hacia adelante, totalmente seguro de mis palabras. —Y te ordeno que pares. Es mi vida, no la tuya y aunque no me creas lo suficiente fuerte como tu para soportar todo de mi omega, lo haré, no me vas a separar de él.

—¡Es que tú no sabes nada, Jack!

Ella se levantó de su silla y golpeo con fuerza sus dos palmas sobre su escritorio. No me asuste, no reaccione, o fue al menos eso lo que intente. Jamás la he visto enojada con mi padre o conmigo, pero no hay marcha atrás, he decidido esto desde que baje de mi auto frente a nuestro enorme edificio.

—¿No crees que eres tu quien no entiende?

—No, hijo—. Ella se volvió a sentar, sacando de nuevo de su cajón algo, unos archivos en un folder, lanzándolos sobre el escritorio hasta que estuvieron del otro extremo de este, más cerca de mí. La mire, no voy a dar ni un solo paso más hacia adelante, ni aunque ahí tuviera la respuesta a todos mis problemas. —¿Sabes quién eres, Jack?—. Iba a responder a la estúpida pregunta, cuando fue su misma voz la que se encargó de callarme antes de siquiera haber dicho algo. —Tus eres el hijo de los dueños de C-Alfa la agencia más poderosa de Los Santos—. Hizo una pausa, mirándome a los ojos. —Naciste para ser el alfa más poderoso del país.

Eso no es cierto. —Claro que-.

—¿Y sabes quién es Gustabo García?—. Me señalo con su mano hacia el mismo folder que saco anteriormente. —Un omega cualquiera de veinte años. Fotógrafo de la revista The Union. Ese chico es un omega ordinario.

—¡No lo es!—. Su vista se agudizo ante mi grito y por un segundo no me importo ser escuchado por todo el edificio. —¡No lo es! Él no es un omega ordinario, no lo conoces.

𝒯𝒽ℯ 𝓅ℯ𝓇𝒻ℯ𝒸𝓉 ℴ𝓂ℯℊ𝒶  (editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora