·°| 11 |°·

4.6K 659 221
                                    

─Manolo, calvo, enserio tienes que quedarte quieto.

Tomé la pequeña cintura de mi hijo y lo volví a colocar a mi lado en el auto, yo ya estoy acostumbrado al Ferrari de Conway por todas las veces que me lleva a clases y me regresa a mi casa, pero para Manolo, un auto tan bonito interiormente no pasa desapercibido, ésta es como la tercera vez o quizás la cuarta, que lo vuelvo a sentar, ya sea evitando que quiera entrar entre el asiento del piloto y copiloto para llegar a los botones o queriendo apoyar sus pies sobre el asiento trasero, sea como sea,  no deseo que ensucie o rompa algo que definitivamente costaría más que mi vida. Por decisión mía, me senté en la parte trasera con mi calvo, Jack estuvo de acuerdo para que cuide de Lolo, pero quizás debí considerarlo mejor, en éste tipo de autos es extremadamente complicado estar sentado atrás, porque de por si son, en su mayoría, modelos deportivos, donde suelen tener más espacio en los asientos de adelante, éso sumándole que encima algunos asientos Ferrari ni sientos traseros tienen, por no mencionar que éste sólo cuenta con dos puertas, no cuatro, como los vehículos comunes.

─Quizás para la próxima lo deje conducir.

Arquee una ceja ante el rato comentario, el viejo está tan relajado, con un brazo colocado sobre el apoya brazos de su lado, y el otro sobre el volante, él mira al frente, pero sé que su oído está más que atento con lo que sucede con mi hijo.

─Claro, lo que digas─. Respondí irónico, ganandome una mirada por su parte, aunque usó el espejo retrovisor para conectar sus ojos con los míos.

─Está bien, Gustabo, no seas controlador, deja que Manolo se divierta.

─Si lo suelto, te hará chocar.

─Él solo quiere tocar, creó que si lo dejas, ya le quitaras la curiosidad.

─Si, claro─. Rodé los ojos y acomode a mi pequeño por no sé que número de vez. Escuche a mi pequeño bufar y retorcerse para que lo deje quejándose constantemente.

─Papáaaaa─. Es tan adorable.

Lo acerqué a mi y le di un pequeño beso en la mejilla, sacándole una sonrisa, ¡al fin! Se quedó quieto, por lo cual lo senté sobre mi pierna, más relajado.

─¿Y cómo se supone que sabes tanto sobre bebés?

─No lo sé, sólo estoy suponiendo cosas─. Respondió Jack después de un largo silencio.

Ignorando el ambiente incómodo que se formó, me dediqué a mirar por la ventana del precioso auto, Conway me había comentado que es un 612 Scaglietti, Senssata o algo así, me dijo que fue creado por el presidente de la compañía Ferrari, también me había dicho que tiene otros autos en la casa de sus padres, pero que éste es su consentido, por así decirlo, no quise preguntarle por los otros, seguro mí billetera lloraria de sólo imaginarse los precios de los demás vehículos. Si lo pienso mejor, ni siquiera tengo idea de a donde nos está llevando, quiero preguntarle y sacarme de dudas, lo hice, de hecho, pero más de una vez me calló con movimientos de cabeza y sonrisas cómplices que no entiendo, así que al final solo subí a mi hijo, a la parte trasera conmigo y deje que nos lleve hasta el final del mundo, da igual, un paseo es un paseo.


Cerré mis ojos por lo que considere fueron unos segundos, aunque al parecer estoy equivocado, sentí el ligero movimiento en el auto y cuando abrí los ojos; Conway no se encontraba en el lugar de piloto. Me desperté rápidamente y cuando volví a ver a mi pequeño Manolo, el me señalo hacia un lado.

─¡Ahí 'tá!─. Dijo con su apenas ronca voz, volviendo a  removerse en mis brazos, queriendo bajarse.

─Tranquilo, calvo─. Bromee y mi hijo me miro con un pequeño puchero. Bese su naricita, observando a nuestros alrededores, definitivamente estamos en un garaje más que gigante, rodeados de muchísimos autos igual de caros que el de Jack, no me gusta decirle cuando pienso en el vehículo caro. No pasaron más de dos minutos cuando vimos a Jack volver, al parecer con el vigilante de este garaje. Escuche las puertas abrirse, Conway adelanto el asiento para darnos pase y salir. Lolo, quien hasta el momento había estado moviéndose más que un gusano, se lanzó a los brazos del abuelo con el único fin de librarse de mí y este lo agarro, cargándolo con uno solo de sus brazos, mientras Manolo le lanzaba una mirada seria, entrecerrando sus ojitos cafés.

𝒯𝒽ℯ 𝓅ℯ𝓇𝒻ℯ𝒸𝓉 ℴ𝓂ℯℊ𝒶  (editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora