capítulo 3

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Hace nueve años 

—Perdón. Siento un golpecito en el hombro y miró para ver a un grupo de tres chicas que están detrás de mí en la fila de la rueda de la fortuna. Se ven de mi edad. Y son lindas de esa manera delicada que nunca seré. Soy alta para mi edad, con piernas y brazos largos. Perfecto para el ballet. No es tan perfecto para una adolescente desesperada por encajar. Queriendo hacer nuevos amigos en este lugar al que me acabo de mudar, sonrío y digo: —Hola. ¿Todo bien? Una de ellas, que supongo que es la líder del grupo, se acerca un poco más cerca de mí.
—¿Vas a hacer esto sola? Mis mejillas se calientan. Porque voy a ir a la atracción sola. No porque sea una perdedora total, sino porque nos acabamos de mudar a Coney Island desde Baltimore. Mi tía Kaede es oficial de policía, y le ofrecieron un ascenso, y eso nos trajo aquí. He vivido en Baltimore toda mi vida, por lo que ha tomado un poco de tiempo acostumbrarse a la mudanza. Vale, mucho. Pero la tía Kaede ha hecho mucho por mí, me crió después de que mi madre murió cuando tenía tres años, así que cuando me habló del ascenso, le dije que lo aceptara.
Se encuentra en el trabajo ahora, por lo que pensé que saldría a explorar mi nuevo hogar en lugar de sentarme en la casa, buscando en Facebook lo que hacían mis amigos allá. Así que, por supuesto, llegué a la famosa feria. Y me encanta la rueda de la fortuna. Por eso, me encuentro en la fila para subirme.
—Sí. Soy nueva en la ciudad. No conozco a nadie aquí —digo a modo de explicación, en parte con la esperanza de que me invite a acompañarlas. No lo hace.
—Bueno, te das cuenta de que esos autos pueden llevar hasta cuatro personas, y vas a usar uno solo para ti. Eso es bastante egoísta de tu parte. 

Guau. Bueno. —No estoy tratando de ser egoísta. Solo quiero subirme a la rueda de la fortuna. ¿Quieres... debería ir con ustedes para llenar el auto? Ríe. Entonces, me mira de arriba abajo.
—No lo creo. No salimos con perdedoras. ¿Cierto, chicas? —Empuja a sus compañeras, y se ríen. Mi cara arde con la humillación. Debería decir: Entonces vete al diablo. Tendrás que esperar más tiempo para ir a la rueda de la fortuna porque voy a subir. O incluso mostrarles el dedo medio. Pero no hago ninguna de esas cosas. En lugar de eso, salgo de la fila con el sonido de risas y cantos de perdedora, mientras mis ojos pican con lágrimas. ¿Qué demonios es lo que me pasa? Les debería haber dicho unas cuantas cosas a esas perras. Envolviendo los brazos a mi alrededor, sigo caminando. Suspiro, evitando que mis emociones se escapen por mis ojos. Soy una Higurashi, y no soportamos mierda de nadie. O eso es lo que siempre dice tía kaede. Honestamente, nunca he tenido que soportar algo así antes. Tuve grandes amigos en Baltimore. Y, ahora, no tengo a nadie. Solo sé que esas chicas van a estar en la escuela secundaria que voy a comenzar el lunes.
Me detengo junto a una tienda frente a una galería de juegos, sin saber qué hacer conmigo misma. Los sonidos de la risa, la música y las máquinas de ping bailan en el aire, haciéndome sentir aún más sola. Me iré a casa. Bueno, iré a la nueva casa que ahora tengo que llamar hogar. Al menos hay un bote de helado Cherry Garcia esperándome en el congelador. Cuando me vuelvo para irme, una risa masculina me llama la atención, y veo a algunos tipos que están parados en uno de esos juegos recreativos de boxeo, ya saben, de esos en el que golpeas el saco para registrar una puntuación alta. Les toca a uno de ellos. Algo acerca de él me llama la atención, aunque esté de espaldas a mí. Es un chico grande. Alto. Con hombros anchos y una chaqueta vaquera azul. Mis ojos bajan. Camiseta blanca saliendo de la parte inferior de su chaqueta. Vaqueros negros en las piernas. Bonito culo. Le quedan bien los vaqueros. ¿Le quedan bien los vaqueros? Gracias a Dios no digo este tipo de mierda en voz alta. 

Mis ojos vuelven a subir. No puedo ver su cabello, ya que lleva una gorra. Apuesto a que es guapo. Hay algo en la forma en que mueve su cuerpo mientras se prepara para golpear el saco de boxeo que grita confiado. Como si supiera que es guapo. Dios, escúchame. Ni siquiera he visto la cara del chico, y lo estoy calificando como guapo. Él golpea el saco con fuerza. Pude escuchar el golpe de su puño contra el cuero del saco, incluso hasta aquí. El saco sube a la máquina y el tablero se ilumina con los números altos. Mejor puntuación. Guau. Sus amigos se ríen y le dan un puñetazo en el brazo, como hacen los chicos, pero parece que simplemente se encoge de hombros. Luego, sin previo aviso, vuelve la cabeza y me mira, atrapándome mirándolo fijamente. Mierda. Aparto la vista y me giro hacia la ventana de la tienda. Uso mi cabello largo para cubrirme la cara, tratando de fingir que no estaba mirando cuando claramente sabe que era así. Soy una perdedora. Mi cara está logrando niveles infernales de calor por la vergüenza de ser atrapada mirando y también porque tenía razón. Santo Cristo en una galleta caliente, ese tipo es precioso. Hermoso. El rápido vistazo que vi en su cara fue más que suficiente para confirmarme que está súper alto en el medidor de dioses del sexo.
Y definitivamente es mayor que yo. Mucho más, diría yo. Alrededor de veinte años, supongo. Sí, ya sé que soy una torpe. Y también parezco una completa idiota, parada aquí, mirando fijo la ventana de una tienda cerrada. Pero no me atrevo a darme la vuelta en caso de que el dios del sexo todavía esté allí. Ya no puedo escucharlo a él ni a sus amigos, pero eso no significa que no estén allí. Miro el reflejo en la ventana de la tienda para tratar de ver si él y sus amigos continúan allí, pero no puedo. Bien, así que voy a tener que aguantarme. Darme la vuelta e irme como si no hubiera estado mirando fijamente al bombón. Uno... dos... tres… Y se han ido. 

Ruin (Adaptada) (InuKag)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora