capítulo 5

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—¿Qué tal si no te digo de ninguna manera y te largas? ¿Cómo suena eso? Sus manos se levantan en rendición. 

—Solo quiero hablar, kag. 

—No tenemos nada de qué hablar. Excepto tal vez cómo demonios sabes dónde vivo. 

—¡Mami! moroha.  Mierda.

—Estaré ahí en un minuto, cariño —respondo. Oigo el temblor en mi voz. Solo espero que él no pueda. Rápidamente salgo al porche y cierro la puerta detrás de mí.  Miro de nuevo a inuyasha. Está mirando más allá de mí, hacia la puerta. Pero reconozco la expresión de sus ojos.  Dolor. Y eso me enfurece más.  —Tienes que irte, inuyasha. Ahora. Sus ojos se dirigen a los míos. 

—kag... Pero se calla cuando la puerta se abre detrás de mí. 

—¡Mami, me lo quité! ¡Yo sola! ¿Ves? Usé toallitas húmedas y el pitalabios se salió.  Mis ojos se dirigen hacia moroha. Todavía tiene marcas de lápiz labial en la cara. Pero no me puedo concentrar en eso. Porque su padre está ahí mismo, frente a ella, y ella no tiene ni idea de quién es. La ira me retuerce el estómago. Me siento indefensa, herida y jodidamente furiosa.  No sé qué hacer. Todo lo que sé es que quiero alejar a moroha, para que no la pueda lastimar como me lastimó a mí.  Pero, antes de que tenga la oportunidad de meterla de nuevo dentro, ella lo ve.
—¿Quién eres tú? —Da un paso adelante, presionándose a mi lado, e inclina la cabeza hacia atrás. Sus ojos, los mismos que los de él, lo miran interrogantes. Se me cae el estómago. 

—No es nadie —digo rápidamente antes de que le pueda contestar—. Solo el nuevo cartero. Vuelve adentro, moroha. Estaré ahí en un segundo. 

—¿Tenemos un nuevo caltero? Ah, pero me gustaba el viejo. Contaba chistes graciosos. ¿Cuentas chistes graciosos, caltero nuevo? Miro a inuyasha, que observa a moroha. Su frente está arrugada. La forma en que siempre se ponía cuando estaba perplejo. Cuando no descifraba algo. Sacude su cabeza sin quitarle los ojos de encima. 

—No sé ningún chiste, niña. Lo siento. Niña. Le dijo niña. Como si ni siquiera la conociera. Pero no la conoce. Creo que voy a vomitar. 

—Moroha bebé, ¿puedes entrar, por favor? —digo.  Me ignora y sigue adelante. 

—Está bien —dice encogiéndose de hombros—. Te enseñaré algunos. Sé muchos. ¿Cómo te llamas, señor Caltero? El viejo se llamaba Burt. Me llamo Moroha Izayo higurashi. Todos me llaman moroha . Tengo el nombre de mi abuela moroha. También se llama Kaede Moroha, como yo, pero todos la llaman kaede. Y también tengo el nombre de mi otra abuela, Izayo, pero nunca la he conocido. Está en el cielo, dice mamá.  Los ojos de inuyasha se dirigen a los míos. Algo en su expresión se retuerce.  

—moroha, por favor, entra, cariño. —Esta vez, la acompaño a la casa con mis manos—. Pídele a la abuela kaede que te ayude a encontrar tus zapatillas de ballet. 

—Pero, mami, estaba hablando con nuestro nuevo caltero. 

—moroha —digo, usando la voz de madre— haz lo que te pedí. Suspira de esa manera dramática. 

—Bien. Adiós, señor Caltero. —Lo saluda con la mano y luego desaparece en la casa. Cierro la puerta detrás de mí y me vuelvo hacia inuyasha. Su expresión es tensa. Sus ojos en la puerta. El lugar donde moroha estaba. Como si todavía la estuviera observando. Me acerco, bloqueando su vista, y siseo: —Tienes que largarte ya mismo. No tienes derecho a aparecerte así. Sus ojos brillan en los míos. Parecen crudos, enojados y confundidos. Pero no estoy confundida. Sé lo que quiero, y es que se vaya.
—Izayo. —Su voz suena a grava. Traga—. Dijo que el nombre de su abuela es Izayo... el nombre de mi madre. Y sus ojos, kag... tan azules... exactamente como los míos. 

Ruin (Adaptada) (InuKag)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora