La vida siempre se conforma por varios factores, y personas especifica y delicadamente elegidas por nosotros. Decidimos quienes componen nuestra felicidad, a quien amar y darle un sitio en el corazón que, ademas de regalárselo para cuidarlo, te brinda una seguridad y confianza para seguir adelante en sociedad; es básico y esencial para el ser humano y su convivencia en el mundo. Pero también decidimos a quien le damos el poder de quebrarnos con unas simples palabras, de pisotearnos con sus acciones, de matarnos poco a poco mentalmente por el grado de importancia que le damos y de desmoronar nuestra vida con algo tan simple como una mirada desgarradora. El problema es... ¿que hacer cuando elegimos a alguien que simultáneamente representa ambas cosas en nuestra vida? Es lo que me ocurrió cuando él entro en la mía. Hipnotizante con su rostro y exterior descomunal, estremeciendo mi mundo con su aura sublime, divina y soberbia que te arrullaba primeramente en un sueño idóneo y fantástico; para terminar convirtiéndose en tu peor pesadilla y desatar a ese pobre ser rudo, desecho y vehemente. Él necesitaba ser salvado, a pesar de que no lo sabía. Intenté hacerlo, sin embargo no me di cuenta de que necesitaba me salvaran a mi. Alex se perdió y yo con él.
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