Capítulo 2x√−2. De puella a lupellis servata

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Me desperté de un indeseado sueño del que apenas era incapaz de recordar nada gracias a un miedo irracional que sin motivo alguno había surgido en mí. ¿Cómo describiría esta sensación? Progresivamente dejé de sentir mi cuerpo al grado de sufrir un ataque de ansiedad.

Solo me acordé de escuchar a alguien llorar ¿por mí? ¿Fue Kala u otra persona? ¿Kala? Ella debía de estar muy preocupada por mí. Yo era su única figura de inspiración, y como tal, debía de prevalecer reluciente, dura y viva, tal como el mármol que tallaba Michelangelo.

Me costó abrir los ojos, ¿acaso aún tenía párpados? Tenía la sensación de estar soñando... No, más bien, ¿igual que aquella seudorealidad virtual que se sacaron de la manga los vendedores de bufonadas? Tuve la sensación de estar obligada a llevar algún tipo de incómoda gafa con pantallas de múltiple fondo.

¿Por qué no me había despertado Kala? Espera, ¿esto era sudor? ¿Por qué estaba cubierta de vendas? En ese momento empecé a recordar... Todo sucedió a razón de mi propia imprudencia, pues había ingerido leche hirviente para después, rematarme yo misma al someterme a un baño de burbujeantes y humeantes aguas a causa de un inquietante fresco. No, ¿cuándo me volví tan idiótica? ¿Por qué recordaría el gélido sentir? No sentía nada de mi cuerpo, aún así ¿por qué tenía la sensación de estar sumergida en aguas subenfriadas? Me ahogaba, no puedo respirar...

Aún intentaba calmarme en mi humilde litera. Aquello fue una reacción psicológica a algo que mi mente no pudo manejar de forma adecuada. Empecé con unos pequeños ejercicios de respiración y advertí que era imposible el ahogarme en un vaso de agua, después de todo, podía respirar en ella tal como una sirena.

¡Maldita sea! Mi vista había empeorado más de lo que ya estaba, por más que me frotaba los ojos no había forma... Creía haberme hecho daño por rascar demasiado, pero no estaba segura al no percibir nada más que una profunda frigidez. Mi cuerpo se despojó de cualquier sentido... Debía de consumir algo caliente, ¡no! Mejor unas repugnantes galletas sinsabor.

Ulteriormente me incorporé en la moqueta gris de la autocaravana para ver mi cama desarreglada, ¿se había acostado alguien ahí? De no estar en alerta no me hubiese dado cuenta de esos pequeños detalles, pero mi silueta de joven adulta o algún resto corporal propio como algún hilo de cabello azulado, no estaban presentes, nada. En cambio, allí se hallaba un gran montón de vendaje ¿que yo habría usado o era un recambio?

¡El espejo del baño! Tenía que mirarme reflejada en ese lugar para tranquilizarme. Mi cuerpo y mi mente me prevenieron de algo, pero en ese momento no sabía de qué o quién. Aún así me moví empujada por la desesperación, aunque más bien fue como si estuviese imitando a Narciso. Por fin había llegado al espejo, ¿tropecé con alguna cosa? Casi caigo... Aquello debía de ser algún trasto o mi propia torpeza conspirando junto a mi miopía.

"Espejito, espejito, dime quién es la más bella"; al contrario que el cuento de versión infantil cuya protagonista tenía mi mismo nombre, no respondió. Aquel inerte objeto simplemente se quedó en silencio... Nada, el espejo no reflejaba a nadie, eso tampoco quiso insultarme o maldecirme.

-[¡¡&%$#!!] -De nuevo oí el ominoso e indescifrable rumor de Nosequé-.

No ¡no! ¡Me niego! Me metí sin pensarlo más veces en la ducha sin tener en cuenta el vestido ¿blanco? Que ahora llevaba puesto, pero esta vez apliqué agua helada con el objetivo de despejarme por la fuerza.

Al contrario de lo que debía de sucederme, no noté nada, simplemente persistía en mí la misma cantidad de fantasmagórico frío, ¿qué...? ¿Por qué ni siquiera notaba el líquido en mi piel quemada? ¿Por qué el agua o el metal inoxidante del grifo no mostraban nada?

Reencarnada en una Miserable Vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora