Capítulo 2x+000.3: Horizonte Máscero III

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**Año -x0?, ινδασσ.**
Hice que Aitheria usase la tablilla y los adumbratios por mí e ilustrase los relieves que yo consideré a primera vista más importantes por contener información acerca del origen de este mundo, los cuales estudiaría más adelante con tranquilidad. Así pues, entramos a la naos o primera sala del templo de arquitectura griega.

El interior de la naos del Santuario de Hémera resultó ser diferente a lo que yo me habría imaginado en analogía a cómo debía de ser un templo griego en pleno apogeo y uso, ya que pese a mantener la decoración, ya sea los múltiples relieves y bajorrelieves, así como algunas esculturas, este carecía de coloración a diferencia de su propio exterior. El policromado del mármol había sido sustituido por un blanco puro en viod y unas líneas de pigmento dorado, que de no ser por la lucerna que portaba Thalássia, así como algunas fosiñas revoloteando aquí y allá, habrían pasado desapercibidos.

Si pensaba en este santuario como análogo a cualquiera de los terrícolas, este había sido construido como un lugar de culto privado únicamente accesible por los sacerdotes, o bien sacerdotisas dedicadas a la deidad de turno y alguna que otra excepción VIP; el resto de personas solamente se habría quedado en el amplio exterior, fórmula contraria a la de los cultos monoteístas de los libros sagrados, ya que estos últimos pretendían ser lugares de culto público. Ahí radicaba la diferencia arquitectónica, ya que no era solamente el interés de provocar devoción o impresión sobre los fieles, sino era más una cuestión utilitaria y necesaria, es decir, para que muchos y muchas creyentes pudiesen estar sin necesidad de empujones.

El Santuario de Hémera no era distinto en cuanto a la cuestión arquitectónica como simbolismo, pues al igual que los terrícolas, este había sido levantado encima de una plataforma y no a ras del propio suelo, tal como un intento de diferenciarlo de cualquier construcción "terrenal"; era el lugar donde se rendía culto a una deidad, no el hogar de una familia cualesquiera, hecho que era resaltado por el ser una estructura íntegra de viod.

Así mismo, en el centro de la naos estaba la estatua de la divinidad adorada sobre un pedestal; me llevé otra sorpresa con esta en contraposición a cualquiera que pudiese haber estado en el interior de cualquier templo del la Tierra, pues era pequeña, aunque la palabra correcta era "realista". No usaba cánones estéticos del momento y no era de proporciones colosales, ni siquiera era de cobre, bronce pulido, piedra o mármol, sino era de áureo material.

La figura áurica de Hémera, ayudada por las filigranas y decoraciones doradas, convertía las paredes pálidas de viod en cálidas de gualdo viso en reflejo de la luz proyectada por las fosiñas y la lucerna de Thalássia. Si tenía que hacer una descripción de esta Hémera, podría definirse como el retrato fiel de alguna hembra humana occidental terrícola desnuda increíblemente detallista, tanto como para, si no fuese totalmente dorada, podrías decir que estaba viva y en cualquier momento te podría saludar. No era un mero bulto redondo arcaico o una magnífica pieza de periodo helenístico, era una estatua ¿"neorrealista"? En posición propia sobre el pedestal, es decir, de pie y desnuda con todos los detalles anatómicos definidos y proporciones correctas.

Lo más impactante era qué tan habilidosos o habilidosas fueron sus artistas, pues se mantenía sobre sus dos piernas y en perfecto equilibrio sin apoyos extras disfrazados de decoraciones. Cuando me acerqué a ella para observar con más detalle y tragué saliva (o la sustancia que segregaba mi boca mediagashem); esta Hémera no estaba unida al pedestal, sino que se mantenía de pie como si hubiese sido una persona que casualmente se hubiese subido al lugar.

Siguiendo el análisis de esta y yo aún engullida por mi curiosidad natural, la rodeé para ver qué tan perfecta era; al parecer, la misma estatua había sido recubierta originalmente por algún tipo de manto o peplo en cierto momento del pasado, pues quedaban restos del mismo apenas visibles pegados en su espalda, aunque también había algunos restos minúsculos vegetales secos en sus manos. Definitivamente, de no ser por su mirada al frente y la posición de sus piernas, casi que ella estaba imitando a una pintura conocida de cierto francés terrícola del siglo XIX.
-Wittchi, ¿te pasa algo? Thali, tu Ondina Mayor actúa raro al dar vueltas alrededor de esa piedra; la Puerta del Cielo está en la habitación de detrás, no aquí. -Desde lo ocurrido en el exterior, la pequeña alumbrada llamada Aitheria me había tratado de forma muy familiar y casi amistosa. No me molestaba esa actitud si la comparaba antes de eso, pero ese apodo cariñoso sonaba despectivo si lo ponías en boca de una persona que no hacía mucho tiempo te acababa de conocer-.
-Después de todo es extranjera. Me dijo que era de un lejano sitio; puede que sea alguna costumbre del lugar del que viene. -Thalássia le contestó a su pareja tal como lo haría una persona que conocía a una foránea, quien en su mente, le otorgaba el mismo comportamiento y costumbres a sus demás compatriotas, es decir, la típica idealización y confusión de lo individual con la cuestión colectiva cultural. ¿Dónde estaba su tímida actitud cuando ella conversaba con Aitheria?-.

Reencarnada en una Miserable Vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora