Escuché unos disparos que pude identificar procedentes de algún tipo de fusil moderno y terrano, los cuales me desvelaron del gélido sueño en que la última nereida me había asumido. Entonces, abrí los ojos y pude ver el desconocido lugar en el que me hallaba; si tenía que describirlo, las paredes, el techo, el suelo...
Todo, incluso el colchón sobre en el que estaba yacente, el escritorio y el armario blanquecino de aglomerado barato me eran conocidos. Sobre esto, el penetrante olor a tostadas quemadas y los agujeros de obvias balas pudieron haberme dado una idea equivocada, que aún estaba soñando, una pesadilla muy larga que había empezado con un campo de trabajo neocolonial fantástico, seguida de varios falsos despertares como aquel continente flotante regido por una tirana borramentes. No me era de extrañar, ya que no sería la primera vez que tenía este tipo de ensoñación... Quizás, solo quizás, aún estaba encamada, hospitalizada e inconsciente en aquel centro inglés.
Mientras se repetía de fondo el ruido de los francotiradores, me aseguraba de mi posición en esta nueva distopía. ¿Quién sería esta vez? Busqué un espejo, un cristal, en definitiva, cualquier superficie donde me podría reflejar. Nada, el mueblerario del cubil estaba arruinado y renegrido, por otro lado, la única ventana estaba rota y sus fragmentos de vidrio, posiblemente, en el exterior.
Así pues, solo pude fijarme en mi cuerpo: una pequeña niña con secuelas de cierta pésima desnutrición, de tez blanca, quien vestía una especie de peplo similar al disfraz angelical que llevaría la infante en una obra de teatro infantil navideña con trasfondo de paganismo adaptado. La cuestión se respondió por sí sola, pues aún era esa mocosa de seis años que de forma egoísta había destruido el pasado de un mundo y habría traicionado accidentalmente a dos amigas.
No sentía cansancio, pero a diferencia de la anterior fase de sueño, no estaba malherida, es más, la vestidura no estaba ni rasgada, pues esta se veía impoluta, tal como si hubiese sido recién tejida con materiales de máxima calidad por la mejor costurera o el más talentoso sastre. ¿Dos disparos más? Decidí salir de aquella pequeña y agobiante habitación por la única puerta al frente que había, la cual amenazaba con caerse al estar sosteniéndose por una única oxidada bisagra.
Al explorar este escenario, esta parecía una casa, un piso de máximos 100m2 donde alguna vez, en algún momento, fue habitado por una familia de renta media. Mi curiosidad desmedida y espíritu de protohistoriadora me demandaba hacer un estudio científico y escudriñar cada rincón de este ya no-hogar; observar quiénes vivieron aquí, cómo, pero sobre todo, por qué todo acabó así. Pero no fue así, me urgía más el contexto presente que el pasado.
A través de un pasillo que amenazaba con desmoronarse por su propia ruina llegué a la salida cuyo estado no envidiaba al resto de puertas. Paso seguido bajé las escaleras, bueno, hasta cierto punto, pues literalmente parte ya no estaba como tal. Tras unos saltitos inhumanos en montones de escombros salí al exterior, a la calle... O lo que debía de serlo.
***
La acera se veía con sus típicas baldosas grises bañadas por el sol de un ardiente atardecer, pero agrietada y varias fuera de su lugar, algunas rotas junto con crestas filosas, condimentos que le hacían perder la normalidad. ¿Eso era el típico carro de combate? Este pasó por la calzada llena de socavones y alquitrán semiderretido, reproduciendo por megafonía lo que parecía ser algún tipo de propaganda. No presté mucha atención, pues la combinación de los aromas a pólvora y ¿cuerpos? Era nauseabundo, suficiente para desconcentrar y hacer vomitar a cualquiera.
Decidí caminar en dirección al centro de esta ciudad, sin embargo me costaría. Por la arquitectura civil suponía que se trataba de un barrio de la periferia, ¿abordar el blindado y obligar a los soldados a que me lleven? Ciertamente era una mediagashem, y si ellos solo eran humanos, no tendrían nada que hacer ante mi superioridad física, pero sobre todo, la magia.
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Reencarnada en una Miserable Vol.2
FantasiaUna chica de diecisiete años con problemas emocionales sufre un gran revés cuando se ve envuelta en un triángulo amoroso y cierto incidente que provoca su fallecimiento. Deseó morir, deseó desaparecer, pero... ¿Por qué se acuerda de quién era? ¿Una...