[Año x7614, Índass (Ruinas de la Biblioteca del Santuario de Anfítrite, Corazón)]
Ya no era hábil de sentir nada, ni escalofrío, aflicción o jaqueca. Parecía que había fracasado en despertar y tan solo me había hundido más en mi amargoso mundo oscuro; no oía nada, no olía nada ni veía a nadie, solamente sentía un profundo pesar de no haber conseguido salvar a nadie... Por el contrario, había destrozado vidas y arruinado mundos.
—«Crac» —el vacío finalizó con un sutil, leve, pero repentino sonido que al parecer surgía de mi alrededor. Este inició el retorno de las dolorosas sensaciones que hasta no hace mucho experimentaba.
—¿Blanca adelantarse? ¿Ella estar bien, no? ¿La Ondina reconocerla? —Escuché la voz inconfundible de una persona amada y conocida por mí: la desplumada sirenita de ojos arcoiris con quien hice una fortuita Unión en un egoísta intento por redimirle la vida. El último recuerdo que compartí con ella se interrumpió por mi absurda inclinación a fisgar y saber cosas, momento en el que activé un conjuro que yo misma diseñé y rechacé en el remoto, olvidado y ajeno pasado de este mundo, de esta Caja de Nivel 4.
—Como futura «Reina Sacerdotisa» que serás, Mi Bianca, tu deber saber la verdad de nuestra tradición. Blanca, nuestra salvadora, estar dicho en nuestras historias, que tras aparecer y después de socorrer a estas, se haría nuestra Ondina —apenas podía escuchar otra voz reconocida. Esta vez se trataba de la emplumada y azulada madre de la anterior, pero también, la sirena autoproclamada como ¿líder? Más bien, ella era la administradora, coordinadora y gestora de su pequeño grupo de gineformes marinas. Por el tono serio que tenía su voz y palabras, parecía que hablaba con su hija, pero pretendiendo que alguien más escuchara.
—Señora Urania, ¿qué pretenden obtener de nuestra Señora Blanca? ¿Tiene algo que ver con sus tradiciones?... Disculpe si estoy malinterpretando sus costumbres, pues son diferentes a las enseñanzas de nuestra Källa. Cuando llegué a Birkenau, a excepción de los rumores de marinos de Puerto Dorado, parece que nuestra diosa no alcanzó Índass y que aquí ya habían otras encargadas de mantener el orden y la creación. Nunca pensé que nuestras ceremonias casamenteras fuesen tan sencillas en comparación con las suyas y su diosa Ondina —otra voz reconocida replicaba a la previa. Esta vez se trató de una elfa pelirrosada de ojos salmón «legalmente» marginada y abandonada en un remoto y hostil territorio, la cual se diferenciaba de sus iguales por su casi nula destreza para la magia. Pese a que le rogué que no fuese tan formal y cortés conmigo, ella seguía siéndolo con otras personas cuando yo no estaba presente —Lenna, hay que tratar a las personas con respeto, mas si tienen tradiciones diferentes a las nuestras y son potenciales aliadas: es básico en diplomática, pues sirve para evitar batallas, conflictos y guerras innecesarias. La cooperación en resolver sus problemas para que colaboren con nuestro lado llegados los momentos de crisis, es de vital importancia —comentó a continuación la peligrosa pelirrosa. Esta vez tenía un tono de voz distinto, como de una madre instruyendo a su hija en la vida, quien le trasmitía valores que más de un terrícola simio despellejado solo aceptaría vía jarabe de palo. «Tonta caballero... Tú estás en el mismo lado que ellas; no eres su aliada, eres su amiga».
Quizá se le hizo costumbre a la elfa, fruto de su crianza aristocrática como antigua noble y caballero de Arnidiel. Ella trataba a Urania con gran respeto, teniendo en cuenta que podría estar obrando con doblez, pues tiempo atrás había capturado y ajusticiado a modo de alimento a las iguales de la gestora sirena, cuando, por subsistencia y en tiempos pretéritos, la «orejaslargas» representó tres personajes distintos. Esperaba que no hubiese desarrollado alguna patología mental, como sería en este caso, un trastorno de múltiple personalidad.
—Claro que sí, mamita. Tenemos que llevarnos piola y aprender de sus cuentos. Puede que la Ondina le diese una mano a Källa en algún momento: como sus vástagos, tenemos que devolver la mano a las bastardas de la primera sirenita —respondió la chiquilla elfa pelidorada de acento particular con complicidad para su mentora.
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Reencarnada en una Miserable Vol.2
FantasyUna chica de diecisiete años con problemas emocionales sufre un gran revés cuando se ve envuelta en un triángulo amoroso y cierto incidente que provoca su fallecimiento. Deseó morir, deseó desaparecer, pero... ¿Por qué se acuerda de quién era? ¿Una...