ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 7

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Capítulo 7

No soy buena en las mañanas, pertenezco a ese porciento de personas que se levantan con el ánimo por los suelos y cara de pocos amigos. No es que esté orgullosa de la actitud poco altruista con que me tomo la vida, pero es lo que hay. Aún no entiendo porqué el desayuno debe ser a las 8 A.M, la voz de Lillian fue la alarma que nos despertó como si la casa se estuviera incendiando. Tenía las neuronas aún sin despertar cuando nos explicó a Caroline y a mí que nos presentaría a los demás chicos. Ayer en la tarde conocimos a muchos de ellos, pero es necesario una presentación más formal para que sepan que no estamos de paso. No sabemos cuánto tiempo nos quedaremos aquí.

Un vestido verde con bordados de flores adorna la delgada figura de Lillian; si de algo me he dado cuenta, es de que le gusta vestir muy alegre, creo que lo que más la caracteriza son los vestidos veraniegos con telas ligeras y estampados. La rubia nos guía hacia el comedor. No deja de impresionarme este lugar, a pesar de que me falta por recorrer muchos rincones, me gusta la estructura de mansión antigua que posee.

Como siempre Caroline es la primera en entrar. Me asombra lo rápido que ha tomado confianza, algo de extrañar ya que llevamos poco tiempo aquí. Una sensación de paz me llena el pecho, verla tan suelta y sonriente es todo un alivio. Sonrío al recordar su expresión al bajar de la carreta: —No me gusta. —Había dicho al observar la panorámica. Anotaré eso como un ejemplo de que no debo juzgar antes de conocer. El beneficio de la duda es una característica que necesito aprender a manejar. Entro después de ella. Creo que de los lugares de la casa este es mi favorito, me encanta el barullo y la energía que se aglomera en este espacio. Amo los niños.

Algo nerviosa aprieto las manos dentro de mi sudadera. Mi mirada recorre el lugar, nadie nos presta atención, excepto Claire que está sentada en una de las mesas más alejadas. Me observa estática, tiene una sonrisa y expresión extraña en el rostro. Supongo que la persona a su lado se percata, porque una cabeza encapuchada gira en mi dirección. Le sostengo la mirada a ese par de ojos azules eléctricos que me observan como si fuese un bicho al que deben repeler. No entiendo su actitud, supongo que la noche de ayer no arregló nada entre nosotros.

—¡Niños, atiendan! —Hago una mueca porque Lillian grita justo a mi lado— ¡Niños!

Ninguno le presta atención, algunos juegan con sus alimentos o simplemente deciden ignorarla. Lillian obtiene otro intento fallido al cabo de unos segundos. No tardo en reconocer a Débora que parece apiadarse de la situación e interviene a favor de la rubia.

—¡Escuchen todos! —intenta esta vez Débora. Por encima del barullo escucho la pequeña risa de mi hermana. Los otros niños continúan pasando de ellas— ¡Esta noche el postre será helado!

Y ahí surge el verdadero silencio. Es casi impresionante como todos se quedan en pausa, a la expectativa de que esa información sea real y no un juego. Débora adopta una expresión de satisfacción al percatarse de que ahora tiene la atención de todos. Esponja su cabello e insta a Lillian a continuar con su anuncio.

—Gracias, Débora —masculla la rubia. Ahora todos miran a Lillian expectantes, hasta el chico grosero muestra interés en lo que va a anunciar—. No todos tuvieron la oportunidad de conocer a estas chicas la noche de ayer. Es importante que sepan que ambas hermanas estarán conviviendo con nosotros, espero que las ayuden a integrarse y demuestren el compañerismo y hermandad que nos caracteriza. Sus nombres son Maia y Caroline...— El sonido de una silla arrastrarse la interrumpe. Guardamos silencio mientras observamos estupefactos como una cabeza encapuchada sale acelerada de la habitación.

Aprieto los puños a mis costados.

—No pasa nada, iré a ver qué sucede —interviene Débora.

—Ya voy yo, no te preocupes. —ofrezco.

Crayones para un ángel ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora