ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 8

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Capítulo 8

Sígueme.

Debo tener cuidado. La señorita Laila está entretenida con el televisor mientras intento arrastrar a un niño de 11 años por los pasillos de la casa. Ayer descubrí algo y quiero que lo vea.

—Ángel, nos van a regañar —advierte igual de bajo—. Conoces a Laila.

—Shhh —Llevo un dedo a mis labios para que guarde silencio—. Nos regañarán si no te callas, harás que nos descubran, Lucas.

—No voy a ir —replica. Volteo cruzándome de brazos. Odio cuando se pone así, tan negativo. Entrecierra sus ojos al igual que yo—. Siempre hacemos lo que tú quieres y terminamos en problemas.

—Eso no es cierto —protesto, aunque en el fondo tiene algo de razón. Buscando salirme con la mía, pienso en otra respuesta—. Lo de los tatuajes no es mi culpa, tú no los lavaste bien.

Abre la boca, incrédulo ante mi comentario. Confieso que es un poco descarado de mi parte.

—¿Qué quieres decir? ¿Que no me baño? —reclama cruzándose de brazos—. Fuiste tú quien me pintó con crayones permanentes. Me gané un buen regaño por parte de Laila.

Quiero decirle que mejor no lo hubiese aceptado, no obstante, sé que lo hizo para hacerme feliz; él siempre intenta hacerlo.

—Lo siento —Le ofrezco una disculpa sincera. Hago un puchero y abro mis brazos, desde que lo conozco nunca se ha negado a un abrazo mío, esta no va a ser la primera vez—. Pero irás conmigo a ver lo que descubrí, ¿verdad?

Resopla cerca de mi oído. Siempre hace eso cuando me da la razón en algo.

Al poco rato estamos parados frente a la puerta que está al costado de la escalera en la planta baja. Nos quedamos quietos, sus ojos la recorren con curiosidad. Yo sé lo que hay dentro.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunta—. Esta habitación siempre está cerrada con llave.

—Sí, pero antes de buscarte la volví a comprobar y está abierta —murmuro—. No vas a creer lo que hay dentro.

Lucas, posiblemente aburrido de tanto misterio, empuja la lámina de madera frente a nosotros. Jadea con sorpresa al ver lo que hay en su interior, eso me saca una sonrisa. Sabía que se iba a sorprender.

—¿Pero qué es esto? —Pregunta. Sus ojos se dilatan al ver los juguetes esparcidos por el suelo. Creo que ninguno había visto tantos juguetes juntos.

—No lo sé. Hoy en la mañana vi a la señorita Laila entrar con un saco. Cuando salió decidí entrar y encontré esto.

—Son muchos juguetes.

Lucas toma un tren del suelo. Lo mira con fascinación.

—Se debieron estar acumulando, creo que son donaciones.

Odio cuando el cabello me hace cosquillas. Con enojo, echo los rulos hacia atrás.

—Mira Lucas, un Hulk. —Señalo la pequeña figurita que se encuentra en la segunda repisa. Está en lo alto, junto a unos peluches.

Decida a obtenerla, me trepo con agilidad sobre un saco acomodado en el suelo y me agarro de un segundo que se encuentra en la primera repisa. Presiono sobre este e intento estirarme hasta tocar la figura de plástico. Solo tengo que estirar mi torso un poco más.

—Te vas a caer. —advierte.

Volteo para contestarle, pero la presión que ejerzo sobre el segundo saco provoca que se rasgue y lo próximo que sé es que mis pies ya no están sobre una superficie firme. Pataleo en el aire hasta que impacto contra el suelo.

Crayones para un ángel ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora