ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 25

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Capítulo 25

No puedo borrar la sonrisa que traigo en el rostro. Tuve que soportar unos comentarios extraños por parte de Mauro con respecto a la flor y a mi hermana mientras gritaba ¡La tienes! ¡La tienes! Le pregunté a Ashton, pero se limitó a decir que no tenía idea.

Ya son dos días desde que visitamos el puente y, a pesar de eso, ni el recuerdo sale de mi cabeza, ni la sonrisa desaparece de mi rostro. Hace un rato me encontré con Susana y me dijo que Lillian me espera en su oficina, por eso ando caminando a paso apresurado por el pasillo, voy como con diez minutos de retraso. No he tenido oportunidad de hablar con ella desde que me enteré del "secreto" de ambas. Supongo que para eso fui citada, porque hasta ahora mi comportamiento en la casa ha sido bueno y no creo que sea un regaño lo que me lleve.

Quedo frente a la oficina, toco dos veces antes de entrar. Asomo la cabeza encontrándome a Lillian detrás de su buró. Hay otras dos personas que no reconozco sentadas en los butacones de enfrente.

—Buenas tardes. —anuncio. Paso y me quedo cerca de la puerta. Los miro con indecisión.

—Buenas tardes —responde Lillian—. Acércate, te quiero presentar a la pareja Tucker.

Existe cierta tensión en el ambiente que me pone nerviosa. Bajo las mangas de mi sudadera para que no se vean los tatuajes. La pareja que se encuentra sentada me parece conocida, pero no logro deducir de dónde.

—Estos son el señor y la señora Tucker —Comienza Lillian las presentaciones, no me es indiferente que hoy trae un vestuario distinto a los vestidos floreados que acostumbra llevar. El traje de dos piezas oscuro la hace lucir muy formal, es la primera vez que la veo así—. Esta muchacha hermosa es Maia.

—Mucho gusto —Extiendo mi mano. La señora es quien corresponde el saludo poniéndose de pie para estrecharla—. Soy Maia.

—Yo soy Bretta. Bretta Tucker.

Me dedica una sonrisa enmarcada en pequeñas arrugas. Su cabello es rojizo de un largo justo por encima de las orejas. Sus cejas son finas, lo que provoca que enmarquen sus ojos verdes de manera graciosa. Parece amable.

—Cariño, déjame presentarme también —pide el señor. Se pone de pie para saludar. Es muy delgado y aparenta ser un poco menor que la mujer. A diferencia de la primera que tiene los ojos verdes, este los tiene de un marrón oscuro casi negro—. Soy Roberto.

—Mucho gusto.

Recupero mi mano. Quedo de pie sin saber qué hacer.

—¿Para qué me citaron? —dejo escapar la pregunta que tanto ronda mi cabeza.

—Queremos saber si podemos conversar un rato contigo. —responde la señora.

—¿Conmigo? —arrugo la frente.

Inclino la cabeza para ver a Lillian y esta asiente con lentitud dándome a entender que debo aceptar. Devuelvo mi atención a la señora que se muestra expectante.

—Comprendemos si no quieres, aunque no te robaremos mucho tiempo.

—No pasa nada.

—Podemos ir al patio. Creo que la oficina lo hace todo más formal. —sugiere.

Asiento. Permanezco quieta mientras la señora recoge su bolso. Trae puesto unos pantalones anchos junto a una blusa holgada de tirantes finos roja. Al parecer le gustan los accesorios, tiene las muñecas llenas de pulseras de colores y un collar de cuencas le adorna el cuello. Su esposo parece un poco mas sobrio limitándose a un color negro en todo su vestuario.

Trago saliva con la duda carcomiéndome. Los guio escaleras abajo hasta llegar al patio. La mujer no para de parlotear sobre cosas banales, en cambio, su esposo y yo decidimos que el silencio es nuestro mejor amigo.

Crayones para un ángel ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora