ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 29

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Capítulo 29

Ashton.

De alguna manera sabía que dolería. Que cuando supiera todo, el castillo de mentiras que me empeñaba en construir se derrumbaría como si fuese de arena. Porque sí, sé que le mentí, el ocultarle que era Lucas fue una mentira que me pesa cada que la veo en el comedor, o me la encuentro en los pasillos. Cuando subo a la azotea en plena madrugada y ella está ahí, sentada envuelta en su dolor, o cuando son de esas noches en que la vence el cansancio y se queda dormida entre rezos. Yo me limito a sentarme en una esquina de la habitación o acariciarle la mano cuando está dormida.

Supuestamente Claire se queda en las noches junto a ella. Pero le rogué que dejara que fuese yo quien la acompañara en las noches y, después de contarle nuestra historia, accedió. Porque sabe que Maia despierta no me dejaría acercarme.

Otro punto que me preocupa es Caroline, Susana me mantiene informado sobre su estado y ya van cinco días desde que está en el hospital. Ayer tuvo otro bajón de presión, pero según lo que le dijo el doctor, no es nada grave. Lo único que se ha dicho en el comedor es:

Está estable.

Se pondrá mejor.

No es grave.

Todo lo que ha sucedido me recuerda a cuando la ví en aquella cuna la primera vez, a esa bebé le juré un destino, sabía que ella era alegría, y lo será por mucho tiempo porque todavía le falta mucho por cumplir, ella no es de las que se rinden. También he tenido que lidiar con Joshlio y sus cuarenta mil preguntas sobre la pequeña, ese es otro que anda triste estos días. Se la pasa detrás de Lillian o Débora preguntando por ella e incluso quiere ir con Lillian a visitarla.

El peso de mis errores martilla mi cabeza. Me destruí de múltiples formas y ahora las piezas se encuentran tan desordenadas que no hay forma en que las pueda armar, y juro que quiero hacerlo, por ella, por mí, porque quizás sí merezco ser feliz. Ahora que no tengo esas pinceladas dulces que aliviaban todo lo agrio en mi cabeza, me encuentro perdido.

—¿Quieres que hable con ella? —pestañeo mirando el plato de avena que no paro de revolver desde hace treinta minutos.

—Ash...

—No.

—Si quieres puedo decirle que-

—No te metas en esto, Samantha —escucho a Mauro—, déjalo.

—Lo único que quiero es ayudar.

—Entiendo, pero es algo que deben resolver él y ella. No te metas.

Ambos llegaron a la casa desde hace dos horas, el mismo tiempo que llevamos en la mesa y Samantha no deja de hacerme preguntas. La escuela se terminó hace poco, pero Mauro quiso venir a ver a Maia, también quería hacerme compañía.

—Tú ya sabías todo este drama, ¿cierto? —lo acusa—¿La única que no sabía era yo?

Dejo la cuchara en el plato, me arrecuesto en la silla. Los miro distraído porque no me interesan sus reclamos, tengo suficiente en la cabeza para tener una jaqueca monumental.

—Samantha, no me correspondía decírtelo. Tampoco es asunto tuyo, es de él y Maia. Entiende de una vez.

Creo que nunca había visto a Mauro tan molesto. Samantha se recuesta en la silla con sus brazos cruzados cual niña pequeña. Miro a mi amigo, este cierra los ojos llamando a toda su paciencia. Eso es algo que le ayudó mucho cuando se acercó a mí puesto que siempre lo alejaba, no quería a nadie a mi lado, pero el moreno fue persistente. Me recordaré darle las gracias por eso.

Crayones para un ángel ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora