Epílogo

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Epílogo.

Dos años después.

Intento llamar a mi hermana por tercera vez en estos últimos tres minutos. Si nos retrasamos perderemos el autobús rumbo a Clovelly, o por lo menos hasta una entrada bastante alejada porque desde ahí debemos seguir a pie. En Clovelly no se permiten autos o vehículos porque contaminan.

—¡Caroline, baja!

Me desespero, estoy ansiosa. Hoy los veré, bueno, los vi hace tres meses, pero hoy es especial. Es el cumpleaños de Claire, será mayor de edad y dentro de poco volverá a la universidad de Londres. Le harán una fiesta en la casa hogar como despedida. Una sonrisa aparece cuando veo a Roberto venir con Flaumder, es un cachorro Beagle que adoptamos hace un año, color crema y muy dinámico, de esos que te destrozan los zapatos en dos segundos si no tiene un juguete cerca. El nombre se lo puso Bretta después de que mi hermana se obsesionara con la sirenita Ariel.

Me agacho para acariciarle la cabeza. Automáticamente coloca sus patitas sobre mis muslos.

—¿Tú también estás nervioso? —Le pregunto, aunque su única respuesta sea mover la cola.

—Ya Caro y Bretta vienen en camino —habla Roberto—, a último minuto a tu madre se le ocurrió hacerle moños a la pobre.

Me desordena el cabello haciéndolo una maraña, tiene esa mala costumbre, aunque en el fondo no quiero que cambie. En estos últimos años he tenido muchos nudos en el cabello por su culpa.

Asiento un poco más tranquila, no me queda más remedio porque si Bretta decide hacer peinados, no hay quien la frene. Quisiera decirles mamá y papá, lo he hecho en pocas ocasiones porque de alguna forma me recuerda a mi otra mamá, y eso me resulta incómodo. Espero algún día decirlo con más naturalidad.

Ayudo a Roberto a subir los bolsos al taxi. Nos pasaremos dos días en la casa hogar y el 50 % de la maleta de mi hermana son peluches que quiere regalar a los otros niños. Recuerdo que cuando se lo sugerí comenzó a llorar, fue una simple propuesta para ver cómo reaccionaba. Al ver la rabieta monumental que hizo lo dejé estar, esta mañana tenía lista su maleta con los juguetes dentro.

Estoy orgullosa por la niña que es, y me siento afortunada de tenerla en mi vida. En este tiempo tuvo bajones de salud que no fueron tan graves como el que la obligó a llevar su pulsera, pero sí lo suficientes como para mantenernos alertas e ir con regularidad al doctor.

Hace cuatro años el tenerla así era algo casi imposible, por lo menos ahora hay curitas que evitan que la grieta se extienda bajo la piel de los que la queremos. Se me llena el pecho al decir que ahora tiene muchas manos a las que agarrarse en su primer día de escuela.

—¡Ya estamos listas!

Termino de guardar las maletas en el taxi. Volteo para ver a Bretta junto a mi hermana, el señor Roberto corre para agarrarla y ponerla sobre su cuello, haciendo que mi hermana comience a reír. Todos vamos conjuntados con una paleta de colores parecida, todo eso cortesía de Bretta que es una fanática de los conjuntos familiares, y quisiera decir que es naranja, o negro, pero es rosa, el color que más odio, pero que me saca una sonrisa al recordar a Claire.

—Ves que al final ese vestido te queda hermoso —menciona la pelirroja al llegar. Me da un repaso con la mirada—. No son necesarias las sudaderas, ya todos los niños te han visto.

—Lo sé. —Le respondo con una sonrisa.

—Susana me llamó ayer. Dijo que te tiene una sorpresa.

Me lanza un beso y cierra la puerta del auto. Los demás nos sentamos en la parte trasera rumbo a Clovelly.

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Crayones para un ángel ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora