Capítulo 9
Ashton.
Reconocer que la vida tiene una retorcida manera de jugar, constituye el primer eslabón para quien la ha sufrido. Da igual cuales sean tus cartas, si tienes los dados trucados o la mejor escalera de naipes, ella siempre llevará la delantera. Te recuerda una y otra vez quien manda, que tiene el pase libre para hacer trampa y eres tú quien queda debiendo en la partida.
El segundo eslabón se basa en saber que involucra a cuantos jugadores quiera. Aunque sea algo netamente entre ella y yo, toma prestado otras vidas y las entrelaza conmigo, uniéndonos por efímeros instantes para luego alejarnos como si nada. La vida piensa que somos monigotes de acero, pero hay acero que se rompe, se dobla, la presión es mucha o el alicate con que fue cortado tenía demasiado filo.
La vida es un herrero narcisista que piensa que forja el mejor de los metales, y el metal no es de carácter invencible. Si pudiera tener una conversación con la vida, aunque suene un poco metafórico, le diría que no propine tantos golpes sobre el metal, porque lejos de adquirir una nueva forma, este se llena de magulladuras. Tal vez ese es el concepto de la belleza de la vida, una figura abstracta a la que sólo ella le halla sentido.
Sacudo la cabeza e intento alejar los pensamientos que me acribillan. Alzo la mirada hacia el profesor de matemáticas, en estos cuatro años muchas veces me he preguntado si comprará acondicionador extra para esa melena que le llega por los hombros. Cierro el libro y guardo mis materiales. El sonido de la campana rebota en las paredes del salón anunciando el fin de la última clase. Me apresuro a salir antes de que se aglomeren todos los estudiantes en la puerta.
—¡Oye Ash!
La estridente voz de Mauro provoca que voltee, lo observo recoger sus cosas.
Mauro es de las pocas personas del pueblo a la que puedo llamar amigo. Y la segunda con la que me he abierto para hablar de mi "problema".Acomoda su mochila. Llega hasta mí alborotándose los rizos color café. Bufo ante el gesto y me dedica una sonrisa gigante.
—Sabes que a las chicas les gusta más así —explica. Ambos comenzamos a caminar por los pasillos—. Ash...
—¿Qué?
—No puedes seguir así, amigo —La preocupación en su voz hace que frunza mis cejas—. No te quise preguntar esto antes porque estaba Samantha, pero… ¿cuándo comienzan tus citas?
—No lo sé. —respondo liberando mi hombro.
—Sé que lo sabes —insiste. Está cada vez más molesto, lo conozco—. Lo único que hago es preocuparme por ti. Crees que estás solo, pero no lo estás, eres tú quien en tu cabeza te ves de esa forma. Aprende a abrir los ojos y ve que hay personas a tu alrededor que nos preocupamos por ti, que estamos mendigando para que te abras un poco más.
—Vete entonces.
—¡No me voy a ninguna parte! ¡Deja de ser así!
Creo que Mauro no ha notado que va levantando la voz. Algunos alumnos salen de las aulas e indiscretos se quedan mirando la escena. Odio la atención innecesaria. Me molesto por segundos, puedo sentir la piel adherirse con más fuerza a mis nudillos.
—Este no es el momento, Mauro. —advierto.
—¿Lo volviste a hacer? —acusa.
Acerca su rostro al mío. Sé que no tiene malas intenciones, entiendo que la preocupación es la que habla por él, pero este no es el momento ni el lugar. Es muy fácil exigir y juzgar cuando no eres tú el que vive las cosas.
—¡No es como si tuviese un interruptor que lo apaga! —grito. Arruga el rostro como si le hubiese dado un puñetazo, comprendo que mis palabras le duelan, ¿pero y a mí? A mi también me duelen— ¡¿Crees que quiero hacer todas esas cosas?! ¿Crees que quiero vivir esta vida de mierda?
—No yo-o —tartamudea. Desesperado, pasa una mano por sus rizos—. Yo no quise decir eso, Ash.
—Yo tampoco quiero hacer las cosas que hago, al menos no por completo.
—Ash, vamos.
Reconozco la voz de Claire intentando disipar la discusión. Diversos murmullos rellenan la tensión del ambiente. La chica jala mi brazo y Samantha aparta a Mauro.
Entre el espacio que crean el moreno y la rubia… la alcanzo a ver. Agarra su mochila mientras nos mira frunciendo las cejas, da un paso indeciso hacia adelante. No doy tiempo a más, cubro mi cabeza con la capucha y me voy acompañado de Claire. Suficiente tengo con todo lo que me pasa para también tener que soportar esto.
—¿Mal día?—pregunta Débora cuando paso por su lado. Casi todos están en la entrada, solo faltan la pelinegra y su hermana.
—¿Ash, te pasó algo?—pregunta Joshlio.
Tiene las gafas torcidas, así que se las acomodo con cuidado. Respiro profundo para contestarle, sin embargo, la voz de Tony me interrumpe.
—A él siempre le pasa algo, no es novedad. —comenta con tono aburrido.
—¿Qué tal fue tu primer día? —Me enfoco en Josh. Revuelvo su cabello. Él intenta esquivar mis ataques, cosa inútil porque termina despeinado de igual forma.
—Bien, pero este año me toca la misma profesora—responde. Luego su mirada cae detrás de mí y una sonrisa enorme aparece en su cara—. Mira, ya Caroline terminó.
Me llama la atención lo bien que se llevan estos dos. Giro y, efectivamente, Caroline llega agarrada a la mano de su hermana. Observo a la pequeña que trae los ojos hinchados y la nariz roja. Supongo que a alguien no le agrada mucho la idea de la escuela. La pelinegra me observa y aprovecho para detallar todos esos rasgos que antes pasaron tan desapercibidos. Su rostro afinado que da un aire angelical, sus ojos avellanas me miran firmes, con ese poco de dulzura descansando en los iris que tanto la caracteriza.
Me pregunto cómo me verán esos ojos, si me podré reconocer en ellos. No lo sé, hace mucho tiempo me perdí a mi mismo, hace muchos años cambié y reconozco mi metamorfosis; el hombre de bata blanca y títulos en cada frase que habla me lo confirma. Pero soy un hipócrita, uno que reconoce la pata que cojea mas no hace nada al respecto. Tengo vergüenza de que ella me llegue a ver de esa forma, de la manera en que me veo.
Trago saliva permitiendo que sus ojos curiosos detallen cada parte de mí, intenta hacerlo con discreción, cosa imposible con la trasparencia en sus expresiones. Su mirada caerá en las bolsas que traigo bajo los ojos, en mis mejillas un poco hundidas, el cabello desordenado, en la ropa más holgada.
«No debo ser ni una ligera brisa de lo que era» Pienso mientras observo sus labios aplanarse.
Volteo mis ojos, tengo un nudo en la garganta desde que llegó y no quiero que lo note, prefiero que me vea como el chico odioso, a la realidad vulnerable. Enojado, comienzo a subir por las calles adoquinadas rumbo a la casa. No tardamos en abandonar la zona más poblada hasta adentrarnos en el camino rústico de regreso. A unos cuantos metros está el pequeño camino que creé, tuve que aplastar muchas hojas para lograr acceder al risco que se ve desde la parte baja del pueblo. Puede que ese sea mi refugio esta noche.
Llegamos a la entrada principal. La puerta está abierta porque Susana es quien nos espera, parece emocionada. Paso a su lado y una delgada silueta se encuentra parada a mitad de la amplia escalera frente a mí. Es una mujer joven, muchas veces me he preguntado porqué decidió dedicar su vida a esto, a cuidar niños que no son suyos, personas que quizás la olviden cuando tengan la más mínima oportunidad.
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Crayones para un ángel ✓
Teen FictionUna fuga en la madrugada, una figurilla de Hulk, recuerdos, dibujos, un paquete de crayones, son los ingredientes que el destino escogió para cambiarle la vida a Maia. ➻➻➻ Maia es una adolescente de dieciséis años que...