ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 27

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Capítulo 27

Los ojos me arden cuando bajo corriendo las escaleras de la casa e intento identificar el ruido, creo que viene del comedor. Trato de no enfocarme en el nudo que tengo en el estómago y concentrarme en ver los escalones, porque a la velocidad que los salto es probable que acabe sin dientes si no tengo cuidado. La niña no dijo el porqué de tanta urgencia, pero presiento que algo va mal, bueno, más mal que el día que estoy teniendo, y eso ya es decir mucho.

Suspiro con alivio cuando llego viva al final de la escalera, pero el alma se me escapa del cuerpo al ver el chico que reconozco como Tony avanzar desesperado por el pasillo que da al comedor.

Viene casi corriendo con Débora detrás. Quedo paralizada cuando pasa frente a mí y grita algo, su voz es ronca, y las palabras dejan un rastro de pánico que eriza mi piel. Tony espera bajo la entrada de la casa. Puedo ver la angustia en sus ojos cuando acaricia la cabellera rubia que tiene recostada contra su pecho.

Los gritos se escuchan lejanos, como si estuviera en la profundidad de un pozo y para colmo el agua me taponease los oídos. Mi respiración se acelera y un cosquilleo crece en la punta de mis dedos, así como en la parte de atrás de mi cuello arrastrándose hasta el centro de mi cuero cabelludo. No tengo idea de dónde aparece Lillian con un abrigo que le lanza al rubio. Todos se movilizan de aquí para allá, aunque lo único que alcanzo a ver son manchas sin forma producto a mi visión nublada.

—Vamos Maia, no es momento de llorar —le escucho gritar a alguien— ¡Espabila!

Pestañeo una y otra vez, todo continúa borroso. Un cuerpo ocupa mi campo de visión, poco a poco piso la tierra cuando me toman de los hombros y me agitan, pero de igual forma todo se escucha lejano, como si fuese un susurro.

—Por favor, Maia. ¡No puedes entrar en pánico!

Perpleja, miro de nuevo la puerta. Casi podría pensar que fue una alucinación, porque ni Tony ni Lillian están por ninguna parte.

—¡Maia! —Un zarandeo más fuerte es el que me trae de nuevo a la realidad. Débora me mira preocupada— Necesito que pongas de tu parte y te movilices.

—¿A dónde la llevan?—Salgo de mi estado estupefacto. Miro por los costados de Débora para ver si alcanzo a vislumbrar al rubio. Me comienzo a desesperar— ¿A dónde van con mi hermana?

Intento soltarme de su agarre, Débora aprieta las manos en mis hombros para que me quede quieta. Puedo percibir su desesperación, no aparenta ser la mujer alegre que pasea todos los días por la casa, ahora la cubre un halo de seriedad.

—Escucha, Caroline se desmayó, Tony la va a llevar al hospital del pueblo —Abro los ojos e intento liberarme para salir corriendo por la puerta, pero me mantiene en el lugar, fijando sus ojos negros en mí—. Susana fue a buscar sus papeles y te llevará con ella al hospital. Yo me quedaré aquí con los niños. Sé que lo que te diré es imposible, pero intenta mantenerte serena. Susana llegará en dos segundos.

No puede estar pasando... No de nuevo.

Un nudo se crea en mi garganta. Intento tragar varias veces, mas siento que lo único que hago es empeorar la sensación de asfixia. Miro de un lado al otro. Cuando Susana viene corriendo desde la oficina de Lillian y nuestros ojos se conectan, no puedo ver más que preocupación. Ambas hemos pasado por esto, es un dejá vù horroroso. Se termina de colocar su abrigo y me espera bajo la puerta. Tardo dos segundos en reaccionar e ir corriendo tras ella. Débora no me impidió avanzar esta vez.

—¡Espero que no sea grave! —escucho gritar a la morena cuando ya tengo un pie fuera de la casa.

La temperatura volvió a bajar envolviendo a Clovelly en un ambiente lúgubre, las hojas de otoño están desperdigadas por el suelo esperando que alguien las pise para marcar un crujido que erice la piel, si te paras a mirar un segundo, es increíble como el ambiente se camufla dando varias perspectivas dependiendo de la situación, lo que antes parecía bonito durante el paseo con la señora Bretta...ya no lo es tanto. Susana me toma de la mano y me obliga a caminar. Mis pasos son lentos, una contradicción a todo lo que pasa por mi cabeza. Tengo miedo de llegar a ese hospital.

Crayones para un ángel ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora