ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 11

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Capítulo 11

—Entonces te gusta pintar.

Afirmo con la cabeza la pregunta de Lucas.

En el camino de vuelta a la residencia, Lucas y Samantha decidieron hacernos compañía hasta la entrada del camino. Débora y los otros pequeños van por delante de nosotros. Yo me encuentro entre Ashton y el chico de cabello cobrizo. Este último es muy amable, llevamos todo el rato hablando de pinturas y técnicas. Tiene diecinueve años y estudia en la Academia de Artes en Londres.

—Yo le había dicho que tú también pintas —interviene Samantha—. Le propuse a Maia que te enseñara sus dibujos, es muy buena.

Casi puedo sentir que me sonrojo, no es que me agrade ir por la vida diciendo que pinto, para mí eso es algo personal. Aunque ya no tiene sentido ocultarlo porque el chico me vio en el salón hace un rato. Apretando un poco más la correa de mi mochila, me enfoco en mi hermana para distraerme. Necesito disminuir el sonrojo o no estaré cómoda en todo el camino.

—Me gusta tu nombre.

—Gracias, a mí también me gusta el tuyo —respondo. Intento ver de reojo a Claire, pero el cuerpo de Lucas lo impide—. Mi mejor amigo se llama así.

—Que casualidad —rasca su cabeza— ¿Él también vive en casa de Lillian?

—No, hace años no lo veo. Él fue adoptado.

—Siento mucho que tuvieran que separarse. —agrega Samantha.

Cuando llegamos a la entrada del camino los dos primos se despiden de nosotros con un beso en la mejilla, Claire se sonroja cuando llega su turno. Ashton y Lucas se dan un apretón de manos. Cuando los chicos ya no están a la vista, decidimos continuar caminando. Claire no va a mi lado, sino que se adelanta un poco. Voy por delante de Ashton e intento no tropezar porque en esta zona hay muchas rocas y ramas. Pero como mi suerte es casi nula, o aparece cuando le conviene, a pocos metros trastabillo con una piedra. Casi caigo de bruces al suelo. Mis manos y rodillas fueron la barrera que evitó que perdiera los dientes.

Siento como me agarran del brazo y me ayudan a ponerme en pie. Me quedo paralizada cuando Ashton toma mis manos y examina los pequeños raspones producto a la caída. Nos mantenemos en un silencio pulcro decorado con el sonido de algunas aves y el romper de las olas contra la costa.

Discreto, arrastra su mirada por mi cuerpo como si estuviese buscando alguna herida, al no encontrar ninguna, fija sus ojos en mí. Quedo paralizada cuando el azul eléctrico me envuelve, la forma en que sus pestañas oscuras enmarcan sus ojos, incluso el cabello desprolijo que cae sobre su frente, convierte a Ashton en alguien fácil de reconocer donde sea.

—¿Te duelen? —pregunta sujetando mis manos.

—Arde un poco, no es nada —doy un ligero tirón y suelta mis manos—. A veces soy torpe.

—Comencé a darme cuenta cuando casi te caes de una casa de dos plantas.

Que se burle de mí no me hace ninguna gracia. Me siento tentada a sacar mi dedo medio, pero decido dejarlo estar y volver al camino.

No he dado ni tres pasos cuando dice:

—¿Me acompañas?

Frunzo el cejo ante su pregunta. Giro en su dirección, trae las manos en los bolsillos de su sudadera.

—¿A dónde?

Señala con su cabeza la desviación que hay un poco más adelante. Paso mi peso de un pie a otro. Estoy indecisa.

—Olvídalo, si no quieres ir...

—Vamos.

Puedo notar el asombro en su mirada y la media sonrisa que intenta retener.

Crayones para un ángel ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora