ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 5

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Capítulo 5

Nunca, y cuando digo "Nunca"—hago bastante hincapié en la palabra—había visto un comedor tan desastroso como este. En dos segundos se armó una pelea entre niños y varias bandejas acabaron en el suelo, ¿todo por qué?, pues por un juguete de Superman que al parecer uno le quitó al otro. Nadie los separó o intervino, ellos solitos decidieron cuándo culminar y luego continuaron jugando como si nada, y sí, ambos con el juguete de Superman.

Si miras un poco alrededor, es bastante fácil deducir que todos tienen una edad hasta los diez o doce. Según me explicó la chica asiática de antes, las únicas adolescentes en el lugar somos ella, un rubio que juega con una pequeña al fondo del salón, el grosero y yo. Puesto que no conozco a nadie, decidí sentarme junto a Claire mientras mi hermana, Débora, y Eliot iban a buscar la cena. Mi hermana suplicó que la dejara ir con ella y Débora los llevó a ambos a la zona de la cocina.

Desde hace un rato Claire habla sobre cosas banales, pero ahora que ha tocado el punto de las reglas, me mantengo callada. Debo prestar suma atención, porque este es el primer lugar de acogida que no me desagrada y el punto de las reglas es algo que debo anotar con plumón fluorescente en mi cabeza. Si es posible también en un cartel con luces LED incorporadas.

—Las cenas son obligatorias —comienza—. Todos debemos estar en la zona del comedor a las 8:00 pm y tratar de no llegar tarde. El desayuno es a las 9:00 am y el almuerzo a las 12:00 pm. Si deseas algo de comer entretiempo puedes pedírselo a Débora.

En un principio supuse que Lillian sería quien me diera las indicaciones, normas o reglas de la casa, pero ni ella ni Susana están aquí, por eso acepto todo lo que me dice la chica.

—Los más grandes debemos colaborar con los más pequeños. Somos catorce chicos y como comprenderás, debemos ayudarnos entre todos —informa. Es curioso lo concentrada que está en picar un pedazo de pollo que se escurre de su plato—. Las clases son en una escuela del pueblo, en realidad son dos escuelas, supongo que te darán a escoger. Los detalles sobre curso, materiales y todo ese tema, los tendrá que decir Lillian.

»Ah, y no debemos salir de la institución sin permiso o compañía de un adulto. —culmina.

—Tengo una pregunta.

—Dispara.

—¿Tenemos permiso para decir sólo Lillian? ¿No deberíamos llamarla señorita, señora o directora?

—Y también mi ama, su alteza, mi lady.

Suelta una risilla. Al ver que no sonrío le pone más seriedad al asunto.

—Créeme, puedes decirle como quieras, siempre que sea con respeto —Se encoje de hombros—. Lillian tiene una relación muy cercana con nosotros y nunca le ha gustado que le digan directora, asistenta social o algo parecido. Aunque puedes llamarla como creas más cómodo. No te sientas forzada.

—Entiendo.

Hace un movimiento rápido, parece un depredador acechando a su presa cuando clava el tenedor en el trozo de pollo. Llevaba unos minutos batallando porque no paraba de escurrirse del plato, ya hasta la sentía un poco frustrada. Le es inevitable ocultar el gesto de victoria cuando se lo lleva a la boca y comienza a masticar.

Es una chica muy tierna. Tiene el cabello azabache con un cerquillo muy bien recortado. Las mejillas redonditas. He notado que se sonroja mucho, aunque creo que le sale de forma involuntaria; porque de lo contrario, sería la primera persona que conozco que se sonroja por un trozo de pollo. Los ojos son de un negro intenso, al igual que el esmalte en sus uñas. Trae un vestido de tirantes de mezclilla sobre una camisa rosa. Soy lo bastante paciente como para esperar a que termine de comer y que podamos continuar nuestra conversación. Apoyo la barbilla sobre mi mano.

Crayones para un ángel ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora