ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 30

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Capítulo 30


—¿Has visto la aurora boreal aunque sea en fotografías?

Me balanceo en el columpio. La tarde es más hermosa de lo usual, y la pareja Tucker que casualmente andaba por la casa, Caroline, Joshlio y yo, decidimos salir al patio. Los pequeños no se despegan del señor Roberto, cosa que aprovecho para continuar mi charla con la señora Bretta. Llevamos un rato hablando de temas aleatorios.

—La he visto en fotografías —contesto—. Me gustaría dibujarla alguna vez.

—Con tu talento quedaría preciosa. La fotografié en una ocasión, en cuanto pueda te las voy a enseñar.

Sonrío con ganas. Ya van tres semanas en las que me visitan casi todos los días, conversamos de muchas cosas e incluso les he mostrado mis dibujos. La señora Bretta es fotógrafa y junto a su esposo dirigen una imprenta muy reconocida en Manchester.

El poco tiempo que los conozco han demostrado ser buenas personas. Se han preocupado por ambas, cosa que agradezco.

—Ya se lo dije una vez, pero muchas gracias por lo que hicieron por nosotras.

La señora deja de columpiarse, me mira con detenimiento. Aprieto las manos en las cadenas del columpio cuando se me hace un nudo en la garganta. Lo que hicieron fue algo muy generoso, pidieron que no lo supiera, pero Susana sentía que debía dar las gracias, y eso es justo lo que hago.

—Lo hicimos con gusto.

—De verdad, nunca imaginé que las cuentas del hospital fuesen tan caras —Se me quiebra la voz—. No entiendo el motivo de tanta generosidad, pero les agradezco muchísimo.

Fue un gesto gigante porque si Lillian debía cubrir esos gastos, la casa se quedaría en números rojos. El hospital y el tratamiento fue muy caro, y el dinero debe ser compartido entre los otros niños, escuela, comida, futuros estudios...

La señora se inclina para poner su mano enguantada sobre la mía. Me dedica una sonrisa amable que resalta lo bonita que es, con su cabello rojizo hasta las orejas cubierto por un gorro de lana con margaritas tejidas. Me fijo en sus cejas demasiado finas que enmarcan unos ojos esmeralda.

—He vivido lo que es estar enferma, no tener para pagar el hospital y perder una hermana —confiesa—. Lo que me enamora tanto de ti y de esa pequeña, es el amor que se tienen y la manera independiente en la que cada una lucha —Se endereza y muestra una sonrisa—. Pagar la cuenta de un hospital es lo de menos.

—Gracias. Siento mucho lo de su hermana.

Asiente con lentitud. Con las puntas de sus botas mueve algunas hojas secas del suelo.

—Aquella vez que me preguntaste por qué me fijé en ustedes, quizás no te supe responder de la mejor forma. Hoy te respondo que lo noté desde la primera vez que las vi a ti y a ella juntas en el patio.

Frunzo las cejas.

—¿Qué notó?

—Lo afortunado que es el mundo de tener personas como tú. A día de hoy las personas no hacen más que preocuparse por si mismas. No importa si es un familiar, o un amigo, no todos tienen la capacidad de ver más allá de sus propias narices, y tú ves a través de muchos ojos.

—Gracias.

—El mundo da cada vez más lástima.

Me quedo en silencio, analizando sus palabras. Cada vez que hablo con ella me deja pensando en alguna verdad. Debo admitir que disfruto nuestras charlas, ambos me agradan. No fue fácil tomar una decisión tan grande como la que tomé, pero espero estar labrando el camino correcto para mí y mi peque.

Crayones para un ángel ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora