ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 4

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Capítulo 4

—Esta es su habitación. Las camas se las reparten como más cómodo les sea. —Nos informa Lillian haciendo espacio para que podamos entrar.

No pasan ni tres segundos cuando Caroline ya tiene muy decido cúal será la suya. Corre hasta dejar su mochila sobre el colchón de la que está en el lado derecho. Como si quisiera comprobar que es la mejor, sube con dificultad y comienza a dar pequeños brinquitos sobre ella, luego levanta el pulgar en señal de aprobación.

Al entrar se puede distinguir el azul opaco en las paredes, dos camas personales y a los costados la mesita de noche que corresponde a cada una, un felpudo en el suelo, una mesa de estudio, un escaparate empotrado y una ventana justo frente a la entrada. Ya que Caroline escogió su cama, no me queda más remedio que tomar la que se encuentra junto a la pared del extremo izquierdo.

Avanzo hasta mi lado. Toda la pared que me corresponde está decorada con posters que nunca había visto. Dejo la mochila sobre el colchón, mi atención está puesta en intentar reconocer las bandas. La química de los integrantes traspasa incluso el papel de promoción. No tengo idea de cuál género musical hagan, pero un baterista pelinegro de ojos azules y el guitarrista pelirrojo que está a su lado me causan curiosidad, cabe destacar que son bastante guapos, serían el delirio de cualquier adolescente. No creo que estos afiches sean para mí. En el hospicio podrían catalogarlo como el boleto clase VIP para un castigo seguro.

—No te preocupes por eso, Ash los recogerá más tarde —La voz de la rubia hace que me sobresalte. Estaba tan entretenida viendo a los chicos, que no me di cuenta de que Lillian se acercó. Coloca una mano en mi hombro. Observamos los posters—. Pero si te incomodan los puedo retirar ahora.

No tengo idea de quiénes son ese grupo de cinco chicos, pero no me incomodan en lo absoluto. Otras bandas también decoran la pared, intento reconocerlas, cosa que es inútil porque en el hospicio no se escucha esa clase de música, y esa aparenta ser bastante agresiva, creo que le llaman metal, no estoy segura de ello.

Antes, en reuniones que se hacían con otros centros de cuidado infantil, hablaba con algunos chicos que vivían la misma situación que yo. Ellos me explicaron que no todos los centros de ese tipo son religiosos, o siguen parámetros tan estrictos como a los que fui sometida. Todos concordamos en que el problema no es que fuese un centro religioso, sino la manera en que nos coaccionan cuando pertenecemos a ese sistema. No te permiten expresar tus gustos, vives sumisa a lo que ellas imponen e intentan justificar todo con "Es tu deber". Siempre he pensado que no son las creencias, ni la religión; son las personas las que manchan con sus actos el nombre del señor y lo utilizan como escudo para justificar sus errores ante la mirada del mundo. No generalizo, creo haber escuchado que hay hospicios que no tienen nada que ver con el mío. Pero el karma acumulado en otra vida decidió enviarme por dos años a un nido de víboras y aves de rapiña, de las que por fortuna pude salir ilesa.

Toma esa, Karma.

Lillian carraspea. No quiero dilatar más la situación así que vuelvo a mirar los posters con disimulo, nunca tuve este tipo de cosas, la verdad es que no me incomodan. Supongo que puedo acostumbrarme. Me encojo de hombros.

—Se pueden quedar, me gustan. Nunca tuve cosas de este tipo —susurro. Ladeo la cabeza en su dirección—. Quiero ser la típica adolescente con posters en las paredes.

—Vale. Pero de todas formas Ash los vendrá a buscar más tarde, son suyos y los va a utilizar para decorar su nueva habitación. Si quieres me dices cuales bandas te gustan e intentamos conseguirlos en la tienda del pueblo. Hay muchos en ese lugar.

—Yo.. pensé que esta habitación estaba libre —profiero, confundida—. Si este es el espacio de alguien, Caroline y yo nos podemos acomodar en otro sitio.

Crayones para un ángel ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora