Londres.
Seis años antes.
Uno.
Dos.
El resonar de las gotas cayendo en un balde es preciso, se escucha cerca, a pensar de ser un trozo metálico situado al fondo de una habitación vacía. Todo se encuentra a media luz. Las viejas ventanas abren paso a una luna tenue que acompaña a las luces intermitentes que surgen de una línea de tren cercana. Pasan rápido, dejando tras su paso rastros de color rojo y amarillo que juegan a burlar la oscuridad que nos rodea, o nos consume. Ellas pintan las paredes con formas abstractas a las que hallaría sentido si estuviese en otra situación.
Mi corazón y mi mente recalcan lo inevitable que es todo. Y cómo a veces, la resignación es casi un veneno que nos inducimos de forma pasiva.
El suspiro queda a medio camino en la garganta y mis ojos detallan las paredes del lugar al que fui condenado a vivir. El piso está frío, y la humedad de la pared cala en mis huesos preparando la invitación para uno de esos tantos ataques de asma que suelo tener.
Uno.
Dos.
Ese sonido de las gotas es casi una burla al ritmo débil, pero constante, de una respiración que impacta mis muslos. Está tiritando producto al frío y en busca de calor la acerco a mí, acariciando su cabello rubio que se enreda en mis dedos formando rulos a su alrededor.
Me rompe el corazón que ella también fuera condenada a este infierno, uno que trabaja bajo la capa de ignorancia y lástima ajena, demoledor en muchísimos casos. Todo aunque no hallamos cometido algún delito para padecer tantos años aquí. Nos ha tocado vivir las consecuencias de la imprudencia de otro. Pero si de algo estoy seguro, es que ninguno de los dos merece esto. Nadie debería ser juzgado por existir.
Para un niño en mi situación, cuando el proceso de adopción culmina y llegas a formar parte de una familia, todo se torna excitante porque es una nueva oportunidad. Para mí lo fuese si pudiera llevarla conmigo o, en caso de escoger, que ella tuviese la oportunidad que a mí me han dado. Sin embargo, a veces no basta con querer, los deseos de un niño quedan a un lado cuando las circunstancias marcan las pautas. Mi proceso de adopción culminó y mañana formaré parte de una familia.
Esa es mi realidad.
Anhelo alejarla de esta pocilga, impedir que pase frío en las noches o que su comida esté incompleta. Llenarla de gominolas. Siempre le regalo las que me trae la señora Marie y su esposo. Pero siento que no es suficiente, reconozco que merece más que eso. Nadie más tiene su luz, sus alas, su forma de hacerme sentir seguro.
Ella es mi ángel.
El frío me abruma. La abrazo en busca de calor y cierro los ojos, soportando. Todo huele a despedida porque este es nuestro último momento. Mañana cuando ella despierte ya no estaré, tendré que vivir otra vida mientras continúa en este orfanato. ¿Me extrañará? Aprieto más los ojos. ¿Con quién compartirá sus noches, las gominolas, los crayones? Mi respiración se acelera a medida que me voy sumergiendo en los recuerdos.
—¿Me dejas pintarte los brazos?
Levanto la vista, confundido. En frente de mí está una niña rubia, de ojos alegres, revisando los crayones que Marie trajo la tarde de ayer.
No respondo. Me limito a observar sus cejas fruncidas mientras decide si el rojo o el verde va más con mi tono de piel. El cabello le cae en todo el rostro. Reprimo el impulso de apartarlo de su frente.
—Lucas, ¿me dejas? —pregunta. Junta sus manos simulando un rezo, retengo la risa. Niego con la cabeza—. Los niños como tú no deberían tener tan mal carácter, creo que te va mejor el verde, eres como Hulk. —replica con evidente indignación.
—¿Hulk?
Rueda los ojos, lleva días haciendo ese gesto horrible. Toma mi brazo sin importar que le haya dicho que no y comienza a dibujar sobre mi piel.
—Sí, Hulk —aclara. Luego desvía la atención de los diseños para verme con emoción. Sus ojos brillan—. Ayer miré por la ventana de la señorita Laila y tenía puestas las caricaturas en la tele, traté de que no me descubriera porque sabes que no le gusta que veamos eso, pasé un buen rato ahí. Cuando estaban varios hombres luchando contra no sé qué, había uno verde gigante que parecía muy gruñón. Ese es Hulk.
Suelta una risilla. Retiro mi brazo de un tirón. Su boca se abre ante el gesto repentino.
¿Un gruñón? Yo no soy gruñón, ¿o sí?
—Hey, yo no soy ningún gruñón. —recalco.
Al bajar la mirada noto que en mi brazo izquierdo quedan ilustrados una casita, un corazón y una flecha que apunta hacia abajo.
Me parecen un poco mal hechos, la verdad. Pero me reservo cualquier comentario sobre ello y me limito a juntar las cejas.
—¿Te gustan?
—No.
La pequeña suelta una risilla y cuando la miro sus ojos van de los dibujos hacia mi rostro y viceversa. Aprieta los labios para contener la risa. Se encoge de hombros.
—¿Me prometes que te los tatuarás cuando seas mayor?
—Te dije que no me gustan. —respondo con voz monótona.
—Cuando sea grande me haré uno y tú también, así los dos tendremos uno. Me dejarás rellenarlos con tus crayones. ¿Cierto?
La niña de rizos dorados se muestra expectante. Hace un puchero, la conozco lo suficiente para saber que no se cansará hasta obtener una respuesta. De preferencia positiva.
—Claro.
—Eres el mejor.
Un abrazo no se hace esperar. Ambos caemos al suelo producto al impulso. Solo así, con la sonrisa más gigante que he tenido en el rostro, la abrazo más fuerte.
Me lleno de tristeza al abrir de nuevo mis ojos y aterrizar en la oscuridad es inevitable. Recuerdo la mochila que tengo a mi lado y el paquete de crayones desgastados que hay dentro. Los tomo mientras retiro la sábana que cubre un cuerpo menudo, pequeño en comparación con el mío.
Con la vista borrosa encuentro su brazo. La punta del rotulador surca su piel marcando el curso de una flecha en su antebrazo derecho. Dejo los crayones junto a la mochila.
—Prometo volver por ti. —susurro.
Dejo que mi promesa quede impregnada en las paredes. Veo a la luna observar nuestra despedida. Ambos sabemos que aunque estaré lejos no se olvida a quien se quiere, y ella siempre será mi pequeña.
Mi ángel.
Mi familia.
Instagram: c_valdes15
Twitter: cafecito _1503Bella portada realizada por Mechula03
Espero que te haya gustado el inicio de esta historia, eres más que bienvenido a esta familia de ángeles. Si decides continuar la lectura quiero decirte que ya tienes un lugar en mi corazoncito.
Esta es mi primera historia, es un borrador. Puede que algunas veces te encuentres fallas ortográficas. Si deseas dejar una crítica constructiva es más que bienvenida ¡Siempre se puede mejorar!
Millones de gracias por la oportunidad <3
¡Besos para esas mejillas!
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Crayones para un ángel ✓
Teen FictionUna fuga en la madrugada, una figurilla de Hulk, recuerdos, dibujos, un paquete de crayones, son los ingredientes que el destino escogió para cambiarle la vida a Maia. ➻➻➻ Maia es una adolescente de dieciséis años que...