Capítulo 16

1.9K 111 48
                                    




Dos semanas han pasado desde que me entere que mi mamá tenía leucemia y hasta el día de hoy me duele saber que sus días están contados. El 31 de diciembre la pase con ella en el hospital, las dos solas en esa habitación fría y oscura. Hasta ahora nadie sabe por lo que está pasando mi mamá y he estado distante con mis amigos y sobre todo con Jonathan.

He evitado sus mensajes, sus llamadas, pero sobre todo sus visitas porque en estas dos semanas he notado actitudes raras de él y me preocupa que las advertencias de Victoria sean verdaderas y que Jonathan todavía no haya olvidado a Alicia. Se me encoje el corazón con tan solo pensarlo y sé que el primer amor no se olvida, pero se supera y aprendes a vivir con su recuerdo.

Mi mente siempre me recuerda que ella le mintió de su embarazo, lo dejo por una carta y rompió sus ilusiones con esa criatura que él pensaba que venía en camino. Pero si yo pude perdonar las mentiras de Gabriel y de mi mamá ¿Qué me puedo esperar de él?

Lo coherente sería ir y hablar con él, pero el miedo me invado al sentir que nada saldrá bien y que todo lo que hemos vivido, lo que hemos sentido, lo que yo he sentido desde que lo conocí haya sido toda una mentira... una simple ilusión.

Por otra parte, ya no vivo con mis tíos, sino que ahora me hospedo en el departamento de Gabriel.  Todavía recuerdo como mi tía me pedía perdón mientras lloraba intentando buscar las palabras menos hirientes para pedirme que me fuera; y para quitarle un peso de encima lo hice por mi propia cuenta. 

También sigo con mi trabajo en la cafetería, aunque Gabriel me insistió en que ya no era necesario, pero me encariñe con ese lugar y me encanta estar ahí y ayudar a Susy. He tenido que organizarme para poder estar todos los días a la cinco de la tarde en el hospital para acompañar a mamá en las quimios y si soy sincera nunca he estado tan ocupada como lo estoy ahora.

Además, agarre otro empleo, pero esta vez no lo hice porque lo necesitara sino porque quiero tener mi mente distraída, en donde mi mente se centra en otra cosa y no en los problemas o en las pesadillas que desde hace unos días han empeorado notoriamente. Hay madrugadas que Gabriel me despierta porque no paro de gritar o llorar, <<Son horribles>> y lo peor es que no puedo hablar de ello porque es tan retorcido que hasta a mí me da miedo la tan sola idea de dormir.

Agarro la mano de mamá y observo su rostro demacrado y cansado. Su cabello ha empezado a caer y sé que a ella le duele, ya que era su atractivo y lo que más le gustaba de su cuerpo. <<me duele el alma verla de esta manera>>

― ¿Me pintas las uñas? ―, me pregunta con un intento de sonrisa.

― ¿De qué color las quieres? ―, hablo con ánimos para que no note mi malestar.

― ¡Rojo! ―. Exclama con pura emoción. 

Me pongo de pie y camino hasta la mesita de noche que tiene al lado de su cama y saco el estuche del fondo de la gaveta. Me devuelvo y jalo la silla, sentándome al frente de ella y saco su esmalte favorito.

Abro el envase, sostengo su mano, saco la pequeña brocha y quito el exceso de pintura arrastrando el esmalte por la orilla.

―Lo siento―. Dice sin ningún motivo.

― ¿Por qué lo sientes? ―, pregunto sin dejar de pintarle las uñas.

Escucho como toma una respiración larga y habla con todo el dolor del mundo.

―Por herirte, Jennifer. Sé que te lastimé y herí tus sentimientos y... ―. Un sollozo que inunda toda la habitación impide que ella continúe hablando.

Dejo de pintarle las uñas y conecto mi mirada con la de ella.

―No pienses en eso ahora.

Bajo la mirada a su mano, pero no continuo con mi trabajo, sino, que intento agarrar fuerzas en donde no hay para continuar con este dolor.

Una vida llena de secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora