Capítulo 10

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Mueven mi cuerpo y despierto incorporándome en los asientos traseros de mi auto. Jonathan me ayuda a bajarme por la puerta izquierda y siento el mundo caerse al no poder aclarar un poco mi vista. Todo a mi alrededor gira como un carrusel. Él pasa uno de sus brazos sosteniendo mi cintura, caminamos despacio hasta entrar en la edificación y tomar el ascensor.

No sé en qué momento él abre la puerta y las náuseas suben de mi estómago hasta mi garganta.

—¿Quieres ir al baño? —, pregunta al yo taparme la boca con mi mano, queriendo contener las arcadas.

Me lleva al baño más cercano, levanta las dos tapas del inodoro, me deja sentada y desecho todo lo que mi estómago podría tener. Jonathan se arrodilla a mi lado y con una mano agarra todo mi cabello y con la otra acaricia mi espalda. Mi estómago se comprime al hacer fuerza para poder soltar todo lo que mi estómago devuelve.

Termino y bajo la palanca recuperando el aliento. Jonathan me atrae a su pecho y cierro los ojos cuando el sueño vuelve a inundar mi cuerpo.

—¿Mejor? —. Asiento con mi cabeza y me acurruco más a su cuerpo.

Mi cuerpo se siente adormecido, ningún pensamiento inunda mi mene; todo está en pausa.

—Puedes tomar una ducha. Hueles alcohol y creo que dormirías mejor.

Abro unos de mis ojos y le doy una sonrisa de lado.

—¿Insinúas que huelo mal?

Rie por lo bajito.

—Te traeré algo de ropa—. Nos levantamos del suelo y me sostengo del lavamanos cuando él se va dejándome sola en el pequeño baño de su casa.

Llevo mis manos hacia atrás, queriendo encontrar el cierre del vestido. Lo sostengo fuerte cuando lo consigo agarrar y tiro hacia abajo, dejando que el vestido caiga a mis pies, quedando solo en bragas.

Me doy cuenta que no traigo mis tacones puestos, que he estado descalza todo este tiempo y lo confirmo cuando veo la planta de mi pie izquierdo negra de la suciedad.

Corro la puerta de cristal de la ducha y entro con cuidado para luego abrir la regadera. El agua fría cae en mi cuerpo erizándola al mismo tiempo. Paso las manos por mi cara quitando el resto de maquillaje de mi rostro y ni siquiera me importa empapar mis bragas. Nunca me había bañado en otra casa que no sea la mía y menos en el departamento de un hombre. Con el jabón recorro todo mi cuerpo; por mis brazos, mis axilas, mi estómago, por mis senos...

¿Qué hare ahora? Me drogaron, no es algo que pueda pasarlo por alto como si nada, pero si pongo una denuncia llegara a todos los oídos del mundo y eso incluye a mis papás. Saldré en los periódicos y no por ser un caso importante sino porque intentaron drogar a la hija de Nicolás Evans, el abogado más prestigioso de New York, Boston y de Europa.

Ya puedo imaginar lo que mi papá pensaría de mí; "que irresponsable" "no le basto con la última fiesta que tuvo y lo que le paso para ir a otra en busca del mismo resultado" y mamá a su lado sin abrir su boca, siempre dejando que él sea el de la última palabra.

—¡¿Sigues en la ducha?! —, me estremezco al escuchar su voz al otro lado de la puerta.

—Ya salgo—. Digo en voz baja.

El agua no deja que él me escuche, ya que mi voz sale en un tono fuerte. La puerta del baño se abre, después se corre la puerta de la ducha y siento su cuerpo atrás de mí. Yo estoy de espaldas de él, perdida en mis pensamientos.

—Estas bien—. responde alivido.

Dejo mi vista pegada en los azulejos blancos de la pared que tengo al frente, una mano se extiende a mi lado y cierra la llave de la ducha, el agua deja de correr y una toalla es puesta en mis hombros cubriendo mi desnudez.

Una vida llena de secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora