Capítulo 2

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Me despierto por el sonido del despertador y lo apago. Son las cinco de la mañana y a pesar de la gran flojera que tengo me levanto y me voy directa a la ventana para ver como todavía está de noche. Empiezo arreglarme para salir lo más tempano posible de esta casa y de ropa me pongo lo más básico; un jean negro, un crop top de color rojo y mis pies me calzo unas converse blancas. Si, lo sé. Es la ropa más básica que me pude vestir, peo si voy a estar manejando por más de tres horas prefiero estar cómoda.

Recojo todas mis cosas y salgo de la habitación para ir a prepararme algo de comer. Y luego de una hora, teniendo el estómago lleno, salgo de la casa y emprendo mi viaje hacia California.

Siento que llevo una eternidad manejando y solo llevo dos horas. Son las ocho de la mañana y ya me cansé, me duele el culo y tengo hambre. Busque alguna gasolinera cerca y está a unos treinta minutos.

Estaciono el coche y me bajo. Al entrar a la tienda, saludo al muchacho de la caja y me dirijo donde están los sándwiches, y agarro tres; uno de queso y dos de jamón. Pago y me monto en el auto preparada para seguir con el viaje.

Ya está anocheciendo, pero no quiero pararme en algún hotel, quiero llegar rápido a esa estúpida ciudad.

Después de rendirme y no aguantar los ojos, dormí en el coche. Me acomodo y me como unos de los sándwiches que me quedan. Prendo el motor y avanzo en la carretera solitaria. Me falta un día y tres horas para llegar a la casa de mi querida tía. <<Noten el sarcasmo>>.

Después de tantas horas, ya estoy llegando a la casa de mi tía. No le puedo avisar porque no tengo su número, pero supongo que está al tanto de la situación de su querido hermano. Enserio espero que mi tía sea agradable.

Ya estoy enfrente de la casa, pero me mantengo dentro del auto.

Apago el motor, pero no quiero salir. Quiero volver a mi vida de antes, pero eso es imposible. El pánico recorre en mi sangre, pero ahora esta es mi vida y me tengo que adaptar, aunque todo mi ser se niega hacerlo.

Dejando ya las tonterías, salgo y cierro la puerta. Observo la casa de afuera y es hermosa, tiene las paredes blancas, tiene un pequeño jardín, tiene ventanas grandes y esto me da la primera impresión que le gusta la luz natural, <<por lo menos tenemos algo en común>>.

Me acerco a la puerta, pero antes de tocar siento alguien observándome. Volteo, pero no hay nadie, lo que me faltaba huérfana y ahora loca. Toco el timbre y muevo mi pierna nerviosa. Abren la puerta y aparece una mujer alrededor de los cuarenta; alta, flaca, con unos ojos verdes preciosos y su pelo de un rubio cenizo. Es hermosa esta mujer.

Me analiza de arriba abajo, luego me mira a los ojos y me sonríe. Se acerca y rodea sus brazos alrededor de mí. Me sorprende su gesto y le devuelvo el abrazo.

—¿Cómo estas, querida? — me pregunta, dejándome de abrazar.

Coloca sus manos en mis hombros y le da un pequeño apretón.

—Bien tía, Mary. Gracias por recibirme en su casa—. Intento sonar lo más educada posible.

—Te ayudo a sacar tus cosas. Ahora esta es tu casa y quiero que te sientas cómoda—. Me agarra del brazo y empezamos a sacar todo del carro y metiéndolo dentro de la casa.

Al terminar de sacar todo, lo subimos a mi nueva habitación, que está al lado del de mi prima. Empezamos a sacar todo de las cajas y poniéndolo en su sitio. Mi habitación es bonita y tiene buen tamaño. Las paredes están pintadas de un color gris claro, la cama es matrimonial y tiene las sabanas de color lila; hay un escritorio pequeño en unas de las esquinas, y mi parte favorita es la ventana, ¡Tengo una ventana grandísima!, sigo viendo mi habitación y me da alivio ver que tengo un baño para mi sola.

Una vida llena de secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora